Las manos de los trasplantes en Málaga

El Hospital Regional ha realizado desde 1979 más de 5.500 intervenciones y el récord se alcanzó en 2023, con un total de 281

Profesionales jubilados y en activo agradecen la generosidad de los donantes

González Molina convenció a Buxarrais y el obispo dictó una pastoral por la donación

Desde 1979, el Regional ha hecho más de 5.500 trasplantes de riñón, hígado y páncreas

El Regional de Málaga logra la cifra más alta de trasplantes de su historia

Aumenta el número de trasplantes de órganos en Málaga respecto al año pasado

Sudar la camiseta por la donación... y para recordar a Vicente Granados

Profesionales del programa de trasplantes retirados y en activo, en la entrada principal del Regional.
Profesionales del programa de trasplantes retirados y en activo, en la entrada principal del Regional. / Javier Albiñana

Málaga/Miguel González Molina no había cumplido los 30 cuando se fue al Parkland Memorial de Estados Unidos para perfeccionar sus conocimientos como nefrólogo. En ese hospital americano, por aquel entonces se hacían unos 120 trasplantes al año. Y aprendió. Sobre todo, comprendió que aquellas operaciones salvaban vidas. Así que regresó a Málaga con el empeño de que se implantaran en el Regional.

Estaban acabando los 70 y ya hacía más de una década –en 1965– que se había hecho el primer trasplante renal en Barcelona.

González Molina encontró un aliado en el urólogo José Luis Gutiérrez Calzada, ya fallecido. Ambos fueron los impulsores y pioneros de los trasplantes en Málaga. En 1979 se hizo el primero. Han pasado 45 años y se han hecho 5.572 trasplantes. Una trayectoria consolidada con trabajo y tesón que llevó al Hospital Regional a alcanzar en 2023 su récord desde que comenzó este programa asistencial: 281 trasplantes en un año.

El nefrólogo Miguel González Molina y el urólogo José Ramos Tito, participantes en el primer trasplante en 1979.
El nefrólogo Miguel González Molina y el urólogo José Ramos Tito, participantes en el primer trasplante en 1979. / Javier Albiñana

Para visibilizar este hito y que las familias de los donantes sepan que su generosidad ha dado vida a muchas personas, Málaga Hoy reúne en las escalinatas del hospital a profesionales del programa jubilados y en activo. Son y han sido las manos de los trasplantes. Unos ya sin bata; otros de blanco y con prisas porque tienen que volver al trabajo. Todos compartiendo su compromiso con unas operaciones imposibles sin el primer eslabón de la cadena: los donantes. Posan para la foto. Apenas son un puñado del engranaje porque no es posible reunirlos a todos. Están repartidos por el Regional –donde se hacen los trasplantes–, pero también por el resto de hospitales de la provincia, los de Ceuta, Melilla y el Torrecárdenas de Almería –que trabajan en detectar los potenciales donantes–.

“Cuando empezamos, no había nada. Pero González Molina y Gutiérrez Calzada se empeñaron para que esto saliera adelante”, recuerda el urólogo José Ramos Tito. Los tres estuvieron en el quirófano en aquel primer trasplante de 1979. Los dos urólogos se encargaron de la parte quirúrgica y González Molina, de perfundir el riñón. Es decir, de la limpieza del órgano donado para su posterior trasplante.

Profesionales del hospital retirados y que trabajan en la actualidad en el programa. En el centro, González Molina y Ramos Tito, que participaron en el primer trasplante en 1979.
Profesionales del hospital retirados y que trabajan en la actualidad en el programa. En el centro, González Molina y Ramos Tito, que participaron en el primer trasplante en 1979. / Javier Albiñana

Fue una donación renal en vivo, de una mujer a su hermano. Han pasado 45 años y González Molina recuerda sin titubeos el nombre de ambos. “Entonces, los trasplantes eran una cosa totalmente desconocida y no había una actitud generalizada a favor de ellos. Había muchas dificultades e inquietudes”, recuerda el nefrólogo. De hecho, las pruebas de compatibilidad entre donante y receptor tenían que hacerse en Sevilla porque Málaga no contaba con esos medios.

Adquirir la pericia profesional para estas intervenciones era sólo una parte del desafío. Además, había que vencer las reticencias de la propia Administración sanitaria a descentralizar un programa costoso, el rechazo de las familias a la donación e incluso las suspicacias de algunos profesionales que por criterios morales o religiosos tenían sus reparos a quitarles los órganos a un cadáver.

La rotonda frente al Regional lleva el nombre Gutiérrez Calzada, ya fallecido, que hizo el primer trasplante.
La rotonda frente al Regional lleva el nombre Gutiérrez Calzada, ya fallecido, que hizo el primer trasplante. / Javier Albiñana

González Molina tuvo entonces una idea para derrumbar muchas reticencias. Toco la puerta del obispo de aquella época, Ramón Buxarrais. Sin donantes no habría trasplantes y sin trasplantes muchos enfermos morirían. En aquello le iba la vida a numerosas personas. El médico convenció al religioso y Buxarrais emitió una pastoral a favor de la donación. Además, poco a poco, se fueron sumando trasplantados. Ellos y sus familias se convirtieron en el mejor altavoz a favor de los trasplantes.

Ramos Tito sostiene que hubo “un cambio total” a raíz de estas intervenciones. “Fue un antes y un después. Porque aprendimos mucho. Porque no es sólo hacer el trasplante. Porque para hacer la extracción [del riñón donado] hay que saber toda la anatomía del abdomen”, explica. En resumen, que aumentaron los conocimientos y la destreza de los profesionales.

La complicidad entre Ramos Tito y González Molina se aprecia en cada palabra. Los dos están jubilados, pero les brillan los ojos de entusiasmo cuando recuerdan las operaciones. “Cuando hicimos aquel primer trasplante y salió inmediatamente la orina por el uréter fue como un orgasmo”, dice bromeando, pero muy en serio Ramos Tito.

Pero la cadena no funcionaría si no había donantes y si no se le daba la vuelta a la negativa a la donación. Con ese fin y para acometer el complejo trabajo logístico previo a estas operaciones, se creó la figura del coordinador de trasplantes. Los primeros en el Hospital Regional fueron el nefrólogo Miguel Ángel Frutos y la enfermera Pilar Ruiz. “Teníamos que hacer concienciación hacia la población, hacia los propios profesionales y también una labor de docencia”, explica Ruiz. Precisa que cuando empezaron en torno al 50% de las familias rechazaban la donación. Después de 33 años de trabajo, cuando hace poco se jubiló, la aceptación era de alrededor del 90%.

Frutos explica que hubo varias etapas. La primera, la de la organización para la puesta en marcha del programa. Luego, la optimización del donante en muerte encefálica. Pero a medida que los trasplantes se multiplicaban –porque crecían los renales y se sumaban los de hígado y páncreas– hacían falta más donaciones. Llegó entonces la tercera etapa, la del donante en parada cardiaca. “Nos costó abrir esa vía, pero ha contribuido a que cada vez haya más donantes e incluso de mayor edad”, apunta Frutos. Abunda que al comienzo de estas intervenciones, un donante de 70 años no se consideraba, mientras que en la actualidad sus órganos suelen ser viables.

El coordinador actual de trasplantes del Regional, Miguel Lebrón, resume con cifras el balance de más de 40 años. Desde 1979 el hospital ha hecho 4.043 trasplantes renales, 1.291 de hígado y 238 de páncreas. En total, 5.572 personas a las que se les ha prolongado y mejorado la calidad de vida. “Son unos datos buenísimos. Gracias a los donantes y sus familias, el hospital da respuesta para que esas donaciones se conviertan en trasplantes”, reflexiona. Y no se olvida del primer eslabón de la cadena:“Sin donantes no hay trasplantes. Por eso hay que reconocer a las familias que en el difícil momento de la pérdida de un ser querido demuestran su generosidad donando. Y en la actualidad en torno al 90% de las familias dicen sí a la donación”.

Juan Rodrigo ya está jubilado. Fue el responsable de Hepatología. Junto con el jefe de Servicio Cirugía General y Digestiva, Julio Santoyo, pusieron en marcha los trasplantes de hígado del Regional. “El primero fue el 14 de marzo de 1997”, recuerda sin dudar. “Era una cuestión de prurito profesional. Ya los trasplantes renales estaban disparados y sentíamos que teníamos que poner en marcha los de hígado”, comenta. Explica que mientras a un paciente con problemas renales se le puede prolongar la vida con la diálisis hasta que aparece un donante, cuando hay un fallo hepático grave, “o le pones un hígado nuevo, o la alternativa es Parcemasa”.

Después, a los trasplantes renales y hepáticos, se sumaron los de páncreas. El programa siguió creciendo hasta convertirse en una actividad quirúrgica rutinaria.

Mercedes Gallego, nefróloga, ya está jubilada. Cuando ve los datos siente “mucho orgullo y una gran satisfacción”. Para ella no son números. Muchos fueron sus pacientes. Sabía cuando se casaban sus hijos, cómo se sentían, cómo se llamaban. “Con los trasplantes he desarrollado mi vida profesional, pero también he aprendido muchísimo. Porque cuando ves a esos pacientes y sus familias aprendes a relativizar los problemas”, afirma.

Emilio García Galisteo es el jefe de Urología. Él, acostumbrado a tratar patologías oncológicas, sostiene que el trasplante es de las cirugías más satisfactorias. “Porque le prolongas la vida. Cuando pones un riñón es cuando más salud puedes dar”, manifiesta.

David Hernández también es urólogo. Comenta que el trasplante es una cirugía “bonita, pero difícil”. Y dado que debe hacerse cuando hay un donante, sea la hora que sea, “requiere un sobreesfuerzo porque son muchas noches sin dormir”. A veces amanecen trasplantando. Pero acota que “es una satisfacción poder ayudar a personas y darles calidad de vida”.

La jefa de Nefrología, Verónica López, resalta que “antes del trasplante hay un trabajo muy importante”. Desde la preparación de los pacientes y la búsqueda de los donantes hasta la compleja logística que implican estas intervenciones. “No es tan fácil porque no es una cirugía programada. Hay que buscar cama, quirófano... Y si coincide con época de alta frecuentación porque hay gripe o Covid, es más complicado aún”, cuenta.

Así, cada uno desgrana un detalle, una fecha, una reflexión e incluso nombres de pacientes que se saben de memoria. El reportaje termina. No están todos los que son. Pero queda el testimonio de los que abrieron camino y de los que siguen en la brecha. A la salida, en la rotonda del hospital, una señal recuerda que esa es la Plaza Doctor Gutiérrez Calzada, el facultativo que se empeñó junto a González Molina en que Málaga hiciera trasplantes...

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