Rafael de la Fuente, el botones que revolucionó la cocina en la Costa del Sol

Logró que cinco cocineros estamparan de estrellas Michelin el firmamento de la cocina

El legado de El Tintero de Málaga continúa su expansión y anuncia su próxima apertura en Granada

En La Cónsula con los estrellas Michelín Dani García, Celia Jiménez y Jose Carlos García.
En La Cónsula con los estrellas Michelín Dani García, Celia Jiménez y Jose Carlos García. / M. H.

20 de octubre 2024 - 07:03

Tenía 16 años y llevaba muy poco tiempo trabajando en el hotel. Aquella noche de finales de los años cincuenta estaba a cargo de la recepción del Castillo de Santa Clara de Torremolinos.  

–Que viene alguien muy importante! Gritó un hombre. Yo estaba solo y oía el rumor de muchas voces. Las luces amarillas de los faros antinieblas de varios coches me deslumbraron. Me preguntaron por una habitación y les respondí que no había ni una, el hotel estaba completo.

–¿Sabes tú lo que dices? Estás diciendo que no hay habitación para Brigitte Bardot. Yo conocía su nombre pero ni siquiera había podido verla en el cine. Sentí que no me dieron una torta de milagro. El numeroso séquito formaba parte del equipo que acompañaba al icono sexual en el rodaje de la película Los joyeros del claro de luna, en la España franquista de 1957. 

Rafael de la Fuente era ese chico que empezó como botones de hotel y que 40 años después cambiaría el panorama gastronómico de la provincia. Logró que cinco cocineros estamparan de estrellas Michelín el firmamento de la cocina malagueña.

–Un burro con inglés no tiene problemas, me dijo mi padre. Fue él quien me inculcó la importancia de aprender idiomas, recuerda De la Fuente, uno de los nombres más sólidos del turismo, que durante 49 años desarrolló su trayectoria profesional. 

Sabía que no iba a poder estudiar una carrera, no pudo acabar el instituto hasta después de casado, aprobó entonces en seis meses media secundaria. Intentó estudiar economía y no le gustó. Se dio cuenta que no quería estudiar más que idiomas. 

–Aprender una nueva lengua siempre lo consideré fascinante, descubrir un mundo, una cultura nueva. Los idiomas son algo bellísimo.

Se aferró a una colección de pequeños manuales que prometían el aprendizaje de un idioma sin profesor, en solo tres meses. La serie simplificada de Hugo Language Institute, que desde finales del siglo XIX con revisiones menores resistió durante más de cien años, fue su escuela. Se inició en varios de la veintena de idiomas que ofrecía el método que hacía hincapié en la pronunciación figurada de cada palabra. Como en el cuento de Borges, donde Funes, el memorioso, es capaz de hablar latín con la sola ayuda de un diccionario, De la Fuente, también desde su lecho, durante una enfermedad, aprendió alemán con los libros de Hugo. 

En su paso por las oficinas de Wagon Lit de Torremolinos, que dirigía el donostiarra Juan José Alcayaga, se codeó con el buen gusto y el refinamiento. Era la primera empresa de su sector, que ostentaba el monopolio en Europa y ponía a la provincia en el mapa de los viajes de lujo.

–Wagon Lit se ciñó al estilo del Orient Express para recrear el mejor servicio de coche cama. Había mucha magia para hacer a Málaga pisar el gran tour, que supuso un gran éxito. Era un servicio pionero magnífico, válido por mucho tiempo.Una institución apreciada, elitista, de un gusto increíble, muy célebre, donde primaba el respeto.

La alta burguesía malagueña, formada por nacionales y familias alemana, francesas e inglesas asentadas en la capital era la principal clientela, especial, correcta y de mucha exigencia. En el mismo tren con servicio de restaurante se transportaban los automóviles de los viajeros que tras ocho o nueve horas de trayecto llegaban a Madrid. 

–El hotel Santa Clara, el castillo del inglés, era Robinson Crusoe, un paraíso, todo playa. Había humildad, los baños eran compartidos, configuraba una filosofía imperial muy san franciscana. No estaban en el palacio, era una aventura exótica. Éramos los primeros sorprendidos, estábamos atónitos. La competencia con los mejores destinos turísticos de Italia y Francia, palidecía cuando la Costa del Sol presentaba una media muy modesta.

El cartel de no se admiten grupos marcaba el perfil de los clientes de alto nivel económico al que se dirigía el hotel Los Monteros de Marbella, donde en agosto sus clientes eran españoles. Del Torremolinos del deslumbramiento internacional, de un turismo impensable, De la Fuente saltó a un mundo sofisticado. Entre esa gente exquisita, que afianzaba el rumbo del hotel se encontraban los duques de Windsor. Ignacio Coca intentó fijar su presencia en la zona cediéndole una parcela para que levantaran su vivienda.

–En lugar de considerarlo una burla, al enterarse Ignacio Coca de que el duque de Windsor había vendido los terrenos tuvo una reacción correctísima para que no afectase a los intereses de la realeza británica. El duque había sido poco escrupuloso, de mal gusto y muy avaricioso. 

Cuando De la Fuente ascendió de director comercial a director del hotel decidió incrementar de manera notable el precio de las habitaciones y mejorar la calidad de la comida así como del servicio, que pasó a contar con cubiertos de plata. Tenía la certeza de que había un público dispuesto a pagar más por un trato exquisito. A partir de entonces la cena de Nochevieja se acompañaría de una botella Dom Perignon. Si el Marbella Club había logrado reunir a los personajes más conocido de la jet set, Los Monteros atraía a quienes de verdad tenían dinero. Su restaurante, El Corzo, fue el primero de un hotel de España en obtener una estrella Michelin, después que se hiciera con un formidable equipo de cocineros durante su dirección y que luego lo recuperaría para La Cónsula.

–Mis clientes hacen el hotel, 

ros era un planeta distinto, con una clientela especial con acento británico, fue inmenso, digno de lo´s mejores hoteles de Europa, siempre agradezco a la santa providencia haber sido su director. He sido muy feliz, me aportó cosas imposibles de imaginar.

En ese privilegiado lugar vivió también la historia más triste de su carrera, al recibir la carta que le escribió una pareja mayor de alemanes. “Después de estar en este maravilloso lugar, la mala salud no nos da tregua y decidimos terminar con nuestras vidas”, comenzaba la carta de los clientes que ya se habían hospedado en el hotel en otras ocasiones. Le escribían para pedirle perdón por las molestias que le iban a ocasionar. La mujer sobrevivió un tiempo al cóctel de pastillas que había ingerido junto a su marido para morir en el hospital. En esos tiempo clientes como esta pareja solían pasar largas temporadas en Los Monteros haciendo gastos astronómicos. Su padre fue el primer vidente de Televisión Española en augurar cada fin de año lo que deparaba el venidero. Rafael Lafuente acertó en vaticinar la crisis mundial del petróleo y yerró en otras muchas predicciones. El futurólogo (nunca astrólogo), era noticia en las páginas de El País de 1977, por su participación, junto a otras personalidades nacionales y extranjeras en el I Congreso Nacional de Astrología de Barcelona, donde se trataba desde la función de la astrología en la sociedad, lo extrasensorial, los problemas de la vida amorosa, el estudio de la personalidad hasta las perspectivas del futuro mundial.

–Era muy generoso, romántico, amoroso, feroz, furioso, telúrico, indomable, con un instinto mágico. No tuvo sobre mí una influencia tan fuerte, siempre he sentido por él un gran respeto. Una persona que me contagió el amor por los idiomas, que aprendía solo, sin saber que lo estaba haciendo.

En 1941, su padre, por hablar alemán, entre otras cosas, fue designado por el Gobierno franquista para una singular misión; inspector de las condiciones de trabajo de los obreros españoles empleados en la industria alemana. En esos años conoció a Ernest Karfft, el astrólogo suizo asesor de Adolf Hitler –quien acabó sus días en el campo de concentración con otros adivinos por anunciar el fin inminente del Führer– que incidió en su sonada carrera de futurólogo.

Ejerció de agregado en la embajada española en Berlín hasta que se le ocurrió ceder su asiento en el autobús a una mujer judía. Se ganó su cese fulminante y su pase a un destino más triste. Escogió entonces un trozo de papel de estraza, sucio, con aceite, de la España pobre, lejos del papel carísimo que gastaba la Administración, para escribirle al dictador Francisco Franco: La falange es una mierda y te ruego que me desapunte. Brazo en alto, te saludo. 

Acabó recluido en una prisión por desacato y falta de respeto al jefe del Estado. Contaba aún con amigos muy poderosos y solo recibió un razonable escarmiento. 

–Fue un magnífico locutor en RNE. Hacía de todo y lo hacía muy bien. Creó muy hábilmente un mundo de los astros, estudios astrales, época astrológica, aunque nunca llegó a tomárselo en serio. Tenía mucha intuición. Una vez me dijo que tuviera cuidado con exponer mi cabeza a situaciones peligrosas, ese día en el hotel Skol se me cayó encima una lámpara.

Desde la escuela La Cónsula Rafael de la Fuente, medalla de Plata al Mérito Turístico, se propuso cambiar la gastronomía de Málaga, hasta entonces basada en el pescaíto, donde la palabra gourmet era una desconocida.

–La Cónsula fue algo increíble con el profesorado fabuloso que teníamos era muy difícil fracasar. España tenía un buen nombre turístico, provocaba una atracción insaciable y la Costa del Sol contaba con un inexplicable factor absolutamente portentoso. Entendí que con estos mimbres se podía tejer algo importante. Me propuse enseñar con cristiana humildad, nunca creerme aquello que me chirriara. Había muy poco refinamiento y un complejo de inferioridad muy fuerte, que no era nada fácil de romper. Existía una comida del lugar, que estaba muy bien pero faltaba darle otra dimensión. No se sabía qué era una estrella Michelin y suponía mucho trabajo divulgar esta realidad donde reinaba el escepticismo. No había ningún interés turístico por obtener este galardón, era incomprensible. Había hasta mucho cachondeo alrededor de la escuela por plantearse este objetivo.  

Durante los trece años que permaneció al frente de La Cónsula sumó todas las estrellas Michelin que obtuvo la escuela. El primitivo proyecto para dirigir varias escuelas de gastronomía de Andalucía finalmente se redujo a dos, La Cónsula en Málaga y La Fonda en Benalmádena Pueblo.

–Era un profesional que no fue a una escuela extranjera de renombre, pero tenía claro los principios aprendidos en todos esos años de no engañar, no mentir y actuar con honestidad. Quería crear un ambiente más humano, mas comprensivo, para hacer una institución importante. Conseguimos sacar cinco cocineros de estrella Michelin, cuando Dani García ganó para su restaurante Tragabuches fue muy importante, era el primer autóctono, y salvó a Andalucía de que se quedara sin ninguna estrella, al perderse la única que había en Sevilla. 

Profesor invitado de la Universidad de Cornell en Nueva York, fue director tambén de los hoteles Villamagna de Madrid, Don Carlos de Marbella o Palm Beach de Gran Canaria, todos de cinco estrellas y dos de gran lujo. Involucrado en movimientos vecinales que luchaban contra la corrupción y el urbanismo desbocado durante el gilismo y la etapa posterior, participó en la política municipal como concejal independiente del PP, durante un corto periodo. 

–La Junta de Andalucía no quería que el director de su escuela de gastronomía perteneciera al PP, me pidieron que eligiera entre una u otra cosa, me quedé con La Cónsula. La doctrina política de por sí es difícil y es comprensible, hay mucha inexperiencia. Lo mejor de mi vida es Concha, mi mujer, sin ella y sin su apoyo no hubiera alcanzado meta alguna. Marbella es un lugar de privilegio para seguir luchando por los ideales, al tiempo que uno está recogiendo la tienda se es más selectivo y cauteloso, luchando por mi ciudad ma non troppo, pero no demasiado.

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