"La escuela en Los Asperones ya no es algo ajeno: los padres son antiguos alumnos"

PATXI VELASCO | DIRECTOR DEL CEIP MARÍA DE LA O DE LOS ASPERONES

El director del colegio María de la O analiza los retos y oportunidades a los que se enfrentan cada año a propósito del inicio de curso

Los Asperones, Fase 2: La pobreza y sus lamentos invisibles

Patxi Velasco, en una imagen reciente.
Velasco, en una imagen reciente. / M. H.

Patxi Velasco lleva vinculado al Colegio María de la O de Los Asperones desde hace dos décadas. Allí hizo sus prácticas de Magisterio, regresó como monitor de verano y también como vigilante de comedor. Aunque no han sido los únicos puestos en los que se ha desarrollado. A fecha de hoy, sigue afrontando el desafío diario de la educación como director del centro. Un septiembre más, Velasco vuelve a las aulas junto a su equipo para dar lo mejor de sí a los alumnos, así como a todo aquel que precise su ayuda tras haberse convertido en toda una institución para la gente del barrio. Su labor, sumada a la de "otros muchos maestros sin los que nada hubiera sido posible", como él mismo se encarga de recalcar, ha arrojado frutos más que visibles en las calles. Y también en el denominado mural de las estrellas que preside una de las fachadas del centro, donde cada vez que un antiguo alumno pasa la Secundaria se coloca una de color rojo, y ya van más de 90, a la que se suma una de oro en reconocimiento a José Francisco Gómez Heredia, primer graduado universitario del barrio.

Pregunta.¿Cómo es una vuelta al cole en Los Asperones?

Respuesta.Es una aventura muy intensa que afrontamos como un reto y un proceso de acogida. Se trata de poner en marcha un montón de resortes que creen un clima propicio para que los alumnos puedan aprender. Desde la logística habitual como la puesta a punto de los ordenadores, el comedor, las actividades extraescolares o las complementarias hasta lo más singular. Nuestro centro no es uno convencional, sino de compensatoria. Cuenta con un diseño especial para combatir las desigualdades del contexto de pobreza y exclusión en el que se encuentra: tenemos desayunos, actividades de refuerzo por las tardes… Otra de las principales inquietudes cada año es conocer qué maestro continúa y cuál no. Se renuevan con frecuencia y están los que quieren estar. Para nosotros es muy importante la continuidad, aporta mucha seguridad. Tenemos, además, una particularidad muy hermosa: todos los niños matriculados son gitanos. Eso abre para nosotros una nueva oportunidad: diseñamos cuentos adaptados a su cultura, enseñamos su lenguaje, nos adaptamos a su realidad.

P.Hay, por tanto, lugar para la ilusión

R.Sí, completamente. Ahora mismo, por ejemplo, estamos preparando un proyecto precioso con otros diez colegios sobre la música. Consiste en que niños de distintas edades con diferentes instrumentos puedan hacer una misma melodía, todo al mismo compás y armonía. En ese juego de diseñar, organizar y preparar hay mucha ilusión del profesorado. 

P.¿Y a la hora de aplicar los programas? Imagino que no todos los alumnos parten de una misma base

R.Tratamos de ser un colegio con un nivel de competencia curricular similar al de otros. Aunque es verdad que en muchas ocasiones nos falta base en el alumnado. A lo mejor los niños en vez de empezar a leer en Primero lo hacen en Segundo, pero no dejamos de ser un colegio ordinario. Supone mucho esfuerzo, porque hay varios niveles en una misma clase. Enlaza con lo que te decía de la armonía: cada uno lleva un ritmo e intentamos que todos vayan al mismo compás. Para ello, hacemos mucho hincapié en los procesos de lectura y escritura. Les damos muchísima importancia. Son las herramientas que permiten acceder al conocimiento. El soporte de asociaciones como Maristas o instituciones como la UMA ayudan mucho. También tratamos que quienes no tienen necesidades compensatorias se matriculen en otros centros fuera del barrio. Intentamos que los niños se relacionen con otros de fuera, que hagan excursiones, que conozcan otros contextos. En clase, tenemos que explicar qué son los escaparates, los buzones, los semáforos… porque allí no hay. Nosotros somos como una UCI, queremos poder pasar a todo el mundo a planta.

P.¿Percibe algún cambio a lo largo de las generaciones desde que entró al María de la O?

R.Sí, tenemos mucha esperanza. Las cosas van cambiando mucho porque la escuela ya no es algo ajeno a las familias. Los padres son antiguos alumnos. El mantra de que hay que acudir al colegio ya ha calado. Antiguamente, la clave residía en que el niño no fuera analfabeto; ahora leer y escribir saben. Lo que no quita que si, por ejemplo, llega una carta del Juzgado a veces haya que leérselas. La educación tiene que servir para que cada cual sea dueño de su vida. Eso se está consiguiendo. Te digo más: cuando llegué al barrio sólo había una nómina de un hombre que trabajaba de profesor de autoescuela, ahora hay mucha gente con empleo porque tienen una formación. Casi todos los que trabajan tienen su estrella. Lo que no quiere decir que no quede mucho por hacer. Con el paso del tiempo, los problemas también se renuevan. Empezamos a tener un absentismo diferente al que podíamos tener años atrás que viene derivado de las pantallas. Muchos se quedan hasta las tantas de la noche con las tablets o móviles y nos vienen medio dormidos. 

P.Supongo que siempre que le preguntan por su labor lo harán también por los problemas a los que tiene hacer frente, ¿no?

R.Sí, claro. La educación es un proceso integral. Es muy complicado enseñar a una persona cuando no duerme bien, tiene hambre o conflictos en casa. Afrontamos las cosas de una manera global. 

P.¿Cree que el malagueño sigue teniendo estigmatizado Los Asperones?

R.Sí. Continúa habiendo mucha leyenda. Como síntoma, te digo que la gente que echa un currículum no dice que vive aquí porque sabe que esa va a ser una manera de desestimarlos. Aquí hay una realidad diversa: hay gente buena y gente mala, igual que en tu bloque de pisos. Cuando estás dentro te quitas el prejuicio porque conoces verdaderamente a la persona y desaparece la etiqueta. 

P.¿Cómo es la actitud hacia fuera? ¿La gente tiene miedo a salir?

R.Es complejo. En un 90% la gente prefiere vivir fuera, pero no en otro espacio marginal, sino de una manera más integrada. Cierto es que, a diferencia de sus padres, los jóvenes que han nacido en el barrio, que este 2024 cumple 37 años como tal, no tienen ningún sitio al que volver. Después, como digo, hay quien viene sólo a dormir y quien no sale para nada. Ese aislamiento junto a otros derivados como el consumo de droga se traduce en mucha enfermedad mental. 

P.Se ha hablado muchas veces de un plan de integración / desmantelamiento ¿Cuál es su opinión al respecto?

R.Es la eterna esperanza. Ha habido conatos y algunas familias ya forman parte de la ciudad. También temporadas en las que parecía que ni existíamos. En su día se hizo el plan director y hay expectativas de que este año se ponga algo en marcha, a lo que se suma el anuncio reciente de la Junta de Andalucía para analizar la realidad del barrio con lupa. Parece que las cosas se empieza a mover. 

P.¿Se sienten abandonados por la administración?

R.Es un sentimiento que existe, aunque es complejo cuantificarlo. Medidas como el Ingreso Mínimo Vital han cambiado mucho el panorama. Ha supuesto un alivio pero, al mismo tiempo, una dificultad para que la gente trabaje o haga cursos de formación remunerados porque no quieren perder la ayuda. Existe una realidad compleja de asistencialismo incapacitante. En ocasiones, además, la Unión Europea diseña planes para este tipo de casos sin tener en cuenta la realidad: se construyen desde los recursos disponibles y no desde las necesidades. Apostar por el empleo y la formación es excelente, aunque quizá lo que se necesita en ese entorno pese a que esté deprimido es otra cosa. Europa grita “tengo bastones para cojos” y ahora las asociaciones deben buscar cojos para repartirlos pudiendo no haber ni uno. Pero esto ya es filosofía… 

P.Los contrastes, si me permite la expresión, son demoledores. Fuera del barrio, el foco de la opinión pública está estos días en la proliferación de apartamentos turísticos en las torres de Martiricos.

R.La ciudad es cara y difícil. El modelo está orientado para que extranjeros que se jubilan puedan comprarse una casa, no para que el de aquí lo haga y subsista. Entonces, sí que hay un contraste enorme, sobre todo en materia de vivienda. Aun así, esto no se circunscribe a Los Asperones. Cáritas ya hizo un informe en el que reflejaba que 11 barrios o zonas de la capital están en una situación de pobreza invisible: Las Cuevas de El Palo, Las Castañetas, La Corta, Palma-Palmilla… En Málaga coexiste una realidad doliente.

P.Tolstói arranca su célebre Ana Karenina diciendo: “Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera”. ¿Usted, que de alguna manera vive entre dos mundos, qué opina al respecto?

R.Pienso que en Los Asperones hay mucha gente muy pobre y muy feliz demostrando que la felicidad no está en lo material. Los niños son niños siempre. Se les lee un cuento, abren los ojos y sonríen. Y eso no se puede perder por una marginación. Trabajamos por alargar la infancia hasta donde tiene que llegar, para que no vean el sufrimiento de una manera vacía. Ese es mi parecer sobre Tolstói. 

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