Cuando no está permitido perder la esperanza
Rescate de Julen en Totalán
La rutina en Totalán ha quedado aplazada hasta que llegue esa noticia que todos esperan sin querer perder la esperanza
El pueblo entero se ha volcado con la familia de Julen y con los equipos que trabajan en el monte intentando rescatar al pequeño
Málaga/Un perro ladra y huele a chimenea encendida. Los almendros en flor, las casas blancas de Olías y Totalán, el mar en el horizonte. La estampa a primera hora de la tarde es idílica. Pero el zumbido incesante de las máquinas excavadoras, escuchadas a muchos kilómetros de distancia, recuerdan el por qué de la visita a este punto de la Axarquía. Desde el pasado domingo la vida ya no es la misma.
La angustia se ha adueñado de cada rincón del pueblo en el que Julen desapareció bajo la tierra. La maquinaria pesada sube y baja, colapsando la carretera, que se queda pequeña ante tanto despliegue. La Guardia Civil controla los accesos, los periodistas se agolpan para conseguir declaraciones. La rutina parece haber quedado aplazada hasta que llegue esa noticia que todos esperan sin querer perder la esperanza.
María Inés Rodríguez le reza todos los días al Cautivo y a la Virgen del Carmen que cuelgan sobre su cama. Con dos velas encendidas reitera su petición al Altísimo para que la tragedia tenga un final feliz. “Iba para echar comida a la perra y a las gallinas cuando una vecina me dijo lo que había pasado, me entró una ansiedad que me ahogaba”, relata esta vecina de 67 años que adora a los niños. Hasta una tila tuvo que tomarse “porque estaba atacadita”. Y asegura que esto les toca mucho más de cerca “porque ha sido en el propio pueblo, por encima de la casa de mi hijo”.
La impotencia que comparten ante una situación tan complicada no es fácil de manejar, pero la canalizan ayudando en lo que pueden. María Inés es miembro de la Asociación de Mujeres de Totalán y por las tardes se reúne con ellas en el salón parroquial para hacer una gran olla de puchero. El caldo caliente servirá de aliento para los que trabajan arriba horadando el monte sin descanso. “Esto es muy gordo”, dice María Inés con todo lo que esa expresión significa. Y sigue el camino a casa, donde volverá a poner la tele para seguir los avances del rescate.
Un helicóptero de emergencias puso el domingo en alerta a Alfredo Alcaide. Este obrero de la construcción de 52 años nunca creyó que el accidente tuviera tantas complicaciones ni tanta repercusión. “Pensé que era un pozo normal y que lo iban a sacar mucho antes”, comenta y se pregunta una y otra vez cómo pudo caer en un agujero tan pequeño. “Tengo tres sobrinos de esa edad y te puedes imaginar lo doloroso que debe de estar siendo, si preocupa cualquier persona, un niño aún más, que no ha empezado a vivir todavía”, apunta.
En las calles de Totalán no se habla de otra cosa. “Nos ha puesto en el mapa por una tragedia”, lamenta Alfredo al tiempo que relata la tranquila normalidad de un lugar en el que se conocen todos. Pepe Vázquez, un agricultor de 70 años que se ha ganado la vida arando la tierra, pasa por la plaza de la iglesia y confiesa que desde el domingo “estamos sin gusto para nada, que el niño cayera en un sitio tan malo para sacarlo nos deja con una intranquilidad enorme, pensando en la familia y en que están trabajando noche y día sin descanso”.
Escuchar las perforadoras y “que no se pueda sacar a tu hijo tiene que ser durísimo”, añade. Un café, un bocadillo, una bolsa de mandarinas para los periodistas, un dibujo hecho en el colegio de ánimo para Julen. Todo sirve para sostenter el alma de los que más sufren en estos días.
Los niños lo llevan de otra manera. Su espontaneidad y frescura ofrecen un respiro al drama. Alejandra, Julia y Daniel regresan del colegio de Totalán, el Virgen del Rosario. Tienen 5 y 7 años y explican lo sucedido. “Pues que un niño se ha caído a un pozo y tienen que hacer un hueco más grande para que quepan las personas y rescatarlo”, cuenta Alejandra. “En la tele dijeron que puede tener un poco de oxígeno, aunque al principio estuviera llorando yo creo que se calmaría y se quedaría dormido”, agrega la niña de 7 años.
“Esto es muy fuerte, estamos todos muy consternados y preocupados”, dice la abuela Mercedes. Y su nuera Marta destaca que “por ese terreno, por el dolmen, hemos paseado todos, qué susto”. Como madre quiere aferrarse a la pequeña esperanza que le dan noticias de otros lugares, de terremotos en los que después de varios días encontraron a niños con vida.
Pero las luces en el lugar de trabajo siguen encendidas por sexta noche consecutiva y Noelia y Antonio, una joven pareja de veinteañeros, las ven desde su ventana con desconsuelo. “Todos los días cuando nos levantamos esperamos verlas apagadas, sería síntoma de que lo han encontrado, pero nada, cómo estarán los padres, madre mía”, dice Noelia. A Antonio le frustra especialmente que no hayan localizado al pequeño, que se haya encontrado una bolsa de chucherías y el georradar no diga dónde poder localizar a Julen.
“Aquí lo que hay es piedra, pizarra, rompes una y sale otra, han tenido muy mala suerte porque el terreno es muy difícil y el material muy inestable”, comentan los jóvenes. “A mi padre le costó mucho hacer un pozo porque se le derrumbaba una y otra vez”, añade Noelia que acaba su almuerzo en el bar Arriba y Abajo.
Sara es la camarera y no para de dar vueltas para atender las mesas del salón. Nunca antes habían tenido tantos comensales un viernes. De hecho, en este establecimiento de martes a jueves sólo se sirven desayunos. “Pero la gente vino pidiendo comida y tuvimos que salir rápidamente a comprar para poder ofrecer algo como es lógico, todos están trabajando y no tienen mucho sitio al que ir”, comenta. Tampoco han dado abasto estos días en El Mirador de Totalán, el restaurante que regentan Tania Hernández y Jorge Valenzuela junto a la piscina municipal.
“El lunes nos vimos desbordados a la hora de la comida, aquí siempre tenemos un menú sencillo, económico y casero para los trabajadores, pero el restaurante se nos llenó de gente, aunque todos comieron”, indican. Esta pareja de colombianos llegó hace unos meses al pueblo buscando un piso y decidieron alquilar el bar. Desde su terraza vieron el helicóptero y pensaron que se trataba de un incendio. Los cazadores que bajaban del monte ya traían la mala noticia.
“Lo estamos viviendo con mucha angustia, no conocemos a la familia pero con solo saber que es un niño y que se cayó por ese hueco, sufrimos”, comentan siempre pendientes del informativo. Dos parroquianos toman el aperitivo en la barra. Antonio y José expresan sus ganas de que se resuelva “cuanto antes”. “Ojalá viéramos corretear al niño por aquí”, desea con todas sus fuerzas Antonio. “Dios quiera que aparezca sano y salvo, otros milagros se han visto y esperamos a que éste sea otro de ellos”, agrega José. “Tenemos esperanza y una fe ciega en que todo salga bien”, apunta Antonio.
A ese clavo ardiendo también se agarran los familiares de Julen, que han sido acogidos en la casa de una vecina, Ángela Alcaide, al tener que dejar por seguridad el monte donde estaban. Juan José Cortés, el padre de Mariluz, sigue en contacto con ellos. “Están calmados dentro de su dolor, están afrontando con mucha entereza esta fase del rescate”, comenta y afirma que les están viniendo muy bien “los mensajes de ánimo del pueblo, de toda Málaga, que está demostrando lo solidaria que es y marcando un precedente”.
También apunta que los padres de Julen “saben que se está haciendo todo lo que se puede”. Pasan las horas y se sigue hacia adelante. Las mujeres cocinarán hoy un nuevo puchero y el bocado a la tierra se hará más profundo. Todo por Julen. En Totalán no está permitido perder la esperanza.
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