De Nerja a Estepona en transporte público: Seis horas, tres autobuses, un cercanías y 13 euros

Mientras la provincia reclama un tren litoral, el Gobierno anuncia estudios y convoca mesas técnicas y las administraciones locales y autonómicas piden celeridad y proyectos

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Autobús de Marbella a Fuengirola, parado en mitad de la calzada.
Autobús de Marbella a Fuengirola, parado en mitad de la calzada. / García

En Nerja, el día va remontando y en la estación de autobuses (un par de andenes a cada lado de la vía principal desde la que se ve el mar) aparece el sol después de una mañana nublada. Faltan minutos para las 15:40 de este jueves, hora estimada de la salida de un autobús directo a Málaga. La idea es llegar, en transporte público y bordeando el Mediterráneo, hasta Manilva. 

Málaga Hoy embarca en esta travesía para comprobar las conexiones por carretera de la provincia, que clama por un ferrocarril, el tren litoral, que una ambas ciudades (y continúe hasta Algeciras) y vertebre un área en la que viven más de 1,2 millones de personas y cuyo aeropuerto recibió el pasado año 22,3 millones de viajeros. En lo que va de año, a récord por mes, ya ha superado los 16,8 millones. 

Punto de partida: Nerja.
Punto de partida: Nerja. / García

Entre Manilva y Nerja hay 161 kilómetros. En coche, se tarda 1 hora y 40 minutos. Y no hay una sola opción de transporte público que las conecte sin necesidad de hacer trasbordo. Si se busca la opción alternando distintos medios de transportes, el GPS sugiere una ruta de cuatro horas y 51 minutos. Pero, –sorpresa– el último tramo redirige a un taxi o VTC. Desde Estepona hasta Manilva sólo hay un autobús, el L-77, con dos salidas, una a las 13:00 y otra a las 21:10; sin posibilidad de regreso. Tarda 38 minutos, por lo que, si lo hubiéramos completado sin inconvenientes, hubiésemos llegado a las 21:48; seis horas y ocho minutos de trayecto.

En ese tiempo, si hubiese subido en un tren de Alta Velocidad en María Zambrano, hubiese cruzado España casi por completo para llegar a Barcelona. En un autobús directo, hubiese sobrado tiempo para comer un bocadillo en la estación de Méndez Álvaro de Madrid. O podríamos haber llegado en avión a Reikiavik, Islandia (4 h 50 min); Estocolmo, Suecia (4h 15 minutos), o Estambul, Turquía (4h 25 min) con tiempo suficiente para hacer el control de seguridad y embarcar sin prisa.

La reivindicación de un tren litoral que una ambas ciudades no es nueva, tiene ya más de dos décadas; pero tras varios intentos de impulsarla, parece que nunca termina de arrancar. El ferrocarril de la Costa del Sol ha vivido tres negaciones, dos estudios de viabilidad y es la historia de un agravio. Ahora, el Gobierno –después de decir en diferentes ocasiones que se carecía de documentos que lo sustentasen o que no era viable– se ha sentado con todas las administraciones implicadas y se ha comprometido a iniciar los estudios y convocar las reuniones técnicas necesarias para sacarlo adelante.

Mientras llega, Málaga hoy embarcó en tres autobuses distintos y un cercanías durante casi seis horas para llegar desde Nerja hasta Estepona. En total, los billetes costaron 12,84 euros (el Estado bonifica, al menos hasta que acabe el año, el bono de Cercanías).

Existen otras opciones más directas, el GPS recomendaba otras por las que tomar dos, o tres autobuses, dependiendo de la hora de partida y salida. Uno, en el que ya hemos montado, desde Nerja hasta Málaga capital y que gestiona Alsa. Y desde allí se puede optar por ir directo a Estepona (con paradas en Aeropuerto y Marbella) o, bien, según la hora, es más conveniente llegar hasta Marbella y de allí conectar con el municipio vecino. En este caso, si todo va de cara, el viaje no ocuparía menos de 3 horas y 54 minutos.

Tras parar en Torrox, el autobús se integra por la A7. El Gobierno central acaba de adjudicar un estudio para resolver los problemas de movilidad de esta zona: los atascos en hora punta se multiplican. El último, este mismo miércoles, supuso unas retenciones de más de 12 kilómetros tras un accidente en el malagueño barrio de Ciudad Jardín. "Como malagueña, le pido al Gobierno un plan de choque para solucionar los atascos; que pase de los estudios a los proyectos", afirmó Patricia Navarro, delegada de la Junta de Andalucía en Málaga, esa mañana.

Por suerte, el autobús no sufre ningún tipo de retención más que un par de semáforos ya en El Palo. Son las 16:42 cuando llega al Muelle Heredia. La estación tiene las horas contadas, todos los proyectos de la Málaga del futuro la acaban por mover o eliminar. Justo al lado, en la Plaza de la Marina, el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, vislumbra un proyecto faraónico en tres partes: el Plan Málaga Litoral.

Este pasa, en resumen, por crear dos nuevos intercambiadores modales, uno en la Estación de tren y otro en Plaza de la Marina; pero también por soterrar el tráfico desde el Hotel Miramar hasta pasado el Soho (incluido el Paseo de los Curas, que se convertiría en un espacio peatonal) para conectar con esta última estación. El coste estimado es de más de 400 millones de euros, aunque debe ser actualizado por la inflación. De la Torre cree en él hasta el punto de defender que es más fácil y económico, y darle prioridad al tren a Marbella. Esto fue, claro, antes de presentar un proyecto para el ferrocarril que conecte con la única ciudad de más de 150.000 habitantes que está conectada mediante vías (lo hizo de la mano de Unicaja, sería un tren de altas prestaciones, costaría 2.100 millones y podría estar hecho en ocho años).

A las 16:51 piso el andén de la estación de Alameda central del Cercanías mientras ve el tren irse. Toca esperar 20 minutos al siguiente y supone uno de los motivos por los que un viaje se despega del plan ideal previsto por el GPS. Dos minutos más tarde llega Celia: "¿Ha pasado ya el tren de y 50?", pregunta. Respuesta afirmativa. "Al menos hoy no habrá ningún tren estropeado y pasan cada 20 minutos, ¿no?", continúa. Celia tiene 24 años y trabaja y vive en Torremolinos, pero lleva una semana viniendo a diario a la capital por una formación, ayer [por el miércoles], afirma, un tren de cada dos no pasaba, "se había roto y en vez de cada 20 minutos, circulaba uno cada cuarenta, imagina, íbamos todos como sardinas en lata".

Estación de la Alameda a la llegada del Cercanías.
Estación de la Alameda a la llegada del Cercanías. / García

A seis minutos de que llegue el convoy, una pareja de mediana edad se queja de la cantidad de gente que espera: “esto que venga Puente [Óscar, ministro de Transporte] y lo vea”. Lo cierto es que, pese a la aglomeración que se percibe en el andén, los pasillos tienen, aun bastante espacio. Todos los asientos sí están, por supuesto, ocupados antes de cerrar las puertas. 

El ferrocarril sale puntual del corazón de Málaga capital, voy a sacar el ordenador, para intentar aprovechar el viaje, pero finalmente opto por seguir tomando notas en el móvil, será más cómodo. Recuerdo a Javier Castillo: su primer libro lo escribió en estos vagones, aprovechando los viajes de ida y vuelta entre ambas estaciones de camino al trabajo. De ahí, a vender millones de ejemplares, que Netflix lo convirtiese en una serie de éxito y anunciarse en la Quinta Avenida de Nueva York. No espero que este reportaje acabe en una de esas grandes pantallas de Times Square, pero sí puedo empatizar con la dificultad que entraña escribir en un Cercanías repleto. 

Con el devenir de las paradas, los pasillos van llenándose, alcanzando su punto de máxima ocupación en el Aeropuerto, unas maletas bajan y otras entran, cada vez hay más gente de pie, pero aún no se ha rozado, siquiera, lo que Celia ha denominado antes ir "como sardinas en lata”. 

Esta línea del Cercanías es (partiendo de datos previos a la gratuidad) la que cubre mayor porcentaje de sus gastos con sus ingresos (un 70%) y tiene un aprovechamiento superior al 80% de media. Ante estos datos, lo lógico sería reforzar la flota y poner más trenes. Así prometió el Gobierno que lo haría ("un tren cada 15 minutos y cada menos, si es posible", dijo Puente), pero es difícil verlo a corto plazo, gran parte del trazado va en vía única, por lo que se producirían cuellos de botella. Tampoco se puede, ahora mismo, circular con trenes en doble composición, cuatro estaciones cuentan con andenes más pequeños que los 100 metros que estos necesitan. Este problema sí es atajable en un menor plazo.

A las 17:54 llego a Fuengirola. Tres horas después de empezar el viaje necesito hacer una parada en el baño y refrescar la garganta. Más tarde descubriré que me cuesta el segundo imprevisto, cuando afronto la taquilla de Avanza para pedir un billete a Estepona, la respuesta es que el último ha salido hace cinco minutos y que el siguiente está programado a las 20:25. A cambio me dio una alternativa: un billete a Marbella y, desde allí, salir a Estepona.

Fuera, un hombre de camiseta deportiva roja, barba descuidada y blanca y tono oliváceo de piel sustituye a una pantalla de información: "¡Málaga, directo!", grita ante el autobús que se aproxima. Así va cantando cada uno de los vehículos que llegan y se van desde ese trozo de calzada que se identifica como estación por tener un par de señales y un "reservado bus" en pintura blanca sobre el suelo. El punto de colapso parece fácil de alcanzar, como se demuestra cuando llega el MA-220, mi autobús. "¡Marbella, Mijas Costa, Elviria...!", gritan a mi espalda.

Un vehículo delante, otro detrás, el autobús no puede parar en el andén –si se le puede llamar así– y lo hace en medio de la carretera. Es un vehículo articulado, "¡los que tengan billete ya, a la puerta de atrás!", grita un trabajador de la empresa. Raudos atendemos la llamada. Delante sólo se quedan los que pagan su ticket al conductor.

Esta es una de las 73 líneas de transporte por carretera que la Junta de Andalucía ha sacado a concurso para volver a adjudicar después de años con la concesión caducada –también la de Nerja o la que me llevará a Estepona, no hay línea en la provincia que mantuviera la vigencia del contrato–. La más golosa de toda Andalucía es justo la que une, vía A7, la capital con Marbella y Algeciras y parte de los 30 millones de euros.

En ese tramo, pese a que el Gobierno registra hasta 400.000 movimientos diarios en esa vía e incluso el Gobierno central reconoció la congestión del mismo durante la cumbre por la movilidad que mantuvo con alcaldes y administraciones el pasado mes de julio. Sin embargo, el transporte público supone sólo un 7% de esos movimientos, cuando la media nacional está en torno al 13%.

Estas vistas al Mediterráneo bien podrían merecer una hora de bus entre Fuengirola y Marbella.
Estas vistas al Mediterráneo bien podrían merecer una hora de bus entre Fuengirola y Marbella. / García

Entre Fuengirola y Marbella, en el autobús de línea, hay más de 30 paradas. Algunas parecen tan cercanas que da la impresión de que al vehículo no le da tiempo siquiera a coger una velocidad digna para la A7. Pese a ello, una hora después de salir llega a la estación de autobuses de Marbella. Son las 19:30. Si hubiera partido en coche, me habría dado tiempo ya a llegar a Manilva, comprar unas uvas del terreno o un paquete de chicles, y estar de vuelta en Nerja viendo el Balcón de Europa.

Sin embargo, tengo que esperar media hora a uno de los pocos –me dicen en la ventanilla– autobuses directos entre esta estación y la de Estepona. En total, una hora para llegar al destino. Espero frente a los andenes 7 y 8, donde me han prometido llegará mi bus, aunque es la hora en punto y aún no ha aparecido. Mohamed me reclama, está esperando también, aunque a otro bus y tiene una urgencia, él también tiene que pasar al baño y me pide que le cuide la maleta. "Rápido –le digo– en cualquier momento llega mi bus". Asiente y corre. A la vuelta, le da tiempo a contarme que va a Algeciras, viene a visitar a familiares, "si hubiera un tren a lo mejor vendría más", tampoco es una afirmación muy rotunda, el autobús entre ambas ciudades sale casi cada hora y no hace muchas paradas.

Pasan las 20:00 y el bus aún no ha llegado a la estación de Marbella.
Pasan las 20:00 y el bus aún no ha llegado a la estación de Marbella. / García

No da tiempo a mucho más, a las 21:10 llega mi autobús al andén. Viene de Málaga capital y ha parado en el Aeropuerto, es uno de los que el GPS me había recomendado antes tomar. La autopista está vacía y le permite compensar el retraso. De optar por la A7, podría haber sufrido retenciones, bien a la altura de Puerto Banús, bien a la entrada de San Pedro, a la altura del soterramiento. Son dos de los puntos negros que Tráfico señala todos los años en sus campañas de verano.

El PP pide que, para aligerar esta congestión, el Gobierno libere la autopista o, al menos, la bonifique. Es una de las más caras del país por kilómetro. La respuesta es clara: liberar el peaje sería más caro que hacer el tren litoral hasta Marbella. El secretario de estado de Transportes, Jose Antonio Santano, dejó una puerta abierta a la esperanza: prometió estudiar una bonificación del mismo a estudiantes y trabajadores. Aún no se ha concretado en ningún hecho.

Estepona: fin de trayecto.
Estepona: fin de trayecto. / García

Por fin, a las 21:32, llego a Estepona. Ocho minutos la han separado de seis horas entre transporte público, transbordos y esperas. No me atrevería a decir que ha sido una odisea, ni yo un héroe clásico; pero tampoco se puede esconder que hubiese preferido un tren, o al menos un autobús, sin muchas complicaciones. Y, también, haber podido llegar hasta Manilva. Aún queda volver.

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