Un problema de base

En el fútbol se aceptan socialmente prácticas y comportamientos incívicos que en cualquier otro ámbito serían reprobados · Algunas tensiones derivan en agresión

Imagen de archivo de una pelea en el fútbol base malagueño.
J. A. Navarro Arias / Málaga

10 de octubre 2010 - 01:00

Un nuevo episodio violento salpicó el pasado fin de semana al deporte base malagueño. Otra vez al fútbol, la práctica deportiva que protagoniza más de estos capítulos. Ocurrió en la localidad de Vélez-Málaga, donde un jugador del Preferente cadete de la Escuela de Fútbol Francisco Castejón fue agredido con un martillo en el estadio Vivar Téllez. Los hechos se produjeron al término del partido de Liga entre el conjunto veleño y La Mosca, de la capital. Ganó el equipo local (2-0) y el partido había terminado en una tangana. Pero la agresión ocurrió más tarde. Tras ducharse los jugadores, un futbolista de La Mosca la emprendió a martillazos con otro del conjunto local, de 15 años. Se puede tratar de un hecho aislado que no ocurre todos los fines de semana, pero periódicamente agresiones de este tipo sí que se suceden en el fútbol base malagueño. Curiosamente en otras disciplinas deportivas los índices de conflictividad son mucho menores. ¿Qué está ocurriendo?

La mayoría de testimonios de actores implicados coinciden en señalar que se trata de un problema "de base", en niveles profesionales el fútbol es igualmente el deporte más conflictivo, y aunque afirman que de un tiempo a esta parte se trata de corregir, reconocen que falta todavía "mucho camino por recorrer". El mismo fin de semana, en un encuentro de Primera alevín que enfrentaba al Málaga CF y al El Palo, un futbolista del conjunto visitante cogió el balón con la mano dentro del área al escuchar el silbato de un campo anexo. El árbitro señaló penalti pero el jugador malaguista echó la pelota al portero en un gesto de deportividad. He aquí la cara y la cruz, pues en el fútbol base se trata de enseñar valores y educar a los niños. Pero la realidad es que todos los protagonistas consultados reconocen que existe demasiada tensión en los campos.

Hace unos años hubo un árbitro del fútbol base malagueño, Ángel Andrés Jiménez, que se dio a conocer a la opinión pública por su singular forma de atajar los gestos violentos de los campos de fútbol. "Cuando escucho el primer insulto de cualquiera de las personas que se encuentran en el campo, detengo el encuentro e informo a los delegados de ambos equipos para que tomen medidas. Si éstos persisten, detengo el partido y llamo a la Policía y no se continúa hasta que lleguen los agentes. Si los insultos persisten suspendo el partido", explica. Este colegiado entiende que "el deporte sin respeto no es tal y en niveles de base, la educación está por encima de todo", por tanto, afirma que "un niño no puede jugar un partido mientras escucha cómo se viola la dignidad de un ser humano, ya sea de un compañero, de algún entrenador o del árbitro".

Este árbitro, aunque en su día aspiraba a dedicarse a ello profesionalmente e incluso llegó a ser asistente en Tercera, ahora sólo arbitra como hobby. En su vida diaria es profesor de Secundaria y Bachillerato. Tiene claro dónde esta el problema y afirma que "la violencia en el fútbol es parte de una cultura asumida", es decir, un problema de base. "Se pasa a concebir como normal cosas que en cualquier otro escenario cualquier se escandalizaría. En el tenis sería una barbaridad insultar al juez de silla y seguramente el partido no continuaría. Mucho más en una tienda de ropa, por ejemplo. Pero en el fútbol no condenamos las muestras de violencias y es normal que un estadio entero coree cánticos que incitan a la violencia, por ejemplo contra el árbitro, si permitimos lo pequeño termina pasando lo grande. Lo cierto es que estas cosas no pasarían nunca en un partido de tenis", argumenta.

La iniciativa de Jiménez ha sido secundada por un árbitro de Baleares y otro de Navarra. En cada encuentro los niños portan una pancarta donde reza el lema Deporte sin insulto. "Cuando en la grada los padres y familiares ven que sus chiquillos llevan ese mensaje les hace reflexionar", dice. Este árbitro considera que debería de existir alguna campaña de forma permanente a pie de campo que sirva para ir sensibilizando poco a poco a todo el mundo, pero lamenta que sólo se hacen cosas puntuales cuando ocurren sucesos como el de Vélez Málaga, que se lee un manifiesto contra la violencia y se pasa página. "Los gestos puntuales sirven, pero menos, hay que darle continuidad a las iniciativas para que calen", reivindica. En este sentido considera que las agresiones físicas en el fútbol base malagueño han descendido en los últimos años, pero no así las verbales que considera de vital importancia controlar para que las segundas no se produzcan.

Distintas víctimas de agresiones consultadas por este periódico afirman que prefieren no pronunciarse "para no refrescar la cosa". Igualmente, conocidas personalidades del fútbol base malagueño entienden que "no es buen momento para hablar". Dentro de este mundo, muchos critican que el deporte base sólo es noticia cuando se producen actos violentos. Igual que de los toros sólo se habla cuando un torero sufre una cornada. Pero partiendo del fondo pedagógico y social que tiene el fútbol base, su nivel de conflictividad es incuestionable, como reconoce el propio presidente del Atlético Juval, Manolo Díaz, responsable del club decano de la capital, que ha dirigido durante dos etapas más de un cuarto de siglo.

"El nivel más bajo de todos los deportes que existe lo tiene el fútbol, lo que pasa aquí no ocurre ni en el baloncesto, ni en el voleibol ni en ningún sitio y en la mayoría de los casos detrás de toda esta agresividad hay futbolistas frustrados, ya sean padres o entrenadores que exigen a los niños resultados cuando no entienden que están aquí para recibir una educación con el deporte como herramienta", arguye Díaz. El Atlético Juval organiza todos los años un campeonato que denomina baby, para niños de 4 y 5 años que aún no tienen licencias federativas. "Este año celebraremos la cuarta edición pero ya me planteo eliminar a un par de equipos porque el año pasado fueron impresentables. Nos quejamos de los niños mayores, pero ver jugar a niños que en algunos casos no tienen ni 3 años con los padres como salvaje en la grada es lamentable", añade.

Pero el presidente del Juval destaca la labor que se está realizando por parte de todos los clubes para atajar los episodios violentos y asegura que "el fútbol hubo una época que era horrible". Los medios con los que cuentan los equipos han evolucionado, empezando por unas modernas instalaciones. También la forma de entender la competición y su valor pedagógico. Educar antes que competir. Y según las fuentes consultadas los equipos base malagueño están integrados por niños de todos los perfiles sociales. Sin embargo, destacan la existencia de entrenadores que priman por norma los resultados por encima de todo, lo que deriva según apuntan a que a la larga sus equipos, allá donde entrenen, son equipos conflictivos.

Uno de los clubes que ha arrastrado peor fama históricamente es el 26 de Febrero, el titular del Distrito Palma-Palmilla. Pero la realidad es que en los últimos años ha sido de los que menos altercados ha protagonizado y cuando ha ocurrido ha sido fuera de su estadio, dicen fuentes consultadas. Sus directivos, como Fernando Muñoz, saben que la realidad social del barrio es complicada y son conocedores de su mala fama, por ello ponen los medios cambiar esa realidad. "Nosotros sabemos cuando en un equipo nuestro tenemos algún jugador conflictivo, a veces son varios, pero sabemos que si viajamos con estos niños tenemos que estar encima. En otros clubes igual tienen menos niños conflictivos pero no les prestan la misma atención", dice Muñoz. En este club la labor social va más allá del terreno de juego. "En el barrio teníamos niveles de absentismo escolar muy grandes pero con el fútbol estamos contribuyendo a erradicarlo, aquí quien no va a clase y se porta bien en el colegio, no juega el fin de semana. Le obligamos a venir con el resto del equipo, pero lo sentamos en el banquillo para que aprenda la lección. Entre los más mayores hacemos lo mismo pero como muchos tienen motos, si les vemos circular sin casco también tienen su castigo. Así son las normas y ellos lo saben", explica este directivo del 26 de Febrero, que además trabaja con los servicios sociales del distrito. A su juicio las personas que trabajan con niños, como árbitros y entrenadores, deberían recibir unas nociones para saber tratar con ellos, aunque reconoce que en un porcentaje importante los problemas llegan desde la grada.

Ni en las canchas de baloncesto, ni de ningún otro deporte, existe la misma presión que sobre un campo de fútbol. Joaquín Martínez es árbitro provincial de baloncesto y dice que "lo del fútbol es otro mundo", pero subraya que en sus partidos a veces también se viven momentos tensos. Martínez entiende que el deporte base es un reflejo del profesional y por eso el fútbol es el más polémico. "Una vez participé como monitor en un campus de fútbol pero no lo vuelvo a repetir por nada, los niños tienen menos respeto, parece que todo vale", sentencia. El problema parece que es endémico de una sociedad que en muchos casos canaliza su irá en el fútbol y contamina hasta la base, aunque en el día a día se trabaja para eliminar los puntos negros.

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