La sequía y los insectos fuerzan una gran tala de pinos en las zonas forestales

Operarios del servicio municipal trabajan para retirar los ejemplares afectados antes de la llegada del verano

El Ayuntamiento prueba a regar semanalmente una parcela en Gibralfaro para determinar hasta qué punto se debe a la falta de agua

Cae un árbol de grandes dimensiones en Pinares de San Antón: "Parecía una bomba, que la casa se caía"

Paisaje salpicado de copas marrones en Monte Victoria.
Paisaje salpicado de copas marrones en Monte Victoria. / Javier Albiñana

Málaga/Bastan unos minutos de caminata por cualquier zona forestal de Málaga para comprobarlo: la prolongada sequía y los insectos oportunistas están arrasando los pinos. Una transformación del paisaje, diseminado de copas marrones, a la que se trata de poner solución antes de que suban los mercurios y se dispare aún más el riesgo de incendios. A la espalda del Seminario, en Monte Calvario y Monte Victoria, trabajadores de Perica, dependiente del Área de Parques y Jardines, llevan meses motosierra en mano. La retirada de cada árbol seco conlleva "entre dos y tres horas" dependiendo de la fisionomía que tenga y lo escarpado del terreno. "Ese, por ejemplo, llevaría más", afirma un operario mientras señala un ejemplar, no demasiado ancho pero sí completamente viciado, que se cierne sobre varios coches aparcados a un lado de la carretera.

Desde el Consistorio, apuntan, son conscientes de la muerte súbita de los ejemplares desde hace un año. Y estiman que el servicio municipal ha extraído en torno a un millar de pies secos. A falta de contabilizarlos aseguran que habría "cientos y cientos" de pinos afectados en los más de 4,5 millones de metros cuadrados de áreas forestales que tiene Málaga. A mediados de mayo, recuerdan, se realizó una modificación presupuestaria, con la aprobación de 12.000 euros destinados a rubricar un convenio con expertos de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos y de Montes de la Universidad de Córdoba para, junto a los efectivos municipales y de la Junta de Andalucía, lograr atajarlo con solvencia. El problema, no obstante, no es único de la capital, ni siquiera de la provincia. "Está ocurriendo en Extremadura, Portugal, el litoral andaluz de Huelva, Cádiz... Hasta en Asturias", explican estas fuentes.

En Málaga preocupa también la situación de los pinos carrascos, piñoneros y cipreses de Gibralfaro, El Morlaco, Parcemasa o Los Montes, pulmones verdes que cada vez respiran con un poco más de dificultad, aunque los operarios de Perica actúan en otras muchas zonas. "San Antón, La Pelusa, finca La Concepción, La Virreina... En toda Málaga, en realidad", aclara uno de ellos antes de subirse de nuevo al camión. Probablemente camino al siguiente punto en que su actuación es requerida.

Troncos aún sin retirar apilados junto a la carretera.
Troncos aún sin retirar apilados junto a la carretera. / JAVIER ALBIÑANA

El principal desencadenante de la situación, a juicio del director de la Cátedra de Cambio Climático de la UMA, Enrique Salvo Tierra, que también se encuentra investigando las posibles causas, no es otro que el fenómeno que da nombre a su departamento, además de la sequía que llevamos padeciendo los últimos años. El aumento de las temperaturas, detalla, no sólo hace que la evaporación del agua del suelo sea mucho más rápida, sino que también provoca la muerte de los microorganismos de las edafosferas (primeras capas del subsuelo). "Las bacterias, los hongos, los protozoos... todo el sistema wifi que conecta con los pelos de la raíces comienza a desaparecer", afirma.

Esto, explica, ocasiona una gran debilidad a los árboles, que dejan de absorber los nutrientes y empiezan a ser víctima de enfermedades. Todo apunta, según ocurre en otros bosques de España, que el responsable de la seca sería el Bursaphelenchus xylophilus, también llamado nematodo de la madera de pino, un gusano de menos de un milímetro de longitud sin capacidad para desplazarse de un árbol a otro. Es aquí donde entra en juego el Monochamus sp., un escarabajo, encargado de agujerear el tronco, dejando vía libre al nematodo. Los siguientes pasos son la reducción de la transpiración y las alteraciones en las emisiones de la resina. Y el resultado final: el secado, que acaba con el vigor de los ejemplares en apenas unas semanas.

Pero la muerte de los pinos, recuerda Salvo Tierra, lleva aparejada otro problema. Este no es otro que la erosión del suelo, puesto que la masa vegetal es la principal encargada de afianzarlo. Por lo que la desaparición indiscriminada de estos árboles, según explica, puede generar "situaciones de riesgo muy alto al dejar de contenerlo". Sobre todo cuando se produzcan riadas en áreas especialmente abruptas, donde se sembraron décadas atrás precisamente para evitar desprendimientos. Una solución paliativa, plausible y basada en la naturaleza, adelanta, podría ser el abancalamiento tradicional. Aunque allá donde son más necesarios podrían suponer una "hazaña digna de alpinista".

Prueba piloto del Ayuntamiento en Gibralfaro

Ante esta situación, que está obligando a los servicios municipales a trabajar a destajo para retirar los ejemplares, el Ayuntamiento puso en marcha hace ocho meses una prueba piloto en Gibralfaro para comprender por completo las causas de este problema, que cada día que pasa alcanza proporciones todavía mayores. El experimento consiste en regar una parcela de unos cien metros cuadrados cada semana con el resultado de que no se están secando, por lo que todo apunta a que la causa es el debilitamiento por la falta de precipitaciones.

Pinos combados sobre el área recreativa de Monte Victoria.
Pinos combados sobre el área recreativa de Monte Victoria. / JAVIER ALBIÑANA

Extremo que el catedrático de Geografía Física de la UMA José Damián Ruiz Sinoga ve "más que factible". "Las rachas secas, es decir, los días entre cada episodio de lluvias someten a la vegetación a un estrés muy importante; cuando esto se intercala con anomalías pluviométricas, ya se puede hablar de tormenta perfecta. Y los suelos los padecen de una manera terrible", explica. Una situación que hace que "el número de enfermedades y plagas se dispare" y que a su vez conduce a que no todas las especies se adapten y acaben pereciendo. "Se puede producir, o no, un reemplazo, pero mientras tanto se ocasiona una pérdida de la cubierta", remarca.

¿Pero qué proponen ambos expertos para arreglar esto a largo plazo? Ruiz Sinoga afirma que lo más sencillo sería confiar "en la propia capacidad adaptativa del ecosistema mediterráneo" ayudada, eso sí, de "entresacas para evitar que haya tanta densidad y competencia por los recursos". Mientras que Salvo Tierra apuesta por una solución más disruptiva. "Es un debate fuerte, pero quizá habría que empezar a mirar al sur, a las zonas cercanas al desierto, y ver qué especies prosperan allí y traerlas". Sea como sea, aún habrá que seguir esperando un tiempo más hasta que expertos y técnicos sepan como atajar el problema de raíz.

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