Nueva normalidad en los Erasmus de la Universidad de Málaga
Cuatro estudiantes acogidos al programa de movilidad relatan sus experiencias
Málaga/Realizar un curso en el extranjero sigue siendo una de las oportunidades más golosas para los universitarios. El programa de movilidad Erasmus acrónimo del nombre oficial en inglés European Community Action Scheme for the Mobility of University Students (Plan de Acción de la Comunidad Europea para la Movilidad de Estudiantes Universitarios) al que se adquieren año tras año estudiantes de Málaga, supera niveles de antes de la pandemia. Un total de 939 alumnos de la universidad malagueña han conseguido esta beca para el curso 2021/2020. Una cifra que se situó en 889 en el año 2019/2020, cuyas solicitudes se realizando antes de que el virus irrumpiera en el país. A pesar de que aparezcan nuevas variantes constantemente y que las olas de contagio inunden de manera periódica a la sociedad, los universitarios han decidido aventurarse en esta experiencia, demostrando una adaptación a esta nueva normalidad.
Italia seguido de Polonia, Portugal, Reino Unido y Alemania son los destinos preferidos por la mayoría de los estudiantes de la UMA. Sin embargo, los alumnos de los grados de Traducción e Interpretación y de Estudios Ingleses optan por Reino Unido e Irlanda como destinos preferentes. Aunque en las solicitudes de este curso no se ha podido elegir el país británico, ya que ha sido el único convenio que no ha renovado la universidad malagueña tras la salida del país de la Unión Europea que ha endurecido los requisitos lingüísticos y de visado. El resto de destinos se mantendrán hasta 2027. Los grados que mayor cantidad de solicitudes Erasmus agrupan son los de Marketing e Investigación de Mercados, Psicología, Estudios Ingleses, Derecho y Traducción e Interpretación.
No son pocos los estudiantes extranjeros que eligen la capital de la Costa de Sol para vivir su experiencia de movilidad. Para el primer cuatrimestre de este curso y año completo se recibieron 967 solicitudes, el año anterior 635 y el curso previo a la pandemia 1.689. Italia, Alemania, Francia y Polonia componen fundamentalmente los países de origen de estos universitarios.
En este contexto sanitario, cuatro estudiantes de la UMA que viven o han vivido la experiencia Erasmus cuentan sus vivencias.
“Quería salir de España y el virus no me frenó”
Ana Palma es estudiante de Educación Primaria en Wroclaw, una ciudad polaca. Desde la residencia de estudiantes en la que se aloja, la malagueña relata que la experiencia está siendo gratificante. Tal y como se la esperaba. “He podido viajar, disfrutar de la ciudad e ir a la universidad”, indica. Ana explica que la situación sanitaria no supuso un freno a la hora de partir en esta aventura. “Quería salir de España, ya llevábamos dos años con la Covid-19 entre nosotros y sabía que iba a haber medidas pero no me lo pensé”. Ana añade que le tranquilizó el haber conocido las experiencias de compañeros que se fueron el año anterior. “Cuando llegué a primeros de curso parecía que no existía el virus en esta ciudad, no usaban la mascarilla en el transporte público ni en los supermercados. Tampoco había restricciones de aforo ni de horarios”, apunta Ana quien añade que antes de Navidad, debido al impacto provocado por la variante Ómicron, impusieron algunas normas para contener los contagios aunque las califica de leves.
A la estudiante le sorprende la dinámica en la Universidad. “Los erasmus damos las clases de forma aislada, sin estar en contacto con los polacos. Cuando iniciamos el curso nos advirtieron que teníamos que llevar la mascarilla, aunque los autóctonos, tanto profesores como alumnos, no la llevan” , explica.
Una Europa cerrada
La experiencia de Marta Ruiz estuvo focalizada en el aprovechamiento académico. La estudiante de arquitectura desarrolló el curso académico 2020-21 en la ciudad polaca de Poznand. Fue una de las 470 personas de la UMA a la que le concedieron la beca en el pasado ejercicio. Un año en el extranjero marcado por las restricciones y las clases telemáticas. “Conseguí aprobar 72 créditos en un año. Me beneficié de que las asignaturas eran online, donde la exigencia era significativamente menor que en Málaga”, indica. La parte académica la valora como “lo mejor del Erasmus”, ya que la ciudad estuvo prácticamente confinada desde octubre hasta mayo. “Había turnos para ir a comprar, todos los bares y restaurantes estaban cerrados, no se podía hacer nada”, afirma Marta explicando que hacían “vida” en la residencia.
La futura arquitecta explica que al llegar en septiembre la realidad era diferente a la de España, ya que no había ningún indicio de que el virus circulaba por el mundo. Todo cambió cuando una chica Erasmus española contrajo la infección y comenzaron a contagiarse los compañeros. Marta se infectó y tras pasar la cuarentena el panorama se torció. “Viajábamos continuamente, aunque llegábamos a los emplazamientos y no había nada abierto. Solo paseábamos”. “En varias ocasiones tuvimos que modificar las rutas ya que cerraron algunas ciudades”, relata.
“Considero que la experiencia no cumplió con mis expectativas, aunque decidí irme sin pensar en la Covid-19, ya que me tranquilizaba que iba con cinco amigas de la carrera”, explica. Marta achaca su pequeña decepción a que ya desarrolló la experiencia de vivir fuera siendo universitaria en tercero de carrera cuando le concedieron la beca SICUE a Sevilla.
Un Erasmus en dos destinos
Samuel Navas comparte sus vivencias desde su habitación, en Bucarest. Aunque su destino asignado es Petrosani, una ciudad de Rumanía que acoge a 45.195 habitantes. El estudiante de Ingeniería Industrial explica que al ser las clases online, el grupo de erasmus decidió establecer su residencia en Bucarest. “Petrosani es muy pequeña y no ofrece posibilidades de ocio. Además somos únicamente trece erasmus en la ciudad, once de ellos españoles”, explica. “Iniciamos el curso allí y contactamos con la coordinadora de estudios de la ciudad rumana. Le explicamos la situación y que estábamos dispuestos a regresar a Petrosani siempre que sea necesario”, relata Samuel. El estudiante afirma que hasta el momento no han recibido notificaciones de que tengan que acudir presencialmente a la universidad, pero que son conscientes de la situación.
“Estoy muy contento, viajo mucho, conozco a otros estudiantes y tengo facilidades en el estudio”, así resume la experiencia el futuro ingeniero. En cuanto a las restricciones, el malagueño expone que desde que llegaron, los bares y restaurantes cierran a las 22:00 y que deben enseñar el certificado de vacunación incluso para entrar en centros comerciales. “Son estrictos con el uso de la mascarilla, hay que llevarla siempre que salgas de casa. Además multan si es de tela”, afirma Samuel.
Un Eramus exprimido al 50%
Araceli Villega en una estudiante que se encuentra en Timisoara, Rumanía. La joven achaca que la situación sanitaria repercute en su experiencia, ya que a veces es “frustrante”. Sobretodo indica que al ser las clases online, echa en falta las vivencias universitarias y la relación con profesores y alumnos autóctonos. “He podido viajar y conocer a estudiantes españoles, aunque noto que me falta algo”, indica la estudiante de Publicidad y Relaciones Públicas.
“Las restricciones son duras. Los establecimientos cierran a las 21:00 y hay toque de queda para los que no están vacunados. Además, en la residencia tenemos que comer por turnos, no podemos aglutinarnos más de cuatro personas en la cocina y estamos bastante vigilados”, explica Araceli quien añade que las medidas se tomaron en octubre y que hasta ahora no han cambiado. “La experiencia en general ha sido buena (su estancia duró un cuatrimestre y recientemente ha vuelto a casa), pero sé que no he vivido el Eramus plenamente”, resume.
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