Pateras-taxi, el nuevo negocio del narco: de Marruecos a Málaga en media hora por 10.000 euros

En lanchas neumáticas como las de los clanes de la droga, con capacidad para una veintena de inmigrantes y en apenas media hora: así son los viajes exprés desde África a la Costa del Sol

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Trasladan a inmigrantes desde Marruecos (previo pago) y después los arrojan por la borda cuando están próximos a tierra. Cada viaje exprés a España, con una veintena de tripulantes a bordo, lo hacen en lancha, una semirrígida –como las del narco– de unos doce metros de eslora y con dos potentísimos motores fueraborda. El patrón o los patrones son meros conductores: llegan, dejan a los pasajeros y se dan la vuelta mar adentro para seguir haciendo caja con esta actividad ilícita. Las pateras-taxi, como se les conoce en el argot policial, ya han llegado a la Costa del Sol, según revela la secretaria general de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) en Málaga, Inmaculada Rodríguez. Es la nueva modalidad de la mafia para favorecer la inmigración irregular mediante rutas rápidas desde el norte de África. Un trayecto de apenas media hora por el que los narcos cobran a aquellos que se someten a la arriesgada experiencia entre 10.000 y 20.000 euros, aunque el coste puede variar según las condiciones del mar. “El objetivo es recaudar dinero. Si no ganan con la droga, lo buscan de otra manera. En cada patera caben unas 20 personas; solo hay que multiplicar para saber lo que ganan”, apostilla la portavoz sindical.

El futuro de los ocupantes es incierto. Una vez la embarcación que les ha llevado a España se aproxima a una cala, donde el mar ya no cubre, se lanzan al agua para alcanzar la arena seca y poder salir huyendo hacia su nueva salida. Algunos –los menos osados– son amenazados para que se tiren. Ninguno puede echarse atrás. “No tienen empatía ni aprecio ninguno por la vida”, denuncia la investigadora.

"En cada patera caben unas 20 personas. Las arrojan al agua; no le tienen aprecio a la vida”

El patrón de la patera viaja como un tripulante más y trata de pasar desapercibido para no ser interceptado como el piloto. Es conocedor de que si se le identifica se le puede investigar penalmente como autor de un delito contra el derecho de los ciudadanos extranjeros. Además, se le puede atribuir otro de pertenencia a la organización criminal que se ha ocupado de captar a los inmigrantes para realizar ese viaje de manera ilegal. Saben que no es lícito entrar de esta forma en territorio español, como tampoco lo es manejar una neumática de tales características.

Los expertos en la lucha contra el narcotráfico recelan de que el surgimiento de estas pateras-taxi suponga, ni siquiera a largo plazo, un freno al tráfico de hachís. “No nos equivoquemos, mientras haya más de 30 millones de consumidores –de esta droga– en la UE, siendo Marruecos de los mayores productores, hasta aquí se seguirán desplazando para evitar la presión policial”, manifestaba en una entrevista reciente el presidente de la Coordinadora Antidroga Alternativas del Campo de Gibraltar, Francisco Mena, a quien le preocupaba especialmente que ya se hubieran detectado narcolanchas cargadas de cocaína que recogen la mercancía de buques procedentes de América en alta mar.

"Mientras haya más de 30 millones de consumidores –de esta droga– en la UE, hasta aquí se seguirán desplazando para evitar la presión policial”

Para ganarle la partida a los potentes clanes de la droga que operan en la costa, el Servicio Marítimo de la Guardia Civil de Málaga cuenta con 40 agentes “para cubrir las 24 horas del día”. En palabras de la portavoz de la AUGC, la plantilla tendría que incrementarse un 20%, hasta alcanzar, como mínimo los 70 u 80 efectivos. Con estas cifras en la mano, se puede pensar que si en tierra las fuerzas se igualan, en el mar la lucha se asemeja a la que protagonizarían un galeón con 300 cañones frente a un bergantín con una veintena.

La unidad marítima de la Guardia Civil cuenta con dos embarcaciones destinadas, entre otros, a descabezar al narco en una costa como Málaga, con una extensión de175 kilómetros. La primera de estas lanchas, considerada de “transporte rápido”, tiene, según la portavoz de la asociación, entre “15 y 20 años” de antigüedad. La segunda, de aluminio, es ligera y no supera los “4 o 5” de media. La creciente desigualdad de fuerzas entorpece la batalla que los investigadores libran contra las potentes narcolanchas de las mafias marroquíes con pilotos expertos y temerarios que vuelan a 60 nudos. David contra Goliat se enfrentan cada día en el mar.

La narcolancha que embistió a una zodiac de la Guardia Civil en Barbate

El dinero que mueve la droga

El panorama empeora en la zona del Estrecho, “muy conflictiva y donde el narcotráfico campa a sus anchas”. “La situación está mal. No hay efectivos suficientes para paliar. Hay mucho déficit de guardias civiles a nivel nacional”, sostiene la secretaria de la AUGC en Málaga. Las narcolanchas están equipadas con tres o cuatro motores fuerabordas, cada uno de ellos valorado en 30.000 euros. La capacidad de carga de estas narcolanchas suele rondar las tres toneladas. Un kilo de hachís se vende a unos 1.400 euros. Es decir, cada viaje reporta unos beneficios de 4.200.000 euros. De ahí hay que restar lo que cobra el piloto de la goma (unos 50.000 euros); el gepero, encargado del GPS durante el viaje (20.000 euros); marineros, que se encargan de la carga y descarga de la mercancía (10.000 euros); notario, que es la persona de confianza del dueño de la droga en Marruecos y la organización española, que se lleva un porcentaje según la carga; el botador, que traslada la goma desde su escondite hasta el mar, y que suele llevarse 5.000 euros; los petaqueros, que surten de víveres y gasolina a los ocupantes de las gomas y que cobran entre 500 y 2.000 euros cada hora de trabajo; la colla, formada por personas que descargan la mercancía en la playa y las transportan a los vehículos que luego los trasladan hasta las guarderías (3.000 euros); los transportistas, que llevan los todoterrenos (entre 10.000 y 20.000); y, por último, los puntos, los peones de menor rango que se encargan de vigilar los movimientos policiales durante el alijo (300-500 euros). Una organización perfectamente estructurada y jerarquizada.

También conocidas como planeadoras o gomas, las narcolanchas se han convertido en auténticos ‘fórmula uno’ del mar. Según fuentes jurídicas, están valoradas en unos 100.000 euros, una suma importante que las mafias invierten dentro de su logística y que no están dispuestas a perder. Es la guerra. Una batalla eterna que se ha cobrado dos nuevas víctimas –esta vez en Barbate– y que no parece tener un final próximo.

De los viejos capos a cacharros salvajes

Los viejos capos, más proclives a aceptar ciertos códigos de comportamiento frente a los cuerpos de seguridad, adquiridos desde que en este sur del sur se inventó el contrabando de tabaco, han dejado paso a unos cachorros más salvajes y que no dudan en disparar, atropellar o arrollar con sus potentes lanchas a quien sea para defender su cargamento. Una existencia al otro lado de la ley que desde 2016 se ha cobrado una veintena de vidas en una negra lista que desde el pasado 9 de febrero tiene dos nombres más tras la tragedia en Barbate: los guardias civiles Miguel Ángel Gómez González y David Pérez Carracedo. En España las neumáticas y semirrígidas que suelen llevar hasta cuatro motores y superan los 110 kilómetros por hora fueron prohibidas en 2018, dentro de las medidas que impulsó el Plan Especial contra el Narcotráfico en el Campo de Gibraltar para dificultar la acción de las redes de tráfico de hachís y para recuperar ese principio de autoridad mancillado. Pero, seis años después, varios investigadores consultados consideran que siguen campando a sus anchas. Incluso la Fiscalía Antidroga ha pedido ayuda a la Armada en Cádiz ante el imparable avance del narcotráfico.

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