Marbella: El gran invento
La parodia de Paco Martínez Soria y José Luis López Vázquez retrata la irrupción del turismo en los años sesenta
El turismo en Marbella y los nazis
Alos hombres del lugar se le sumaban otros que llegaban en autobuses desde la sierra de Ronda. Los propios junto a los de los pueblos vecinos se alienaban todos frente a la orilla para observar a la actriz en las escenas que se rodaban en la playa. La presencia de Diana Dors en Marbella revolucionó a los hombres y adolescentes de la zona. La Marilyn Monroe europea, como presentaban a la exuberante actriz inglesa, emergía del mar en bikini y se tendía sobre la arena durante el rodaje de la película Scent of Mistery (El perfume del misterio).
–¡Si en 1959 nunca habíamos visto un bikini!, dice el antiguo restaurador Santiago Domínguez para explicar tanta expectación. En esos días él fue el encargado de servir el cóctel a los actores y el personal del rodaje.
–Yo me encargaba hasta de pelarle las cigalitas, abunda.
Recuerda, a la vera de la playa, a cientos de tíos, todos en formación delante del mar, en tiempos en que el Gobierno Civil de la provincia ante el menor desmán amenazaba con multas para evitar actitudes indecorosas.Y esto podría serlo.
La película estadounidense, grabada en Granada, Sevilla, Córdoba, Ronda, Málaga, Ardales, Marbella o Segovia, era un tour por la España franquista que se arrojaba a los brazos de la industria del turismo. La cinta se proponía revolucionar el cine después de la llegada del sonido y del color. Sería la primera en utilizar un novedoso sistema para inundar de aromas la sala de cine donde el espectador pudiera percibir los olores de cada escena de la trama, en la que se trataba de descubrir al asesino por el aroma del tabaco que gastaba.
Para su estreno se adaptaron tres cines en Nueva York, Los Ángeles y Chicago, con una costosa instalación que liberaba las fragancias mediante conductos situados debajo de cada butaca, recuerda la Andalucía Film Commission. El semanario estadounidense Variety informaba que “los olores se acompañaban de un molesto silbido al recorrer los tubos, mientras que las esencias fueron mezclándose una detrás de otra y el ambiente dentro de la sala se transformó en pestilente”. A pesar de contar con un fabuloso presupuesto, de unos cuatro millones de dólares, el proyecto resultó un fiasco.
–Estábamos estudiando el bachiller en la Escuela de los Flechas Navales, dice Enrique Vázquez. Al igual que otros compañeros, él se saltó las clases para observar el cameo de Diana Dors desde lo alto de la muralla del fuerte que da nombre al hotel. El único que entonces se encontraba en primera línea de playa.
Para algunos era el primer monumento en bikini, el fotógrafo local se encargó de retratarlo para ofrecer las fotos por cinco pesetas a sus seguidores.
–No había manera, eran tantos los curiosos que se agolpaban que el equipo de filmación tuvo que irse a Estepona para tomar las escenas de playa, dice Leonardo Llorente, responsable entonces del puerto deportivo de ese municipio.
–Si las extranjeras quieren ponerse bikinis, que se lo pongan, yo no voy a ir a la playa, fue la postura que adoptó el párroco local, para nadar entre las normativas de prohibición y el nacimiento del prometedor turismo. Suponía la aprobación del cura, aunque nunca hubo una normativa expresa que normalizara el uso del bikini.
Las crónicas de la época señalaban que Diana Dors, que no era la protagonista del filme, llegó de noche, tomó parte en unas escenas que se rodaron en el litoral y partió luego hacia Londres. No estuvo mucho tiempo, el suficiente para agitar a la población masculina de la comarca y quedar grabada en su recuerdo.
Estas escenas que aún hoy mantienen frescas algunos vecinos de Marbella no estaban tan lejos de la parodia sobre el fenómeno turístico de los años sesenta que protagonizó Paco Martínez Soria junto a José Luis López Vázquez. El primero como alcalde y el segundo en el papel de secretario municipal de Valdemorillo del Moncayo, un pueblo ficticio de Aragón en la comedia El turismo es un gran invento.
En la enorme piscina del recién inaugurado hotel Don Pepe (1964) primer hotel de lujo de Marbella, levantado sobre tres hectáreas de terreno de cara al mar, se desarrollaban las escenas. Un enorme chorro formaba parte del escenario de una plataforma circular donde actuaban las Bubby Girls para regocijo del alcalde y el secretario municipal, que viajaron a Marbella para documentarse sobre el nuevo fenómeno; el turismo, que promovía el ministerio de Fraga Iribarne. Se proponían emular al municipio malagueño con la construcción de hoteles y recrear una playa en un pueblo del interior, donde atraer a los visitantes para lo que también aportarían su mayor patrimonio cultural, un castillo.
–La película tuvo una repercusión tremenda, muchos años después, clientes que eran cercanos al régimen nos preguntaban por ella y estaban maravillados. En el hotel conservábamos una cinta de la película y fotos del rodaje. Mientras yo estaba de relaciones públicas lo guardaba, pero luego todo se ha tirado, recuerda con pena Marisol Simón. Cuando se grabó la película el conde Francesco de Perlac se encargaba de las relaciones públicas del hotel, personaje que se replica en el filme.
Del juego que ha dado el uso del bikini en la zona lo sabe muy bien Juan Carlos Teuma, con más de 50 años dedicados al oficio de fotografiar famosos. La duquesa de Alba fue la primera a quien hizo una foto en bikini. Recoge ahora en el libro Hunting lights in the shadows. Memories of a paparazzo (Cazando a la luz entre las sombras: Memoria de un paparazzi) buena parte de su trabajo.
–Se estaba inaugurando la suite Príncipe Alfonso (Hohenlohe) en el Marbella Club y estaban Elisabeth Taylor y su marido como invitados especiales. Ella estaba tomando el sol protegida por un tejado. Yo no veía si estaba o no en topless, desde arriba le tiré las fotos.
A las tres o cuatro de la mañana llegaron a su sala de revelado varios hombres, el marido con el abogado y otros dos tipos más para comprobar que no había ninguna foto en topless. Pero sí las hubo en las que hizo a Lady Di. Teuma fue el primero en encontrar a la princesa de Gales en bikini refugiada con un amiga en el hotel Biblos de Mijas.
–Salí a dar una vuelta por la piscina y ya estaba toda la prensa en los alrededores del campo de golf. Subí dos plantas, ella estaba en una tumbona boca abajo con un teléfono, se giró e hice las fotos. Las compró Hola para destruirlas. Entre lo que se llevó la agencia no fue tanto los que nos quedó. Tuvimos que repartirlo, afirma, aunque se considera que fueron las fotografías mejor pagas de la prensa del corazón.
Si el Primer Congreso Nacional de Moralidad en Playas y Piscinas, celebrado en Valencia en 1951, instaba a las autoridades civiles y prelados a frenar la invasión nudista extranjera y a mantener la prohibición de que personas de distinto sexo pudieran tomar el sol juntos. En Marbella los círculos femeninos cercanos al poder se mostraron más entusiastas que los propios censores. Pidieron al alcalde una playa donde las mujeres no pudieran ser observadas por los hombres. Al darse cuenta, sostenían, “de las ofensas que las playas mixtas causan al Señor, han prometido a la Santísima Virgen como recuerdo de la Santa Misión solicitar una playa para el sexo femenino”.
El Gobierno Civil de Málaga en las cartas que en 1948 enviaba a los municipios costeros ya recordaba la normativa de prohibición; playa acotada por sexo y vigilancia a los trajes de baño. Decía ordenarlo por Dios, por España y su revolución Nacional sindicalista.
Estas regulaciones no parecían algo nuevo. El historiador Francisco Moreno recuerda:
–Un siglo antes el alcalde de Marbella Fernando Rosado y Guzmán ordenó pena de cárcel para los hombres que se encontraran merodeando por la zona de la playa del actual hotel El Fuerte, la misma donde Diana Dors lució bikini.
Eso lo decretó el alcalde en 1853, cuando descubrió que la zona de baño femenina era frecuentada por hombres “que faltando al decoro u honestidad exigible a toda persona honrada y religiosa se aproximaran a la zona asignada para el baño de las señoras, alterándole el sosiego”.
La tolerancia al uso del bikini frente al puritanismo forma parte del folclore de los primeros años del despegue turístico. Al tiempo que se presentaba al turista como un agente del mal, el Gobierno se esforzaba en planificar una economía en la que el turismo jugaría un papel fundamental. Para Lucía Prieto la iglesia ha consentido una doble moral.
–El congreso de moralidad pública reguló la forma de vestir en la playa. Aquí se transigió porque la nobleza local subvencionaba obras de caridad.
En su libro Del velo al bikini, Prieto justamente utiliza el título como metáfora para hablar de la obligación de las mujeres a llevar velo en la iglesia, en los años de la irrupción del turismo, al tiempo que se hacía la vista gorda con el uso del traje de baño prohibido en la playa.
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