Las mil y una historias del Antonio Martín

El restaurante ha sido gestionado por tres empresas distintas y ahora vuelve a estar cerrado

Ángel Recio Málaga

12 de octubre 2014 - 01:00

El restaurante La Moraga de Antonio Martín echó el cierre esta pasada semana y sus propietarios han solicitado la liquidación de la sociedad que lo gestiona en el juzgado mercantil número 1 de Málaga. No ha podido pagar las ingentes deudas que tenía y hasta le cortaron la luz, poniendo así punto y ¿seguido? a un establecimiento histórico cuya historia se remonta a finales del siglo XIX y que ha pasado por varias fases y dueños a lo largo de todos estos años.

En sus inicios no tenía nada que ver con lo que es ahora. Tampoco la ciudad ni la zona de La Malagueta. Era un merendero que se abrió en 1886, llamado La Coral porque éste era el nombre de la esposa de Antonio Martín. Comían allí pescadores y bañistas en un espacio pequeño y con apenas cuatro mesas. Era un negocio humilde pero próspero, dada su buena ubicación. Posteriormente, pasó a llamarse Antonio Martín y a convertirse en un local que cada vez tenía mayor tamaño, más clientes y prestaba un servicio más profesional. Empezaron a acudir personas con mayor poder adquisitivo, muchas de ellas procedentes del hotel existente en el Palacio Miramar, e incluso, según cuentan los cronistas de la época, fue visitado por los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia.

Se comía el pescaíto tradicional de Málaga, desde boquerones hasta chanquetes, y se convirtió en una atracción turística más de la capital, engrandecida además por la visita de toreros y actrices como Ava Gardner. Antonio Martín dejó el negocio y quedó en manos de su hijo Álvaro y otros miembros de la familia, que lo explotaron hasta 1994, cuando cerró sus puertas tras más de un siglo de historia. Se estaba en plena crisis del ladrillo y los bolsillos empezaban a flaquear, lastrando así al que había sido un buque insignia en la restauración malagueña.

Estuvo dos años abandonado, hasta el punto que había vagabundos durmiendo en su interior y todo estaba muy deteriorado. Pero la zona seguía siendo emblemática, situado junto a la playa y la plaza de toros y en una parte noble de la ciudad. Con esta expectativa, en 1995 obtuvo la concesión de Costas el empresario hotelero José Luis Martín Lorca. Tuvo que hacer una inversión importante para devolverle su esplendor al local y, dada su afición taurina, le dio un toque especial. Recuperó uno de los salones que se llamaba Rincón de Ordóñez -por el torero Antonio Ordóñez- y abrió varios más con los nombres de personajes conocidos como el poeta Manuel Alcántara.

Tras 15 años, la firma propietaria de la concesión recibió una oferta del empresario Miguel Narváez y del cocinero Dani García, entre otros, para llevar allí su línea de La Moraga. Martín Lorca pensó que era una buena oportunidad y les pasó el negocio en 2010.

Pero ha salido rana. Los gestores de La Moraga han estado años sin pagar a la Seguridad Social ni a los proveedores, entre otros, y acabaron el pasado 31 de marzo en concurso de acreedores con un pasivo de más de 600.000 euros. El miércoles presentaron la liquidación.

"Siempre entristece el cierre de un establecimiento de gran envergadura. No es bueno ni para el sector ni para Málaga porque es un sitio sobradamente conocido de toda la vida", lamenta Enrique Cibantos, presidente de la Academia Gastronómica de Málaga. Martín Lorca, que mantiene la concesión de Costas del establecimiento a través de la empresa Exceho, está ahora buscando nuevos inversores y parece que hay varios interesados. De ser así, el Antonio Martín puede tener aún vida.

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