ritmo cofrade...

l C/ Ramón Franquelo. Málaga.

05 de marzo 2010 - 01:00

AMARGO

Santuario de cofrades y rocieros para unos o simple punto de encuentro de amigos para otros, la taberna flamenca Amargo ha conseguido aunar tradición y buen ambiente en un genuino rincón del centro histórico de la capital. Nada más poner un pie en su interior a uno le asaltan las evocadoras imágenes de la Semana Santa de la ciudad y de la peregrinación que cada año lleva a miles de malagueños a venerar a la Virgen del Rocío en la pequeña aldea de Almonte. Un característico olor a incienso invade este bar en el que imágenes de cristos, vírgenes y adornos del mundo taurino conforman el decorado de este genuino establecimiento en el que el flamenco se ha erigido en el punto de unión.

Hace ya casi un año que abrió sus puertas y en este tiempo más que en un bar se ha convertido en el sitio donde cada fin de semana se da cita una gran familia. Es el secreto del éxito de este sitio único que regenta José Carlos Sabastro, su amigo Dani y su primo. Ninguno tenía experiencia en el exigente mundo de la noche, pero no les ha hecho falta porque han sabido llegar y calar en la gente.

Cada uno aporta su granito de arena para dar a la taberna ese estilo tan particular que la diferencia de cualquier otra. José Carlos es el que lleva en las venas la sangre más rociera y "su virgen", como él la llama, está presente en cada rincón del local. Sus socios, en cambio, se declaran más cofrades y referencias a Los Gitanos y La Pollinica tampoco faltan.

Y entre tanto símbolo cofrade y rociero, el toreo también ocupa su lugar en una taberna que ha sabido hacerse su hueco en la noche malagueña en su corta, pero firme trayectoria. "Quizás tantos santos nos han traído suerte", asegura entre risas José Carlos Sabastro, que considera que llegaron en el momento adecuado.

Por influencia religiosa o no, lo cierto es que cada fin de semana consiguen poner el cartel de completo. Las actuaciones en directo de grupos de flamenco los viernes y sábados por la noche es el principal atractivo de Amargo, que casi siempre se queda pequeño. Al ritmo de sevillanas o rumbas, es raro ver a alguien que no trate de seguir los acordes de las guitarras, las palmas o las cajas flamencas de los artistas que cada noche impregan de fiesta los rincones de este local. Sólo hay una condición y es que cada dos o tres canciones haya una dedicada al Rocío.

Mientras la gente baila y canta sumida en una fiesta que les hace aflorar inevitablemente sus más hondas pasiones, en una pantalla gigante se van sucediendo imágenes de los mejores momentos de la Semana Santa malagueña tan presente siempre.

Tanto que cuando se acerca el cierre y suena el conocido himno de la Legión que acompaña cada Jueves Santo al Cristo de Mena, hay quien se anima a recrear en directo ese momento en el que los legionarios balancean a la venerada imagen.

Otros días es El Rocío el que cobra protagonismo cuando Amargo está a punto de cerrar sus puertas después de una larga noche de diversión. Aquellos a los que aún les queda ganas de más, sacan guitarras, afinan sus voces y convierten el local en una improvisada parada rociera que evoca al momento en el que las carretas hacen un alto en el camino en su peregrinar hacia la aldea almonteña.

José Carlos está convencido de que "esas cosas pasan porque la gente se encuentra a gusto y porque después de un año todos nos hemos hecho super amigos". Y precisamente la gente que acude fiel cada fin de semana es, según cuenta este socio de Amargo, lo que "lo hace tan distinto de otros sitios".

Todo el mundo es bien acogido allí, solamente hay que ir dispuesto a dejarse impregnar de esa familiaridad y ganas de disfrutar que hacen tan característico a un rincón que ha logrado unir tradiciones tan distintas y tan parecidas a la vez.

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