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MARTA POSTIGO | DOCTORA EN FILOSOFÍA EN LA UMA
Málaga/Los clásicos y famosos textos de Filosofía están firmados por hombres y basados en un mundo reducido, masculino. Como todo, este ámbito también evoluciona y en la actualidad no se puede concebir sin figuras como Amelia Valcárcel o Celia Amorós, filósofas y feministas. De eso se trata el feminismo, de que la mujer esté y visibilizarla pasa de forma imprescindible por hacerla partícipe del pensamiento, sacarla de la urbe privada y darle voz. Como Marta Postigo señala, pasa por la “búsqueda de una identidad individual a través de la trascendencia y la participación en el discurso público”.
Cuando se piensa en filosofía, se vienen a la cabeza pocos nombres de mujer. ¿Cómo le afectó moverse en un mundo de hombres?
Como estudiante, percibes que hay perspectivas en las que las mujeres no están integradas. Hay temas hechos por hombres, con planteamientos de hombres, en los que nunca aparece la mujer; temas que necesitaban una perspectiva de género que se ha aportado en el siglo XX. Como investigadora, existe una especie de estigma sobre las que desarrollamos temas relacionados con el género y la igualdad, una perenne etiqueta que nos identifica como “la feminista del departamento” y elimina el lado de la filósofa. Cuesta entender que no es algo aparte, que este ámbito hay que integrarlo en el resto de estudios y que estas cuestiones tienen que verse con el mismo rigor que otro tipo de investigaciones.
¿Se puede decir que en la filosofía antigua las mujeres no existen?
La historia de la filosofía plantea una visión del pensamiento hecha por hombres, en la que la presencia de mujeres es limitada. El pensamiento ha estado centrado en la esfera pública de la sociedad civil, en espacios que han estado ocupados por ellos y en los que ellas ni siquiera eran reconocidas como ciudadanas sino que quedaban relegadas a la escena privada. A las mujeres no les han dejado participar en lo que se conoce como lo universalmente humano. Es decir, ha estado ocupado por hombres y se ha ocupado de lo masculino. No ha habido interés por estudiar a las mujeres y se ha normalizado las preguntas sobre su limitación en la espera privada.
¿Cuándo empezó a cambiar esto?
El movimiento feminista empieza con la Ilustración, cuando la razón se impone a los prejuicios y a la sociedad jerárquica. Es aquí cuando nace la ciudadanía moderna, se comienza a hablar de igualdad y las mujeres encuentran su oportunidad para decir que el cuerpo no es una limitación en cuanto a ser seres racionales. En estos siglos ha habido olas. Es más, el derecho al voto no se consigue hasta el periodo de entreguerras y después el feminismo desaparece hasta los años 60 y 70. Cuando hablamos de logros debemos pensar que son muy recientes.
Ahora se habla del Metoo como una cuarta ola, aunque algunos lo identifican más con una idea publicitaria.
La lucha por el respeto a la integridad física y sexual de las mujeres hay que llevarla a cabo, el silencio al acoso y los abusos sexuales perpetúan unas relaciones de poder. Hay mujeres valientes que están denunciado con un coste tremendo y es importante hablar, que lo cuenten, que denuncien y que no se normalicen situaciones de este tipo. Aún así, es cierto que el feminismo tiene un reto ante sí: hacer pedagogía. Las cosas no se están explicando bien, se están lanzando mensaje alarmantes que confunden. Estamos hablando de cuestiones delicadas, que preocupan a la sociedad porque atañen a todos los ámbitos, y no se puede acudir al populismo y a los movimientos de masas porque acaban distorsionándolo todo. Es muy importante las formas en las que se dan los mensajes. Los gestos, las expresiones desmesuradas, generan un conflicto entre mujeres y hombres.
En las últimas semanas hemos visto como cada partido político ha armado su propia definición para abanderar el feminismo.
No existen tipos de feminismo. En este momento, unos no son feministas y otros están tratando de definir el feminismo en función de sus ideologías y estrategias. El feminismo no es algo que los partidos políticos tengan que definir, la defensa de la igualdad es trasversal al conjunto de la soberanía, nos afecta a todos y debe unir a todos los partidos políticos en algo tan básico como la igualdad y la libertad. Hay formaciones que están monopolizando el feminismo, usando el término cada día y haciendo que los no simpatizantes lo rechacen. Los partidos están al servicio de la ciudadanía no las mujeres al servicio de los partidos para ser instrumentalizadas. Esto está causando mucho daño, creando crispación y logrando lo contrario a lo que es el feminismo. Con su estilo retórico, la ministra de Igualdad, Irene Montero, está haciendo un gran daño al feminismo y a la conquista cívica de la igualdad, dando excusas y pretextos al radicalismo de derecha radical.
¿De dónde ha de venir el motor de cambio?
El cambio tiene que venir de un consenso social y cívico, de una sociedad madura, instruida y consciente de lo que significa la ciudadanía, de sus derechos y de sus libertades. Aquí reside el valor de la educación a la ciudadanía y de la educación en general.
¿Pero es la sociedad actual madura?
La sociedad tiene que madurar, y ese es el gran reto. Por eso la lucha por la igualdad es lenta y requiere transformaciones de la base, sobre todo en el plano de los valores y de la moral, en el terreno educativo.
¿Qué papel juegan los hombres?
Hay que integrarlos, hacerles ver que la igualdad les beneficia. Ahora, muchos ven el feminismo como una amenaza y eso es precisamente porque se está explicado mal. Cuando las mujeres piden igualdad salarial, profesional y de oportunidades lo que quieren decir es que quieren ser iguales, dejar de depender de ellos. El feminismo libra a los hombre de pesadas cargas, de estereotipos que han llevado en sus hombros durante siglos y al mismo tiempo hace a las mujeres responsables, libres e iguales.
Incide mucho en la educación, ¿está el sistema preparado para cumplir su labor en este aspecto?
El sistema educativo estaba mejorando en este aspecto. Los centros, cada vez más, han adquirido consciencia de que tienen una misión fundamental a la hora de educar en este tipo de actitudes y valores cívicos que van a ayudar a la sociedad a vivir en igualdad.
¿Estaba?
Cuando se estaban llevando a cabo estos esfuerzos, han llegado partidos a decir que esto hay que sacarlo de los centros y que los progenitores tienen un veto cuando se habla de igualdad. Los padres no pueden tener este veto. Tienen la obligación de educar en una conciencia cívica y si no lo hacen en igualdad sino en el sectarismo y el odio, los centros educativos deben estar ahí para contrarrestar. Los valores de igualdad no son optativos, como pueden ser las creencias religiosas, son éticos, públicos y compartidos y sobre ellos no cabe discrepar. No se puede confundir la igualdad con una ideología particular.
Imagine que pasaron 100 años, ¿qué papel juega la mujer en ese mundo?
En ese hipotético caben dos escenarios: uno catastrófico y otro muy bueno. En el primero imperaría la desigualdad, que se nutre del estado salvaje. Una sociedad que no es igualitaria es una sociedad condenada a la violencia y al sectarismo porque la igualdad lo que hace es educar en una convivencia cívica. La otra opción es la de un mundo de justicia e igualdad en el que se use la razón antes que la violencia y haya virtudes cívicas. Un mundo en el que habrá hombres capaces de tratar a mujeres como iguales y mujeres no infantilizadas ni acostumbradas a la sobreprotección. Los dos escenarios son igualmente posibles.
Tomando el camino más optimista, ¿existiría la prostitución en ese mundo?
La prostitución es un ejemplo claro de las relaciones de poder y la sexualización de la mujer y no contribuye a ver a la mujer como ser humano, no solo como cuerpo y sexo sino como ser íntegro. Que sea un medio de vida no debería plantearse pero la forma de erradicarla es complejo. La sexualidad entra dentro de la libertad. Que la vía abolicionista sea la mejor para buscar relaciones sexuales mejores es algo cuestionable: todos desearíamos que la prostitución no existiera pero no es así. La forma es la educación, el último eslabón es el ámbito penal.
El mundo es cada vez más digital y vemos que esto trae consigo peligros nuevos, sobre todos para los más jóvenes. ¿Habría que acortar el campo?
Cualquier censura está condenada al fracaso. Lo vemos en China y nos nos gusta. Hay que educar a los jóvenes en un mundo digital, fomentar su capacidad crítica para seleccionar la información y captar las noticias falsas. La filosofía es más importante que nunca porque ayuda a detectar una falacia. Yo no soy partidaria de las políticas represivas porque nos llevarían atrás, al franquismo. Hay que tener cuidado con la idea de que para proteger hay que reprimir. El código penal está para casos extremos pero es lo último. Lo importante es que aprendamos a vivir en libertad. No podemos tender a países que, para proteger a las mujeres, se les pone un velo o van a la calle con un guardián. Algunos sectores se están acercando a unas políticas represivas, que consideran liberales y de izquierdas.
En Málaga, la manifestación del 8M será el domingo por la tarde, ¿irá?
Yo trabajo por la igualdad día a día desde la investigación. No iré porque ha dejado de ser una manifestación cívica y universal por la igualdad y se ha convertido en una manifestación de determinados partidos políticos.
¿Cómo ve la ciudad?
Málaga se ha transformado en los últimos años, se ha abierto al mar. Es una ciudad cosmopolita y me siento muy orgullosa de ser de aquí. Es una ciudad habitable, con vías peatonales que no hay en otras ciudades y con un metro que es una maravilla y va a mejor. Un clima maravilloso y una gente acogedora, abierta y alegre.
La gestión del turismo está comenzando a ser cuestionada.
Aquí, el turismo está muy centralizado y creo que para hacer una ciudad habitable hay que hacer las cosas con cierto equilibrio. Hay que gestionarlo de forma responsable porque repercute en los alquileres, en el uso de los espacios públicos pero decir no al turismo no me parece razonable, la ciudad se empobrecería.
¿Qué proyecto echa en falta?
Hay algunas zonas más abandonadas que otras pero, como proyectos, optaría por potenciar los espacios públicos, la limpieza de las playas unida a la educación cívica. La idea de una ciudad más limpia, con transportes eléctricos, el metro y carriles bici.
Precisamente el metro ha sido un proyecto cuestionado. Y largo...
El metro enriquece a la ciudad y debería llevarse al PTA. Es cierto que tenemos que padecer las obras, pero es un sacrificio por el bien de la ciudad y del futuro.
Marta Postigo nació en Málaga en 1977 aunque la vida académica la ha llevado a diferentes lugares del mundo como Finlandia, Londres y Nueva York. De esas experiencia, filtra su imagen de la capital de la Costa del Sol como un lugar “abierto y cosmopolita”. Comenzó a estudiar Filosofía en la Universidad de Málaga aunque la concluyó en la Autónoma de Barcelona. Tras ello volvió al sur y, aprovechando la emergencia del debate sobre el feminismo, una línea en desarrollo, se decantó por la investigación. De hecho, se define como una “investigadora de cuestiones de ética y filosofía política”, marco de las teorías feministas a las que ha orientado sus estudios. “Soy filósofa y desde ahí es donde trabajo las cuestiones de género, un feminismo filosófico y no una filosofía feminista”, precisa. Para ella, hacer filosofía y no platearse las ideologías de género es algo “incompleto”. En su discurso resalta el valor de la educación como motor de cambio, de implantar unos valores éticos y cívicos, y la relevancia de las voces expertas en el debate para no generar contradicciones.
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