La ex pareja admite que Lucía Garrido “ponía problemas” para su negocio pero niega su relación con el crimen
Juicio por el crimen de la mujer en Alhaurín de la Torre
El supuesto autor material del crimen de la mujer declara que su ADN “no está en la llave y que es “un cabeza de turco”
La ex pareja de Lucía Garrido, la mujer hallada muerta en 2008 en la piscina de su finca de Alhaurín de la Torre tras haber sido golpeada en la cabeza con un ladrillo y apuñalada, admitió ayer que ésta había comenzado a “poner problemas” con el negocio de animales exóticos que tenía en la vivienda. No obstante, negó su relación con el crimen. “Ella no tenía que entrar en la finca e igual que yo en la casa. Yo podía llevarlo, pero estaba en la ruina. No quería más”, declaró Manuel Alonso, al que las acusaciones particulares, en representación de familiares de la víctima, acusan de un delito de asesinato como supuesto autor intelectual y de otro de malos tratos habituales.
La Fiscalía, por el momento, no lo acusa aunque tampoco le considera inocente. “Siempre se ha sospechado que podría ser el hombre de atrás que busca al sicario” y que está vinculado “a negocios turbios” por “tráfico de drogas y de animales exóticos”.
La defensa de Manuel Alonso sostuvo en la primera sesión del juicio que no hay “ni una sola resolución que diga que la finca era una guardería de droga” y detalló que se encontraron 48.000 euros en la casa de Lucía, preguntándose si “alguien quiso ajustar cuentas con ella”.
Sin embargo, las acusaciones particulares que representan a familiares de la víctima insistieron en que “Manuel Alonso es esencial en el asesinato, por un objetivo económico que dirigió utilizando ciertas influencias del resto de acusados”: “Necesitaba a toda costa que la finca en la que vivía con su hija pasara a sus manos para un proyecto de depósito de animales”. Los letrados consideran que la ex pareja de Lucía “manipuló a los acusados para conseguir el crimen, haciéndoles ver que ésta conocía los negocios sucios de drogas y armas”.
Por su parte, Ángel Vaello, que sí está acusado de ser el presunto autor material del asesinato, defendió hasta en tres ocasiones que su ADN “no está en la llave” y que es “un cabeza de turco” por sus antecedentes. Se refería a la llave que, según el relato inicial del fiscal, fue encontrada en el lugar del crimen “con un pequeño rastro biológico de ADN que al principio no se identificó”. Pero ocho años después, el avance de las técnicas en materia de identificación desarrolladas por el Servicio de Criminalística de la Guardia Civil permitió “identificar la huella”. Vaello y su abogado, que defiende la “ausencia de pruebas incriminatorias”, niegan que sea suya. Estuvo 25 meses en prisión.
“Jamás he estado en esa finca ni he tocado esa llave”, declaró el investigado, quien resaltó que el día de autos se examinó “del carné de conducir tras circular durante tantos años sin tenerlo” y que después celebró el cumpleaños de su madre. No conocía ni a Lucía ni a Manuel.
El juicio, en el que, según el fiscal, "todos los acusados tienen una coartada, lo que da que pensar”, arrancó con las primeras exposiciones después de constituirse el jurado popular que juzgará también a dos guardias civiles. Uno de ellos, Amador Pérez, como autor intelectual, contra el que Vaello cargó en su declaración y llegó a acusar de utilizar su ADN para implicarlo porque “es el único guardia civil con el que había discutido”, concretamente por la concesión de un circuito de motos que había salido a subasta pública en 2013.
Unas acusaciones de las que el agente, ya jubilado, se defendió, al tiempo que arremetió contra efectivos de Asuntos Internos que investigaban el crimen. “Tenía que declarar un guión que ellos me estaban presentando. La película era: por mis cojones te comes el asesinato”, declaró Amador. “¿Usted es un pez gordo como para que se falsifiquen los atestados”, le preguntó el fiscal, quien reconoció lo “fácil” que lo tiene “un policía corrupto para enriquecerse, robando a los traficantes”.
El fiscal, contundente: “Lucía sabía demasiado. Fue un crimen premeditado y cobarde”
El de Lucía Garrido fue un “crimen premeditado y cobarde que consistía en pillarla desprevenida en una ratonera para que no tuviera ninguna escapatoria”. Así lo entiende el representante del Ministerio Público, para quien la mujer “sabía demasiado –sobre los negocios turbios de su ex pareja– y que sus asesinos tenían buenas razones para eliminarla”. “Había callado a base de amenazas. No se fiaban de que tuviera la boca cerrada; ese es el verdadero móvil de la muerte”, sostuvo.
Según el relato aportado por la Fiscalía, la ex pareja de Lucía “demostró ser tan violento como los otros acusados”. Fue en abril de 2009, un año después del crimen, cuando sufrió el asalto de dos individuos –colombianos–” a los que mató a tiros. Alegó defensa propia. En palabras del fiscal, estos pretendían “robar droga y dinero”. Una causa que se investiga y que “fue clave para esclarecer el crimen de Lucía”.
Asimismo, el representante del Ministerio Público destacó el “calvario” que Lucía soportó y “todos los palos que pusieron en las ruedas las instituciones”. El “empuje de la familia y de la AUGC, con su búsqueda de la verdad”, permitieron la reapertura del caso cuatro años después del asesinato.
El fiscal también se refirió a un testigo protegido actualmente en paradero desconocido. Así, indicó que se investiga si dos de los acusados han intentado “descubrir su identidad para presionarle y hacerle cambiar su declaración”. Se buscaba “a un sicario para que atentara contra su vida”. Las autoridades tomaron medidas “y el plan pudo abortarse”. “No es de extrañar que el testigo haya puesto tierra de por medio y no se le haya podido citar”, subrayó el fiscal.
Además, advirtió de “un acceso clandestino a bases de datos de personal de la Dirección General de la Guardia Civil buscando información personal de los agentes que participaron en la investigación”.
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