Una polémica que echa humo

Médicos desaconsejan el cigarrillo electrónico porque retiene en el hábito de fumar mientras las tiendas lo defienden como una alternativa al tabaco

Un hombre con un cigarro electrónico.
Leonor García Málaga

01 de diciembre 2013 - 01:00

Cataluña va a equiparar el cigarrillo electrónico al normal, la Unión Europea prepara una normativa para considerarlo un producto sanitario de modo que tenga que pasar controles específicos y Andalucía ha anunciado que regulará su uso a fin de prohibirlo en centros sanitarios y educativos. Mientras, los fabricantes y las tiendas que lo comercializan lo defiende como una alternativa más sana que el tabaco. La polémica echa humo.

"El cigarrillo electrónico no es un dispositivo eficaz para dejar de fumar y además no es seguro porque no conocemos su composición". Así de rotundo se muestra Salvador Oña, experto en deshabituación tabáquica de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) en Málaga. Según este facultativo y ex fumador, el cigarrillo electrónico no sirve para dejar el tabaco porque mantiene a las personas "atrapadas" en el hábito. "Retiene a los fumadores", según Oña. Para el médico, ya existe una "nicotina medicinal limpia" de venta en farmacias en forma de parches, pastillas o chicles. Estos fármacos, explica, pasan controles sanitarios que garantizan su composición y dosis. Por ello, en su opinión, no procede una nicotina a la que llama "sucia" porque se desconocen sus dosis y sus compuestos.

Oña asegura que en algunos fabricantes se ha detectado al menos una sustancia cancerígena (nitrosamina) y otra adictiva (nicotina). Para este experto de la AECC, el problema del cigarrillo electrónico es doble: por un lado frena el abandono real del hábito -ya que el fumador reduce el tabaco normal y lo compatibiliza con el cigarrillo electrónico- y por otro, es una puerta para que se inicien los adolescentes. Oña afirma que mientras lo chicles de nicotina liberan de uno a cuatro miligramos de esta sustancia, los cigarrillos electrónicos sueltan hasta 30 miligramos. "La posibilidad que tienen los adolescentes de engancharse es real. Es una vía de entrada al tabaquismo porque crea adicción", resalta. El boom del cigarrillo electrónico se produjo a principios de 2011, después de que se prohibiera el tabaco en todos los establecimientos públicos, incluidos bares, restaurantes y discotecas. El vacío legal sobre su consumo propició la proliferación de su comercio.

"A mí me lo ofrecieron para vender, pero como no tiene controles como un producto sanitario no lo quise", sostiene la propietaria de una farmacia del centro. Muy cerca hay un kiosco que sí los vende, junto con prensa y otros productos. "Tiene nicotina. Será adictivo, pero no es cancerígeno. Que prohíban el tabaco. El cigarrillo electrónico no será bueno, pero el cigarrillo de toda la vida es peor", argumenta. Luego añade que a ella la polémica no le preocupa porque en su kiosco vende muchos más productos.

En la Alameda Principal se ubica Eco Smoke, una tienda solo dedicada a la comercialización del cigarrillo electrónico. Sus socios defienden la especialización porque sostienen que sus productos son de calidad y tienen su correspondiente prospecto. Además, piden que se regule el sector porque "hay mucho intrusismo". Ante la polémica suscitada tras el anuncio de su regulación en Cataluña, sus propietarios creen que hay un "acoso" a las tiendas destinadas a este producto y esgrimen que no está demostrado que sea cancerígeno. Y como último argumento añaden: "Hasta los médicos nos compran".

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