La pobreza se eleva por los peldaños de una vieja escalera

estudio sobre segregación vertical

Tres doctores en Geografía de la Universidad de Málaga demuestran científicamente que los inmigrantes con menos recursos habitan los pisos más altos de edificios sin ascensor

Juan José Natera, Remedios Larrubia y Susana Navarro en el Departamento de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras de la UMA. / Javier Albiñana
Cristina Fernández

21 de enero 2018 - 02:25

Málaga/Partían de una hipótesis que, quizás, forme parte de la lógica de todo aquel que observe su realidad cercana. Pero había que probarlo científicamente y los investigadores y doctores en Geografía por la Universidad de Málaga Juan José Natera, Remedios Larrubia y Susana Navarro se enfrascaron en el análisis de datos introduciendo, por primera vez, la tercera dimensión, es decir, la altura. Así, analizaron dónde se concentra el flujo migratorio que llega a Málaga para trabajar y qué plantas habitan en estos barrios más vulnerables de la capital, en bloques construidos entre los años 40 y 60 y que no disponen de ascensor. Así certificaron que, sin elevador la relación entre pobreza y altura es la inversa a la que se produce cuando hay ascensor. Las plantas superiores son habitadas por personas con menos recursos.

Evidencias sobre la segregación vertical en ciudades de Europa. El caso de Málaga es el título del trabajo publicado el pasado mes de diciembre en la prestigiosa revista Papeles de Población por el Grupo Interdisciplinar de Estudios Rurales y Urbanos. "En España, que sepamos, se trata de un trabajo pionero ya que no se ha tenido en cuenta anteriormente la distribución entre plantas y más aún en el contexto de la inmigración", explica el coordinador de la investigación, Juan José Natera. "Tan solo en algunos países de Europa como Francia, Italia y Grecia han tenido en cuenta los diferentes niveles como un modo de segregación", asegura Natera.

Se analizaron datos de 2013 ofrecidos por el padrón municipal de 11 barrios vulnerables

El trabajo ha constatado que en este tipo de viviendas tanto la planta baja como las dos primeras están ocupadas en un 75% por población española y extranjeros no laborables, principalmente inmigrantes de países de la Unión Europea o del espacio Schengen. Este dato contrasta con el de los extranjeros laborables, mayoritariamente de Marruecos, Nigeria, Ucrania y Rumanía en edad de trabajar, que apenas representan un 20%. "El análisis ha reafirmado nuestra idea de que las capas más pudientes de la sociedad urbana tienen una amplia capacidad de elección de vivienda, mientras que, en el otro extremo del espectro, dicha capacidad está muy menguada," subraya el doctor.

Los datos analizados corresponden al año 2013 y proceden del padrón municipal. Los doctores subrayan que eligieron ese año por ser el pico más alto de empadronamiento de extranjeros en el municipio con unas 47.000 personas. "Solicitamos un procesamiento especial que nos hicieron desde la oficina del padrón puesto que la información sobre la planta no se reflejaba en los datos abiertos", dicen los doctores. "Teníamos una sospecha y lo primero que vimos fue una diferenciación de corte económico, donde no hay ascensor cuanto más bajo sea el piso más caro es y los menos pudientes tienden a concentrarse en las plantas superiores porque son más baratas", agregan. De los recién llegados a los once barrios que fueron objeto de estudio en 2013, los de nacionalidad española se concentraban en las plantas bajas y nigerianos y marroquíes eran los más representados en los pisos altos. "Los paraguayos son los extranjeros que tienen una situación más parecida los españoles y están mejor representados en las plantas más bajas", indica Juan José Natera.

Barriada Girón, Hazas Cuevas, Carranque, Dos Hermanas, Portada Alta, 4 de Diciembre, Santa Julia, 25 años de Paz o Torres de la Serna son algunos de los once entornos evaluados por los investigadores. "Todos tienen las mismas características, bloques de la autarquía, sin ascensor, de tres a cuatro plantas construidos en zonas que luego fueron consideradas por el Ministerio como barrios vulnerables", señala Remedios Larrubia. En todos ellos, la pobreza se eleva a la vez que se suben los peldaños de una vieja escalera. También el color de la piel influye, igual que la cultura y el idioma. La cercanía con los latinoamericanos hace que la brecha con los españoles no sea tanta como la que viven los inmigrantes laborales subsaharianos, por ejemplo.

"Muchas investigaciones se hacen para confirmar lo que intuyes, como en este caso, que hemos querido dar una base científica a nuestras sospechas puesto que nadie se había puesto a medirlo y cuantificarlo anteriormente", dice Susana Navarro. Alrededor de un año de estudio invirtió el equipo de investigadores en analizar los datos "que se podrían extrapolar a otras barriadas similares de ámbito nacional", consideran.

Con esta nueva dimensión, se completa la línea de investigación que comenzó la doctora Carmen Ocaña hace ya tres décadas y que pretende visibilizar las desigualdades que sufren las personas de menos recursos. En 2011 otro estudio de ámbito andaluz vinculaba también al colectivo inmigrante "las peores viviendas, edificios ruinosos, en mal estado y repletos de deficiencias", subraya Mercedes Larrubia. Como indica Natera, "la base de la diferenciación social es la económica, dime lo que puedes pagar y te diré dónde vives".

"Subir la compra es lo peor, pero nos gusta el piso"

Rafatu y Ajara son dos hermanas de 21 y 19 años que estudian español en las clases que ofrece la ONG Málaga Acoge. Llegaron desde Ghana hace un año y aún les cuesta adaptarse al idioma y a la cultura del lugar. Sin embargo, no pierden la sonrisa y aunque echan de menos su país, aquí están "contentas", aseguran. Viven en un tercer piso sin ascensor en la barriada de Hazas Cuevas, en la calle Alférez Huelin Vallejo. "Subir la compra es lo peor", confiesan. No obstante, aseguran que les gusta el piso que comparten con sus padres y otros dos hermanos menores. De los seis miembros de la familia, tan sólo su padre tiene trabajo, por lo que fue necesario recurrir a un alquiler barato. Su vivienda cuenta con tres habitaciones, una cocina, un salón y un baño. "Tenemos vecinos españoles y de diferentes países, comentan". Entre los alumnos que asisten a las clases de español se encuentra también Aminatu, una mujer de 32 años y natural de Burkina Faso que progresa con el idioma a pesar de que aún le cuesta bastante la comunicación. Es madre de cuatro hijos y vive en una segunda planta sin ascensor. Comenta que paga 400 euros de alquiler y que tiene que subir cargada con bolsas o con el carro del bebé. Lleva cuatro años en España pero ella no ha trabajado, "he estado enferma", confiesa. Su marido ha tenido contratos temporales en el campo, pero nada fijo que les permita mejorar sus condiciones de vida en el país. La planta baja de su vivienda está ocupada por una familia española, afirma, y dice que su casa "es grande", que tiene dos habitaciones, salón, cocina y baño. Cerca de su domicilio habitan muchas familias llegadas desde el continente africano.

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