Visto y Oído
Emperatriz
En la calle pasan cosas", repite Concha Rodríguez (Málaga, 1961) para explicar cómo un puñado de vecinos sin más armas que la utopía han conseguido que vuelva a latir el corazón de un barrio casi terminal. Sin subvenciones, planes públicos ni apoyo institucional, Lagunillas se levanta por encima del abandono y la degradación que le legó el malogrado proyecto de las tecnocasas para defender su esencia y protegerse de la última amenaza: la gentrificación. Aunque optimistas y armados de buen rollo, los vecinos avisan que no están dispuestos a dejarse expulsar por la eclosión de los apartamentos turísticos. De la misma manera que con 130 euros y muchas ganas convirtieron en una plaza ajardinada el solar donde se alzaba el edificio que debió ser un centro dedicado a Victoria Kent, de la misma manera que magníficos grafitis convierten el tránsito por sus calles en una aventura y una fiesta para los sentidos, están convencidos de que podrán salvar Lagunillas por muy gris que le pinten el futuro. Esa es la batalla de Concha, una guerra, advierte, que no libra sola. Ahí están Miguel, Curro, Raúl, Dita, Matías, David... La entrevista comienza con Concha sentada en el tranco de una casa desde la que llega el canto unos gallos, pero termina al galope por las calles porque Lalone, Skan y Elalfil pintan otro mural en el paredón de un descampado y el barrio es un bullir.
-¿Cómo era Lagunillas cuando era niña?
-Un apogeo. El barrio estaba lleno de vida. Había vendedores de lotería, una Campana, el bar de Enrique, que me daba leche con fresas, una carnicería, zapatería, un afilador... No falta nada.
-¿Qué pasó?
-Empezó a envejecer. Algunos negocios cerraron porque a los hijos no les interesaba seguir, pero se iba renovando y se mantenía hasta que llegó el proyecto de las tecnocasas. Nos dijeron que todo estaba en ruina, que se iban a caer los edificios y que tenían un proyecto de tecnocasas para los jóvenes, así que empezaron a expropiar y unos negocios que había muy interesantes, que los hijos habían heredado de los padres y habían mantenido, se cerraron y las familias se tuvieron que ir.
-¡Un desastre!
-Con el agravante de que se iban quienes estaban mejor situados en el barrio, pero al instalarse en otras zonas y tener que empezar de cero muchos fracasaron. Conozco a gente a las que expropiaron para las tecnocasas y ni siquiera le han pagado.
-Pero las tecnocasas nunca llegaron.
-Nunca. Empezaron a dar vueltas, pero en el barrio todo iba a peor. Vamos que ha habido navidades que no hemos tenido ni luz.
-¡¿Qué?!
-Cada dos por tres había averías y cuando eran en Nochebuena pues no podían venir a arreglarlas, claro. No se invierte en infraestructuras, ni se limpia mucho, ni se ponen papeleras... A nadie le ha preocupado el deterioro. Las familias que pudieron compraron casas fuera, otros buscaron alquileres y los edificios empezaron a quedarse vacíos y abandonados. Todo se hizo muy oscuro.
-Tocaron fondo.
-Bueno, pero sucedió que quienes quedamos salíamos a la calle de vez en cuando. Yo alquilé un local, un cuchitril muy barato en unas condiciones muy malas, porque se me quedaba la casa pequeña y tenía que buscar un sitio para el taller de cerámica que había heredado de una tía. Así que estaba en la calle y en la calle pasan cosas.
-¿Qué cosas pasan en la calle?
-La gente pasa, para, pregunta, habla... Unos iban, pero otros venían. Llegó Matías y montó La Polivalente [espacio cultural y creativo] con Dani, un trozo de mi local se lo cedí a un amigo que puso un negocio de bicicleta social... Estábamos en la calle y así tititití, tatatatá hemos llegado hasta aquí. La utopía existe. Esto es una utopía. Es una utopía que gente, cada uno de su padre y de su madre, con sus trabajos y sus vidas se dedique a quitar coches de un solar para hacer un jardín. Eso es lo que pasa en la calle.
-Vayamos por partes.
-Bueno, el más importante es Miguel, un pintor que vino de Madrid hace años y se instaló aquí. Vio que los niños no tenía ocupación y empezó a pintar paredes con ellos. Luego cogió un local para enseñarles, buscó ordenadores, pagaba la luz, lo hacía todo. Gracias a su tesón tenemos una de las cosas más importantes que hay aquí. Yo digo que Miguel es nuestro [Vicente] Ferrer, es que hasta se parece, es una balsa de bondad.
-¿La clave?
-Conocernos y querernos. Nos apreciamos y nos queremos mucho los de aquí de siempre y los que han ido llegando y se sienten Lagunillas, porque Lagunillas es una base de algo. Hay ingleses, chilenos, argentinos, gente de todos sitios que se siente Lagunillas. Pero aparte, tenemos que estar pendientes de lo que hagan los de arriba, los que no son de aquí y no viven aquí. Lo que más valoro de toda esta movida que hemos montado es que si se va a hacer algo, nosotros vamos a estar pendientes.
-O sea, que ni un invento más del tipo de las tecnocasas.
-No. Ahora, además, tenemos a personas muy preparadas.
-Haga recuento de logros.
-Se han pintado grafitis en paredes de solares y casas abandonadas, ayudado a los vecinos sentimental, económicamente y de todas maneras. Cuando pasa algo acudimos todos en piña. Cada cual aporta los recursos que puede, no hay ni que pedirlo. La plaza de La Esperanza donde estamos ahora era un terreno donde aparcaban coches y Miguel la consiguió. Nosotros lo apoyamos y lo seguimos porque no había ni un sitio para los niños del barrio. Ahora dicen que lo van a quitar, pero nosotros conseguiremos que se quede.
[La plaza no es más que un modesto vallado con un lateral multicolor gracias a los trocitos de telas de colores que Concha pacientemente anuda cada tarde y unos maceteros que atiende otra vecina].
-¿Esta plaza está en peligro?
-Dijeron que van a hacer unos bloques y si no podemos evitarlo intentaremos que por lo menos se haga lo mínimo. Queremos que esto se conserve, es bueno para todos.
-Tienen una segunda plaza donde estaba el edificio que querían dedicar a Victoria Kent, que era de Lagunillas.
-Queríamos conservar esa casa pero el Ayuntamiento la tiró de un día para otro. Dejó el solar pelao y empezaron a aparcar coches. Los vecinos lo hemos convertido en un jardín para Lagunillas. Mi idea, mi sueño sería que hubiera aquí una residencia de ancianos o una guardería. Daría mucha vida. Sería muy bonito que dijeran, '¿Tu niño está en Lagunillas? ¿Uy, y cómo has conseguido que entre?' Eso es lo que yo quisiera.
-¿Siguen las familias abandonando el barrio?
-El problemón es que las casas las están comprando empresas para apartamentos turísticos y con el argumento de que van a restaurarlas echan a los vecinos. Se han tenido que ir personas mayores que llevaban aquí toda su vida y jóvenes que habían venido y se habían acoplado. Cuando arreglan los edificios el alquiler cuesta un dineral y la gente de aquí ya no puede pagarlos.
-¿Se están comprando muchos edificios antiguos o abandonados?
-Hasta las casas que estaban enredadas porque no se ponían de acuerdo con las herencias se están vendiendo. Todo es para hacer hotelitos [apartamentos turísticos]. Como sigan así esto va a ser una ciudad fantasma. Empieza ya a ser el barrio de los carritos [maletas con ruedas] de gente que viene, está dos días y se va. Como dice el sketch de Lagunews es que no te da tiempo a conocerlos ni a darles cariño porque se pasan todo el día por ahí a dando vueltas y aquí ni están, ni comen ni ná.
[Lagunews, disponible en Youtube, reúne una serie de sketches presentados por dos personajes fabulosos e hilarantes, Lagunilla von Biskmarck y Belén Es Teban, que aborda en tono satírico la vida en el barrio y la actualidad de Málaga].
-Están en alerta máxima.
-Es que vienen te dicen, te doy tanto.... Y al final nos vamos a quedar aquí cuatro gatos. Nosotros queremos ser barrio, aunque no tengamos lujos, porque si no aquí no quedará nada y se perderá la idiosincrasia. Sabemos que las cosas que tienen que cambiar. No vamos a ser ingenuos, pero si se va a hacer algo nos tiene que gustar a todos. No vamos a permitir nada que legal y sentimentalmente no sea aceptable. Vale que haya hotelitos y que haya turistas que van y vienen, pero que respeten el barrio, que respeten la arquitectura, que hagan también pisos para familias, que no hagan bloquetazos como ya han hecho. Si legalmente solo se pueden construir edificios con un bajo y tres plantas pues a lo mejor ya no interesan tanto los hotelitos, porque si se permiten ocho plantas, pues, hala, ancha es Castilla.
-¿Qué diferencia hay entre el Soho y Lagunillas?
-Es que al Soho no he ido. No salgo de Lagunillas, pero la diferencia es que esto todavía es barrio y eso es lo que lo hace interesante. Los barrios son lo que son, lugares donde convive la gente de toda la vida con los que llegan de otros sitios y se instalan. La vida de barrio también tiene una parte itinerante, aunque aquí ya no puede venir nadie. Los precios son carísimos y no se puede alquilar nada. Además, prácticamente no hay alquileres disponibles. Las casas donde vivían jóvenes y familias las están desalojando para reformarlas y después ya no podrán volver.
-¿El Ayuntamiento les da facilidades?
-Umm, no me he codeado con ellos, he hablado poco cuando han venido por aquí. Parece que están por la labor, pero facilidades, facilidades... Mucho jaja jiji pero todavía no hemos visto nada. Han venido concejales y Raúl (vecino) ha subido con ellos a las terrazas para que vean los edificios, para, precisamente, que no vuelva a suceder lo que ha pasó antes. De entrada no se oponen porque nosotros solo queremos vivir mejor
-De dinero nada.
-Nosotros lo pagamos todo. El Ayuntamiento y la Junta tienen su tenque tenque, pero nosotros cuando le vemos posibilidades a un solar nos organizamos para adornarlo y poner plantas.
-O sea que los artistas que están haciendo ese mural tan excepcional en el paredón del solar de la calle Vital Haza...
-Lo pagan ellos todo. Lo más que logran es un bocadillo que les da Enrique, una Coca Cola que les lleve yo o que un día les dé 20 euros porque se hayan quedado sin dinero para las pinturas. El Ayuntamiento dijo que iba a traer macetas para el jardín, pero al final las llevamos nosotros. Pusimos cada uno 20 euros y compramos 90 euros de grava y 40 de arena. Ahí es donde hemos hecho un ciclo de cine, la fiesta de fin de año, dos Lagujazz [conciertos de jazz]... La comida la pone Curro, del economato, que es otra cosa que él ha hecho aquí. Es que en el barrio hay mucha movida.
-El movimiento vecinal se agrupa bajo el paraguas El futuro está muy Grease. ¿Más musical que pesimista?
-Cuando abrí el local lo llamé sin futuro, pero empecé a hablar con unos y otros, me animaban y me ayudaban mucho. Un día encontramos un cartel tirado junto al Teatro Cervantes del musical Grease, así nació El futuro está muy Grease.
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