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"Sin optimismo podemos ser buenos domadores pero no educadores"

Balcón de Notables. Miguel Ángel Santos Guerra.

Para Santos Guerra la escuela no debe de formar "a los mejores del mundo sino a los mejores para este"

El problema es que se viven tiempos de individualismo y competitividad exacerbada

El catedrático emérito de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de Málaga en la Facultad de Ciencias de la Educación. / Fotografías: Marilú Báez
Cristina Fernández

25 de junio 2017 - 02:01

Es cercano, de trato cálido y siempre tiene algún chiste o anécdota bajo la manga para encandilar a su auditorio. Con un currículum casi inabarcable, lo que deja claro en sus ponencias, en sus libros, es sencillo: que el buen maestro es el que pone su corazón en sacar lo mejor de sus alumnos, el optimista, el que trabaja de forma constructiva.

-¿Qué nota le pondría a la educación en España?

-Pues le pondría buena nota. Sin duda. Hecho que no me impide reconocer sus limitaciones ni las imperiosas exigencias de su mejora. No puedo comparar más que positivamente la educación que yo tuve con la que hoy tenemos. El primer cambio de calado es que hoy está escolarizada prácticamente toda la población infantil y juvenil. Antes solo estudiaban unos pocos. La educación en España tiene luces y sombras. Ni es perfecta ni es desastrosa. Pero tiene más luces que sombras. Es la clásica historia de la botella medio llena y medio vacía. Corremos el riesgo de aplicar tópicos y frases hechas para analizar el sistema educativo. Y lo hacemos según nuestros intereses, los eslóganes al uso y las exigencias de nuestro sello ideológico. Acabo de leer el libro de Grimson y TantiFanfani Mitomanías de la educación argentina. Muchos de los 63 mitos que analizan y desmontan los autores valen para nuestro sistema educativo. Uno de ellos es el de que la enseñanza privada es mejor que la pública.

-¿En qué falla el sistema educativo?

-A mí me preocupa, sobre todo, la selección y la formación de los profesores. Creo que nadie duda de la importancia que tiene la tarea educativa para las personas y para las sociedades. Dice Herbert Wells que "la historia de la humanidad es una larga carrera entre la educación y la catástrofe". Creo, además, que la tarea educativa tiene una extraordinaria complejidad. En cualquier profesión, el mejor profesional es el que más y mejor manipula los materiales. En ésta es el que más y mejor los libera. Pues bien, para realizar esta decisiva y difícil tarea tendríamos que elegir a las mejores personas del país, y no a las que no sirven para otra cosa. Y tendríamos que formarlos de manera más rigurosa para hacerles competentes en la tarea que han de realizar en un mundo lleno de incertidumbre y en unas instituciones cargadas de prescripciones y sujetas a una enorme presión social.

-¿Y qué ha mejorado estas últimas décadas de investigación pedagógica?

-Hemos mejorado en todo. Hoy nos preocupa la atención a la diversidad, sabemos que cada alumno aprende con su estilo, con su ritmo y con su motivación y capacidad. Hemos mejorado en la forma de entender la esencia de lo educativo como un proceso de desarrollo integral, se ha transformado la metodología haciéndola más participativa y dinámica, se ha modificado la forma de entender la evaluación como un proceso de diálogo, comprensión y mejora. En otro orden de cosas, se ha pasado de una concepción autoritaria de la dirección a una visión más participativa, colegiada y democrática. Y qué decir de la mejora de las condiciones: la ratio (en la trayectoria general) ha mejorado, las escuelas están mejor dotadas, hay más especialistas…

-¿De qué pasta debe de estar hecho el docente?

-Tiene que poseer competencias relacionadas con el saber, disciplina que enseña, saberes psicopedagógicos, conocimiento del mundo y de la institución… Otras relacionadas con el saber hacer, destrezas didácticas, habilidades comunicativas, manejo de las Tics… Y, sobre todo, tiene que tener competencias relacionadas con el ser, integridad moral, cercanía emocional, autenticidad profesional y coherencia personal. Enseñar no es solo una forma de ganarse la vida. Es, sobre todo, una forma de ganar la vida de los otros. El docente tiene que ser una persona apasionada y optimista. Sin optimismo podemos ser buenos domadores pero no buenos educadores. La educabilidad se rompe en el momento que pensamos que el otro no puede aprender y que nosotros no podemos ayudarle a conseguirlo. La profesión docente gana autoridad por el amor a lo que se enseña y el amor a los que se enseña.

-Aquí son muchos los que infravaloran al maestro cuando en otros países son figuras de relevancia... ¿Qué sería necesario para cambiar esta percepción?

-Estoy de acuerdo. La sociedad debería mimar a los docentes. Son el ejército de salvación de la sociedad. Tiene autoridad aquella persona que ayuda a crecer. La palabra autoridad proviene del verbo latino auctor, augere, que significa hacer crecer. Tiene autoridad aquella persona que ayuda a crecer, a madurar, a desarrollarse. Quien aplasta, silencia, humilla, controla, castiga y oprime, tendrá poder, pero no tiene autoridad. No comparto esas formas de imponer autoridad como las tarimas en el aula. Freinet quemó la tarima una mañana en la que los niños tenían mucho frío. ¿Perdió Freinet su autoridad?

-¿Y los padres, cómo y cuánto nos equivocamos en el terreno educativo?

-Las generalizaciones son siempre abusivas. Hay tantos tipos de padres y madres como de alumnos y alumnas. Exactamente dos: los inclasificables y los de difícil clasificación. Es decir, que cada familia es un mundo. Lo que veo con claridad es que la participación de los padres y las madres, de los dos, no ellas solamente, es indispensable en la comunidad educativa para que haya una tarea eficaz. Sin la familia: imposible. Todas las piedras que los padres tiran sobre el tejado de la escuela, caen sobre las cabezas de sus hijos. Las familias tiene que participar en el proyecto educativo de la escuela y, por supuesto, tener en cuenta que la primera escuela es la casa. Importa mucho el valor del ejemplo. El ruido de lo que somos llega a los oídos de nuestros hijos con tanta fuerza que les impide oír lo que decimos.

-¿Hoy se educa en tiempos revueltos? ¿Por qué?

-Sí, son tiempos revueltos. Por muchos motivos. El primero porque vivimos inmersos en la cultura neoliberal que contradice casi todos los presupuestos de la educación: individualismo, competitividad, obsesión por los resultados, relativismo moral, privatización de bienes y servicios, imperio de las leyes del mercado y capitalismo salvaje. Hoy la escuela y el profesional que trabaja en ella tienen que ser contrahegemónicos. Tenemos que formar en las escuelas no a los mejores del mundo sino a los mejores para el mundo. A los niños les ofrece la sociedad modelos por la vía de la seducción frente a los modelos que les ofrece la escuela y la familia por la vía de la argumentación. Estamos instalados en la incertidumbre, en la provisionalidad, en la crisis de los valores tradicionales. Hoy no les podemos decir a los hijos y alumnos que si estudian tendrán un puesto de trabajo bueno y seguro. Por otra parte, vivimos en una cultura digital que brinda conocimientos a raudales, pero muchas veces contaminados por intereses políticos o comerciales, cultura que también ha modificado la esfera de las relaciones.

-Es profesor emérito de la Universidad de Málaga, ¿cómo la ve desde dentro?

-La Universidad debería ser un faro moral de la sociedad pero no siempre lo es. Llegué de la Complutense siendo ya profesor titular.Tuve que repetir la oposición para trabajar en ella. Era una Universidad naciente. Ha crecido mucho, aunque tenemos muchos retos pendientes tanto en docencia como en investigación.

-Su trabajo le ha llevado a conocer los sistemas educativos de otros países, ¿cuáles son los nexos comunes y cuáles las principales diferencias?

-Es imposible comparar con rigor lo incomparable. Cadapaís tiene su historia, su contexto, su idiosincrasia. Sí se puede aprender de concepciones, de iniciativas y de experiencias que han emprendido si se ha comprobado que han tenido buenos resultados. Siempre se puede aprender si se tiene voluntad de hacerlo.Hacer autocrítica, abrirse a la crítica y tratar de ver lo bueno que se hace en otros lugares es un camino hacia la mejora.

-¿Por qué obsesiona tanto el informe Pisa y por qué España nunca sale bien parada?

-Porque vivimos en la cultura de los titulares. Si leyésemos el Informe PISA de forma completa, si conociésemos lo que dicen sus propios creadores, veríamos que no se puede atribuir todo el resultado a las escuelas. Y se hace. Lo que más me preocupa del Informe PISA es el para qué se hace, por cierto, hay muchos que se están haciendo ricos con él y ¿a quién ayuda, a quién mejora?

-¿Cree que ahora tenemos la juventud mejor preparada de la historia?

-Otra comparación difícil de hacer. Porque pone en situación de contraste dos realidades diferentes, dos épocas diferentes, dos situaciones diferentes. Si yo me comparo con mi hija, el contraste no resiste ni una mirada: toca el piano, es bilingüe, monta a caballo, se mueve por la red como por casa, ha viajado a muchos países…

--¿Entienden la cultura del esfuerzo?

-He aquí otro tópico. ¿Quién ha dicho que no es necesario el esfuerzo? ¿Quién ha dicho que no hace falta voluntad para aprender? Sin embargo ese tópico se ha instalado en la opinión de manera contundente. Me refiero al que dice que la LOGSE acabó con el esfuerzo e los escolares. Mentira. Sin esfuerzo no es posible hacer nada. Claro que la entienden.

-¿Considera que esta nueva Málaga de los museos, de la cultura, generará una sociedad más culta?

-Hace años escribí un artículo titulado La ciudad educadora. No es igual una ciudad que otra. Claro que influye en la formación de la ciudadanía. La ciudad educadora es silenciosa, ecológica, culta, limpia… Y al revés. La ciudad debería construirse para los niños, como dice mi amigo Francesco Tonucci. Si fuera así, todos cabríamos en ella.

--¿Cómo percibe la evolución de la ciudad? ¿Qué asignaturas tiene Málaga pendientes?

-Formé parte durante cuatro años del Consejo Social de la ciudad de Málaga. Presidí la mesa de educación y en los trabajos diagnosticamos muchas necesidades e hicimos muchas propuestas de mejora. Hay diferencias agraviantes. Hay pobreza infantil, miseria, incultura… No podemos olvidarnos de los desfavorecidos, esa ha de ser la prioridad. Pero yo creo que no solo hay que preguntarse qué puede hacer Málaga por sus ciudadanos sino qué tiene que hacer cada uno para tener una ciudad mejor, más habitable, más culta, más hermosa. Yo brindo a todos los habitantes de Málaga este lema: "Que mi ciudad sea mejor porque yo vivo en ella".

Cuando la vocación docente es para toda la vida

Está jubilado, aunque la condición de profesor emérito es vitalicia. Esto supone que se mantiene el vínculo institucional aunque no tiene compromiso académico. Aún así, a Santos Guerra le gusta tanto la docencia que no la abandona y este año ha participado en el máster como profesor invitado. "La jubilación debería de ser un derecho pero no una obligación", considera. En plena madurez, con ganas de continuar y muchos más conocimientos que cuando empezó con 19 años, el catedrático se quejó a la rectora de "discriminación por la edad". De su prolífera y duradera etapa de investigación -dirigió un grupo durante tres décadas- han nacido 74 libros publicados y ha dirigido casi 40 tesis. "No es igual lo que puedes aportar ahora que cuando acabas de terminar los estudios", asegura. Por eso, dice, "habría que aprovechar más la experiencia". Tiene una hija de 12 años porque, dice, "hice los deberes de la vida tarde" y habla con absoluta pasión de su profesión, la de maestro. Ha sido profesor de Primaria, de Bachillerato, director de un colegio y docente en la Universidad Complutense y en la de Málaga. Ha pisado la realidad y de su camino por ella quedan miles de herramientas para usar en el aula.

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