La ex pareja de Lucía “se fabricó una coartada” y “sobreactuaba”
Juicio por el crimen de la mujer en Alhaurín de la Torre
Guardias civiles defienden la validez de las pruebas que recogieron durante la investigación
El juicio por la muerte de Lucía Garrido, cuyo cadáver fue hallado en 2008 en la piscina de su finca de Alhaurín de la Torre con una puñalada en el cuello, golpes en la cabeza y signos de asfixia, continuó ayer con la declaración de agentes de la Guardia Civil que entonces participaron en la investigación del caso. Uno de ellos fue el funcionario que, cuando mataron a la mujer, de 35 años, trabajaba como jefe interino del Grupo de Homicidios. El agente señaló a Manuel Alonso, ex pareja de la víctima, como el “supuesto inductor del homicidio, supuesto inductor del homicidiocolaborador necesario para que se produjera”.
Para justificar su sospecha, destacó que la de este hombre es una “coartada muy exagerada” que llegó a “fabricar” y que fue “fulminante” y “constante” el “acoso” que ejercía sobre la mujer “desde la separación”. El “único objetivo” no era sino que ésta abandonara la vivienda.
El guardia civil proporcionó ante el jurado popular que enjuicia el caso un minucioso relato acerca de cuáles fueron los movimientos de Lucía durante las horas previas a su muerte. Según la investigación que entonces practicaron, la mujer se desplazaba desde hacía dos meses todos los miércoles a Málaga para cuidar de una persona mayor. “Usaba siempre el mismo itinerario. Ese era el día en que mejor podían controlar sus pasos”, afirmó el investigador. Hacia las 10:00, la víctima compró una colonia que después le regalaría a su madre.
De vuelta a la finca de Alhaurín de la Torre, donde residía junto a su hija, de entonces 13 años, fue asesinada. Ni la cerradura de la casa estaba forzada ni tampoco el acceso a la parcela, lo que desde el principio llevó a los agentes a descartar que los responsables del crimen quisieran robar. “Al autor le facilitaron la entrada”, resaltó el guardia civil.
Según describió, Manuel Alonso madrugó el día de autos. A las 8:00 del 30 de abril de 2008 tomó café y propuso a un vecino que le acompañase a la provincia de Cádiz “para un negocio”. Éste se negó. Un par de horas más tarde, el salió de su domicilio con su actual pareja “y pasó por tres peajes”. Contaba con varios tiques que lo justificaban. “Quería tener fiscalizado el trayecto por parte de las cámaras de grabación de la autopista o de la gasolinera”, apostilló el entonces jefe de Homicidios, que considera que la ex pareja de Lucía “sobreactuaba ante las cámaras” para “conseguir un primer plano”.
Según las pesquisas, repostó en dos ocasiones, en apenas 100 kilómetros. Por segunda vez acudió al zoológico de Castellar de la Frontera “para regalarle al dueño un perro mastín”. “No vieron justificada su presencia allí. Éste consideró que lo había utilizado para fabricarse una coartada. Sintió miedo”, declaró el guardia civil.
Los investigadores de la Guardia Civil que declararon en calidad de testigos coincidieron en defender la validez de las pruebas y remacharon que siguieron el protocolo de actuación habitual en investigación de homicidios. Así, recalcaron que las muestras recogidas no se contaminaron y negaron que en la casa, a diferencia de lo que declaró Manuel Alonso, se encontraran 48.000 euros.
La hija declara que su padre las amenazaba
La hija de Lucía Garrido aseguró ayer durante el juicio que su padre vertía “amenazas” sobre su madre “para asustarla y que nos fuésemos” de la casa en la que habían residido todos antes de la separación. “Las dos estábamos muy asustadas”, relató la testigo, que tras la separación vivió con su progenitora en la casa familiar al otorgársele el uso de la misma. La joven, que declaró tras un biombo para no ser vista, dijo que su madre “siempre estaba muy inquieta, lo pasaba muy mal, adelgazó muchísimo, estaba temerosa por todo y yo lo pasaba mal porque la veía vivir de esa forma”. Tras la separación de sus padres, la hija dijo que él, que mantuvo un tiempo en la misma finca el negocio de animales exóticos que previamente tenía, les dejó sin coche, sin agua y sin luz incluso por las noches; “escuchaba cómo le decía a mi madre que teníamos que irnos de la casa, que teníamos que irnos por las buenas, por las malas o si no ella saldría en una bolsa de basura”. Asimismo, la joven explicó que estaban acostumbradas a los animales exóticos que había en la finca y que a ella no le hacían nada, hasta que él “dejó de alimentar a los leones. Empecé a tener miedo”. Igual que cuando los perros que guardan la finca de la entrada de gente extraña “desaparecieron una semana antes” del crimen. / Europa Press
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