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“28 años. Mujer. Dos carreras, tres másteres, dos Erasmus, tercer año de doctorado. Generación de cristal”. Así empieza la carta a la directora que envió a El País María Ortega, una joven malagueña de 28 años que combina su trabajo como profesora -de Filosofía y Lengua Castellana y Literatura en Bachillerato- con el tercer curso de su doctorado. Su texto ha generado debate en las redes sociales por dar voz a una generación marcada por la sobrecualificación, la precariedad laboral y la crisis de la vivienda. "Escribirla fue como un desahogo personal, pero nunca imaginé que tendría tanta repercusión", admite.
Ortega describe su trayectoria como una constante búsqueda de formación y desarrollo profesional, muchas veces sin la recompensa de una estabilidad. "He hecho todo lo que se supone que debía hacer para tener tranquilidad con formación continua, pero al final sigo sintiéndome atrapada en la incertidumbre”, comenta en una entrevista con este periódico. Algunos le decían que si tenía tanto currículo era porque no había trabajado nunca: "He trabajado mientras estudiaba, como muchos de nosotros".
La joven, nacida en la Cala del Moral, señala que la sobrecualificación, lejos de ser una ventaja, se ha convertido en un obstáculo para muchos jóvenes: "Conozco casos de compañeros que no consiguen ciertos trabajos porque están demasiado cualificados y es frustrante invertir años de esfuerzo para sentir que no hay correspondencia entre tu formación y las oportunidades laborales".
Aunque reconoce que las generaciones anteriores también enfrentaron dificultades (distintas), Ortega subraya que las expectativas sociales y las condiciones actuales han generado también un impacto negativo en los jóvenes actuales. "No podemos comparar nuestras vidas con las de nuestros abuelos, que tenían problemas distintos, nosotros lidiamos con una presión constante de formación y competitividad que antes no había", explica.
Para ella, la expresión "generación de cristal", tan utilizada por muchas generaciones mayores, no es “justa” a la realidad que viven: "Creo que somos más bien la generación de la ansiedad porque nos han prometido un futuro basado en el esfuerzo académico y profesional, pero seguimos esperando esa vida estable que parecía garantizada". Aunque la expresión ha sido utilizada para describir a los jóvenes actuales, rechaza esta etiqueta: "No somos una generación frágil; lo que vivimos es una carga de expectativas que no se corresponden con la realidad y sí, quizás deberíamos llamarnos la generación de la ansiedad", reafirma.
Cuando se le pregunta sobre posibles soluciones o cómo se ve dentro de una década, Ortega resopla. “No tengo respuestas claras, no lo sé, eso es lo que puedo decir; lo único que sé es que nuestra generación vive en la incertidumbre constante, no sabemos qué nos depara el futuro, y eso es agotador”, admite.
También defiende que es una problemática a la que deben atender otras generaciones, en vez de minorizarla, porque no se trata de competir con las dificultades de otras generaciones, sino de reconocer que cada época tiene "sus propios retos" y el de los jóvenes de hoy en día es la estabilidad frente a la incertidumbre.
Otro tema que preocupa a la juventud es la dificultad para acceder a una vivienda. María Ortega señala que los precios son "muy elevados" y la falta de oportunidades en su propia ciudad han convertido la emancipación en un lujo que pocos pueden permitirse. "Es casi imposible alquilar o comprar una vivienda, solo compartiendo piso, muchos queremos vivir en nuestros pueblos, pero se nos hace sentir que eso es un capricho cuando debería ser lo normal", dice.
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