"Intentó prostituirme con un amigo. Llegué a pedirle que me matara": así vivió Cielo el infierno del machismo en Málaga
El primer día en el que intentó escapar, su agresor le dio "la peor paliza": "Me buscaba por cielo, tierra y mar"
El mensaje de aliento de Estefanía, superviviente de la violencia machista en Los Asperones: "Se puede, todo se puede"
Cielo es el nombre elegido por ella para preservar su anonimato como superviviente de la violencia de género. Habla con 'Málaga Hoy' desde su refugio en la costa granadina, a la espera de juicio, confiada en ver entre rejas a su agresor. Su desgarrador testimonio refleja un régimen de terror físico y psicológico al que estuvo sometida, con palizas casi diarias, a ella y a su perra, amenazas de muerte y una hospitalización. “Yo le juraba a los médicos que me había caído de espalda y me preguntaban: ¿has visto cómo te han dejado el cráneo y la espalda? Estuve a punto de perder un riñón”, recuerda. Antes, la había intentado estrangular. Y hasta trató de prostituirla con un amigo. "No sabía ni quién era, estaba anulada. El miedo me mataba y pensaba: ‘Ya no lo voy a ver más’, pero me buscaba por cielo, tierra y mar", apostilla.
Unos minutos de conversación telefónica con ella revelan las heridas emocionales de las que aún se recompone. Su relato comienza como toda historia de violencia vicaria, con una escalada más o menos rápida en el control que los agresores ejercen sobre las víctimas. Se conocieron a través de una app de citas, se fueron a vivir juntos y, entonces, el aislamiento y la tiranía. Ella, divorciada, no podía, siquiera, ocuparse de su hija, de 9 años. “Tenía la custodia compartida con mi ex y no me dejaba ir a recogerla; me apagaba el teléfono. Al verme, lo primero que hacía era arrancarme el bolso”, narra.
Su perfil es el de una mujer con sobrada solvencia económica. El agresor, sin ingresos y con un control férreo sobre ella, la dejó en banca rota. "Se hizo con todo mi dinero. Tuve que pedir varios préstamos. Él quería montar un negocio, me decía que me lo devolvería. Y confié", se lamenta. Ahora, Hacienda le tiene embargada una cuenta por una deuda contraída de 35.000 euros. "Tengo que pagar casi 600 todos los meses", detalla esta superviviente, trabajadora del Hospital Materno Infantil de Málaga.
Su ex pareja la obligaba, asegura, a beber alcohol, al extremo de entrar en coma etílico. Si no le gustaba la comida que debía prepararle, “se la tiraba a la cara”. Había noches en que, tras echarla de casa, dormía en el coche. Sin su consentimiento, la grababa en vídeo cuando tenían relaciones. Poco después descubriría que su agresor la engañaba “con tres o cuatro mujeres a la vez”.
Una noche, atemorizada, huyó de Almería, donde convivían, a Motril. “Pensaba que allí no me encontraría, pero lo hizo y me dio una paliza estando con mi hija. Me dio patadas en el suelo, puñetazos en la cara. No paraba de repetir que tenía una pistola y que iba a matar a mi familia”, recuerda.
"Ese día me dio la peor paliza"
Cielo tiene grabada a fuego la escena en la que, estando en una cafetería, ella misma le pidió, desesperada, a su agresor que la matara. Y lo humillante del día en el que trató de prostituirla. “Llegó a la casa un amigo suyo que me dijo: ‘Malagueña, estás bien, me gustas’. Entonces él le guiñó y se fue. Me susurró que ese hombre tenía muchísimo dinero”, relata. En esa ocasión, Cielo logró escapar. No así otras veces en las que, tras quitarle el dinero, la encerraba en uno de los dormitorios de la vivienda que compartían. "No me dejaba ir ni a trabajar y tenía que llamar a mi jefa para fingir que estaba mala. No quería contarle nada por miedo a que llegara a él", asevera. “Cada cinco minutos”, la llamaba para controlarla cuando iba a Málaga a hacer turnos de 24 horas. “Si no le cogía el teléfono, luego me daba una paliza; a veces, incluso delante de gente”, asevera. Solo una vez se atrevió a plantarle cara. Y le salió caro. "Le intenté coger del cuello. Ese día me dio la peor paliza", destaca.
Corre, ven a por mí que es urgente’
En 2025 se cumplirán dos años de la denuncia que la puso a salvo. El día de su liberación, la víctima contactó con el Instituto Andaluz de la Mujer. Desde allí avisaron a un abogado y, entonces, la maquinaria de asistencia se puso en marcha. Un nuevo mensaje la hacía temblar: ‘Corre, ven a por mí que es urgente’. La Guardia Civil iba a por él, que estaba en busca y captura”, narra. Nadie se planteó poner en tela de juicio su sufrimiento, a excepción, admite, de la secretaria de un juez. “Le conté que, después de denunciarlo, me escribió a través de Whatsapp: ‘Hija de puta, te mato’. Y me dijo que eso no era una amenaza sino una pelea de pareja”, afirma. Ella le contestó con una pregunta: ‘Mire, señoría, ¿tiene una hija? Dios quiera que no pase ni una milésima parte de lo que yo he pasado”.
Después se sucedían las llamadas de madrugada de su policía de protección asignado por el sistema VioGen para interesarse por su estado porque habían sabido que su agresor, con una pulsera de control telemático y una orden de alejamiento, estaba cerca. “Un día, en una clínica de rehabilitación, me pidieron que no me moviera de allí. Me rodearon 20 policías y me acompañaron hasta mi casa. Ya lo habían detenido”, explica.
Cielo ha vuelto a dormir, al menos las noches en las que no vuelven los recuerdos tras semejante tiniebla. Y pese a ello, lanza un mensaje de optimismo: “Se puede salir, pero yo le diría a todas las víctimas que actúen rápido, sin recordar lo anterior, que traten de salir, estudiar…Eso es lo que les va a hacer olvidar todo lo vivido”. Ahora, si diera marcha atrás, dice, estaría preparada.
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