"Prometí que iba a darlo todo para hacer justicia por Lucía" (y ha cumplido)
LUIS PORTERO | ABOGADO DE LA FAMILIA LUCÍA GARRIDO
El primogénito del que fuera el primer fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, asesinado en el año 2000 por ETA, ha representado a la familia de la mujer asesinada en 2008 en Los Naranjos
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Luis Portero de la Torre (50) se reconoce malagueño "por los cuatro costados", aunque ha vivido la adolescencia y parte de su juventud en las Islas Canarias, Granada, Irlanda y Estados Unidos. Quiso ser actor, pero en el derecho encontró la verdadera pasión que un día su padre, primer fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía -asesinado por ETA en el año 2000- , le inculcó. La herida de su pérdida está cerrada, asegura. Si bien, el legado que le dejó será eterno. "Era un ser mayúsculo que se hacía escribir en minúsculas". Su primogénito lo define como "bondadoso, íntegro y alegre" al tiempo que ensalza su capacidad enorme de trabajo y sacrificio; cualidades que Portero se ha aplicado a su desempeño diario. Es por ello que, desde 2012, como abogado de la familia de Lucía Garrido -la mujer hallada flotando y con signos violentos en la piscina de su finca, en Alhaurín de la Torre- no ha desistido en hacer justicia (desinteresadamente) por ella. Quince años después del crimen, lo ha conseguido.
-Un 9 de octubre de hace 23 años tres pistoleros acabaron con la vida de su padre. ¿Qué recuerda de aquel día?
-Lo recuerdo como si fuera ayer. Yo estaba nadando en el Club Mediterráneo con mi hermano Daniel en la piscina. Serían las 2:30 cuando salí del agua y observé que tenía muchas llamadas perdidas de mi tía Toya, médico intensivista entonces del Hospital Clínico de Málaga. Entonces me dijo que mi padre había sufrido un atentado terrorista. La noticia la recibí con frialdad, con bastante entereza. Pero recuerdo que mi hermano se vino abajo completamente. El alcalde de la ciudad, que es nuestro tío, Paco de la Torre, vino al club donde estábamos y nos abrazó. Después cogí la porquería de coche que tenía entonces, un Citroen AX y lo puse a 160 kilómetros por hora en la autovía importándome un rábano las multas de tráfico para para ir directo al Hospital Virgen de las Nieves de Granada, donde mi padre clínicamente había fallecido. Tenía un hilo de vida, pero su alma ya no estaba con nosotros. Nos dieron la oportunidad de despedirnos de él y yo, de rodillas, en su lecho de muerte, le prometí tres cosas que aquí no puedo decir pero que creo haber cumplido.
-Su hermano sí se rompió. ¿Usted no lo hizo?
-Yo he llevado el dolor y el sufrimiento de otra manera. Soy más de esconder mis sentimientos y expresarlos donde nadie me ve. La gente no me ve sufrir. Me voy a una esquina, como los gatos, y y allí me escondo. No me gusta que la gente me vea llorar. Tengo mis momentos de debilidad, como absolutamente todo el mundo pero me gusta compartir más las alegrías que las penas propias.
-¿Qué legado le ha dejado su padre?
-Todo. Mi padre representa absolutamente todo. Con mi madre, era el pilar y su legado es el de una vida ejemplar como padre de familia, como profesional riguroso y fino del derecho y como un cristiano ejemplar.
-¿Le inculcó él la pasión por el derecho?
-Cuando empecé a estudiar la carrera de Derecho, en el año 90, no teníamos los medios que tenemos ahora. No existía Internet ni redes sociales, tampoco la información que tenemos hoy. Mi gran deseo era ser actor. Me habría encantado ir a Madrid y hacer arte dramático. Ya había intervenido en obras de teatro durante mi estancia en Canarias. Había imitado al profesor Agustín Castro Merello, un jesuita del Colegio de Las Palmas de Gran Canaria con un éxito rotundo. Los padres y todos los alumnos en un salón de actos a rebosar, aplaudiendo y muertos de la risa. Pero mi padre me dijo que en un estrado se podía ejercer también de actor y no le faltaba razón. Uno cuando se pone la toga de alguna manera se transforma en otra persona que no es su su propio yo y actúa de otra manera. Al cabo de los años me enamoré de la carrera y de mi trabajo.
-¿El letargo de la falta de medios en la administración de Justicia desencanta?
-Siempre digo que si fuera político ganaría muchos adeptos y votos asegurando en mi programa electoral que daría exactamente los mismos medios que tiene Hacienda a la Justicia. Ya te digo que me votaría todo el mundo. Lo cierto es que es un continuo maltrato del poder político al judicial desde que se aprobó la Constitución en 1978, empezando por aquella reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial que dio lugar a la politización de la justicia en la época. De aquellos polvos, estos lodos. Tenemos una justicia que está, como decía el propio Felipe González, que fue el que prendió la mecha, hecha unos zorros. Tenemos una justicia que no tiene medios y por tanto no puede ser eficaz, autónoma ni independiente. El caso de Lucía Garrido es un ejemplo de cómo no se tienen que hacer las cosas. No se puede tolerar que se tarden 15 largos años en hacer justicia a una persona. Eso es más propio de una república bananera que de un país desarrollado, como se supone que es España, que no lo es tal en lo que se refiere a a los medios judiciales.
-¿Cuándo y cómo le llega el caso de Lucía Garrido a sus manos?
-En 2012 de la mano de Rafael Guzmán García, un muy buen amigo y uno de los mejores abogados que hay en Málaga de responsabilidad civil. Yo colaboraba con Faluco, que es como a mí me gusta llamarlo, en asuntos complejos, de mucha enjundia y documentación en los que había que estudiar y un día me pide que ponga en orden todo un galimatías del caso de una señora a la que habían matado en Alhaurín de la Torre en 2008. A ver si logramos reabrir el caso, me dijo. Recuerdo que trabajé con esmero aquel escrito que firmamos los dos y a los pocos días logramos reabrir el caso con los nuevos indicios, pruebas y relato de hechos que pusimos en manos del juzgado. Aquello dio lugar a que en 2014 el Juzgado de Violencia sobre la Mujer encomendará la investigación del acaso al Servicio de Asuntos Internos (SAI) de la Guardia Civil porque se trataba de un tema muy peliagudo en el que había cosas raras que no entendíamos. Había escuchas telefónicas que se habían perdido, discos del propio sospechoso del crimen, Manuel Alonso Herrero, que no se encontraban. Intuíamos que tenía muy buenas conexiones y contactos con la Guardia Civil, como luego resultó. Cuando el SAI consigue que se remitan esos discos con las escuchas telefónicas de Manuel Alonso, todos los delitos de protección de la fauna, de cohecho y de falsedad documental ya habían prescrito. No había manera de meterle mano, si no habría caído mucha más gente. Todas estas cosas dan coraje.
-El primer juicio no llega hasta 2019, once años después. El resultado, dos peritos acusados de mentir sobre el reanálisis de muestras de ADN que inculpaban al autor del crimen y un veredicto de absolución.
-Fue una verbena, un absoluto circo. Yo ya intervengo solo, sin Rafael, como abogado de la familia de Lucía. ¿Qué le puedo decir? Aquel juicio le dio la razón a Pedro Pacheco cuando dijo que la Justicia es un cachondeo. No puedo entender que en la Sala, entre el público asistente, estuviese todo el clan de Los Niños de Fuengirola, amigos del sospechoso del crimen, Ángel Vaello, con dos matones en la entrada de la Ciudad de la Justicia, a la espera de que llegase el testigo protegido a ver si se lo cargaban. Porque en este juicio hay que recordar que se han cargado a dos testigos protegidos, que habían sido testigos directos de cosas que podían tener relación con el crimen de Lucía Garrido. Y a este tercero no se lo han quitado de en medio de puro milagro. El propio jurado, cuando emitió el veredicto, dijo que uno de los miembros había tratado de influenciar y de presionar al resto del tribunal popular para que comulgasen con la opinión que tenía.
-Hábleme de Rosa, que nunca cejó en el empeño de hacer justicia por su hermana.
-Rosa era para mí una persona muy especial. Pocos días antes de morir (septiembre de 2020) en el hospital, me cogió de la mano la mujer porque era una fuerza de la naturaleza y me miró. No tenía fuerzas para hablar, pero aquello me lo dijo todo. Tienes que darlo todo, Luis. No hizo falta que me lo verbalizara y yo se lo prometí. Tenía mi palabra de que iba a darlo todo y así lo he cumplido.
Los dos acusados por el crimen de Lucía, condenados
La Audiencia de Málaga ya ha dictado sentencia en el caso de Lucía Garrido, la mujer hallada muerta con golpes y un corte en la yugular en la piscina de su casa en Alhaurín de la Torre hace ya 15 años. La Audiencia de Málaga ha condenado, tras el veredicto de culpabilidad del jurado popular y de acuerdo con la pena solicitada por el fiscal, a Manuel Alonso Herrero, su ex pareja, a 24 años de prisión como responsable de un delito de asesinato en concepto de cooperador necesario. Por su parte, Ángel Vaello ha sido condenado, como autor material de un delito de asesinato, a 22 años de cárcel.
-¿Qué tan fundamental ha sido la labor de Ignacio Carrasco en el proceso?
-Ignacio ha convertido en el alma de del caso después del fallecimiento de nuestra querida Rosa. Siempre ha estado muy encima y ha creído. Ha tenido sus momentos de debilidad, como cada uno de nosotros. Pero, cuando él se venía abajo, yo lo animaba y viceversa. Hemos hecho un equipo estupendo junto con Alberto Robles, que también se ha dejado la piel en este proyecto.
-Cambiando totalmente de tercio, ¿cómo observa el panorama político actual?
-Es una vergüenza. No todo vale en la vida y no se puede vender el futuro de un país por un plato de lentejas, por siete miserables votos. Se puede ser de izquierdas o derechas, pero a Pedro Sánchez no le hubiera costado nada ser generoso y haber ofrecido al Partido Popular una gran coalición a la alemana. Yo sueño con el día en que socialistas y populares puedan sentarse conjuntamente en el mismo Consejo de Ministros y ser capaces de gobernar por el futuro de nuestro país. El día que eso ocurra habremos superado esa política asquerosa de frentismo que ha iniciado el Partido Socialista pero a la que el Partido Popular también está contribuyendo. Yo creo que en la vida los problemas se solucionan con altura de miras y ahora mismo la política es, por desgracia, enormemente cortoplacista y perniciosa, muy perjudicial para para nuestra justicia que, insisto, está peor que nunca.
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