Las naranjas del Guadalhorce se pudren en los árboles por falta de venta
Los productores denuncian que la entrada de productos de otros mercados dificulta su comercialización
El precio actual es de 10 céntimos por kilo y así ni siquiera cubren gastos
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Málaga/En temporadas anteriores, las naranjas de zumo que cultiva Hilaria Rodríguez en su finca de Pizarra, en el Valle del Guadalhorce, se recogían y vendían a finales de junio. Este año, sin embargo, se antoja diferente. Todas sus naranjas permanecen en los árboles, algunas a punto de caerse o ya caídas, mientras los días pasan y no hay ni un solo comprador que se interese por ellas.
El año pasado, sin ir más lejos, Rodríguez vendió en torno a 30.000 kilos, con un precio que varió entre los 48 y los 52 céntimos por kilo, dependiendo de la calidad y del aspecto que tuviera la fruta. Este año, no se venden “ni por 10 céntimos”, alega la propietaria. No hay demanda para sus naranjas, no hay compradores.
Se trata de un problema generalizado que mantiene en vilo a los productores de naranjas de la variedad Valencia Late, que es la empleada para hacer zumo. En sus fincas del Valle del Guadalhorce –que engloba a los municipios de Alhaurín de la Torre, Alhaurín el Grande, Cártama, Coín, Álora, Pizarra, Almogía y el Valle de Abdalajís– se amontonan los frutos caídos de los árboles en pequeños montículos que cada día van a más.
Si logran vender el cítrico, lo hacen a 10 céntimos por kilo, una cantidad que no llega a cubrir los gastos de producción de las naranjas. Así lo asegura José González, encargado de una finca en Pizarra cuyas naranjas se han “malvendido” a ese precio. “Tan baratas que no sé si vamos a cubrir los gastos, porque nos ha costado producirlas alrededor de 20 céntimos por kilo, y si las hemos vendido a la mitad...”
En su caso, además, se han desperdiciado miles de kilos de naranjas que cayeron al suelo porque daban la cosecha por perdida y por ello, dejaron de “curarla”. “Como pensábamos que la íbamos a tirar, no la hemos curado más. Por eso cuando cogieron las naranjas ya se habían caído muchas. Hemos tardado tanto en cogerlas porque no las quería nadie y al final las hemos vendido a 10 céntimos porque ha sido la única oferta que nos ha llegado”, mantiene González.
El proceso de curación de las naranjas es una consecuencia –y un gasto– más de la falta de venta. Para evitar las picaduras de la mosca del Mediterráneo en la fruta, cuya larva se convierte en gusano, los agricultores deben “curarla”; es decir, aplicarle productos fitosanitarios que evitan que la mosca le pique y con ello que la fruta se pudra y se caiga del árbol.
Por eso, cuanto más tiempo se mantenga la naranja en el árbol, más gasto es para el agricultor, no solo por tener que “curarla” sino también por el regadío que necesita. Solo en el último mes, Hilaria Rodríguez ha pagado 2.000 euros de luz, necesaria para el motor de riego. A este gasto hay que sumarle otros, como el agua, el combustible o los productos fitosanitarios, cuyos precios se han duplicado respecto al año anterior.
Por ello, para poder obtener beneficios, sus naranjas deberían venderse mínimo a 45 ó 50 céntimos por kilo, 40 céntimos más del precio de venta actual. Según calcula el encargado de la finca de Rodríguez, José María Martín, si el cítrico finalmente no se vende, además de desperdiciar la cosecha de este año, de aproximadamente 70.000 kilos, se registrarían unas pérdidas de entre 30.000 y 32.000 euros.
Para Francisco Díaz Rodríguez, ingeniero técnico agrícola y presidente de la Asociación Provincial de Regantes de Málaga (Aprema), la falta de venta de la naranja nacional se debe a la entrada en el mercado español de frutos procedentes principalmente de Sudáfrica y de Marruecos, cuyo precio es menor. Según él, “la demanda no ha disminuido, lo que ha ocurrido es que se ha comprado naranja de fuera antes que la nuestra”.
De esta manera, la naranja nacional se encuentra en desventaja frente a la extranjera, no solo por la diferencia de precios entre una y otra, sino también por los fertilizantes que se emplean fuera de la Unión Europea.
Según aseveran los agricultores, la Unión no permite el uso de determinados fertilizantes que confieren al fruto un aspecto mejor, pero sí se aceptan importaciones de países que utilizan esos químicos en sus frutas. Un perjuicio más para los productores andaluces: no se trata ya de competir en precio; también deben hacerlo en el aspecto que presenta su fruta.
Benjamín Faulí, técnico de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja), considera que la guerra de precios radica en la baja concentración del mercado. Según el técnico, existe una sobreoferta que la demanda no puede absorber y “de eso se aprovecha la coyuntura para apretar un poquito y bajar los precios”.
Además, al margen de Sudáfrica y Marruecos, Faulí destaca Egipto como uno de los países que “está haciendo cada vez mayor daño porque tiene la posibilidad de exportar todo lo que quiere a la Unión Europea y la verdad que lo está haciendo y a unos precios bajísimos”.
El técnico de Asaja reconoce no haber visto ningún año una campaña tan “desastrosa” como esta, a pesar de admitir que la naranja ha venido “arrastrando precios muy flojos durante bastantes campañas”.
Se trata de una situación insostenible sobre todo para el pequeño agricultor, que suele ser el más perjudicado. A él le pagan alrededor de 10 ó 15 céntimos por kilo, una cuantía que no se corresponde con el precio de venta al consumidor, donde las naranjas han llegado a alcanzar hasta 1,5 euros por kilo.
Por su parte, el presidente de Aprema asegura que se trata de un problema que no solo afecta a la naranja Valencia Late del Valle del Guadalhorce, sino también a otras variedades como la Salustiana, que se cultivaba principalmente en Cádiz y en la zona de San Roque.
Debido a la dificultad para comercializarla a un buen precio, los agricultores decidieron arrancarla para cultivar aguacates, una reconversión que sería más complicada de implementar en el Guadalhorce, ya que según mantiene Díaz, el agricultor habitual de esta comarca no suele ser profesional y es, por lo general, más reacio a cambios. Además, la transformación también es costosa porque supone no tener cosecha durante al menos tres años.
Para Díaz se trata de una situación “escandalosa” que se produce, entre otras razones, por la falta de interés que rezuma la agricultura en la política. El director de Aprema opina que “en Málaga no se habla de que somos uno de los principales productores de cítricos y hortícolas, a pesar de que la agricultura es el segundo motor en la provincia en generación de empleo y en movimiento económico”.
Una situación de “abandono” que se ha ejemplificado en el último Plan Hidrológico de la Cuenca Mediterránea presentado por la Junta de Andalucía para los años 2022-2027, en el que del total de obras presupuestadas para abastecimiento de agua en la provincia, ni una se destina a la agricultura.
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