Sara, la vecina de La Luz que va al gimnasio con 102 años: "El mérito es del Señor, yo me dejo llevar"

Sara Bullón, centenaria malagueña de adopción que hace taichí, pinta cuadros y es totalmente independiente

La galería de fotos de Sara

Sara Bullón haciendo una postura de taichí
Sara Bullón haciendo una postura de taichí / Carlos Guerrero

Son alrededor de las 9:45 del lunes en la puerta del Centro Social de Mayores La Raíz. “Sara te está esperando”, comenta una de sus compañeras. Desfilan muchas señoras mayores, otras se quedan a desayunar en la cafetería como parte del ritual posterior al entreno. No, ella no puede ser Sara. La cita es con una señora que el pasado 6 de septiembre cumplió 102 años. La mujer que está delante puede ser a lo sumo octogenaria. 

Ella es Sara Bullón Endrinal (Salamanca, 1922), malagueña adoptiva desde los 60 y vecina del barrio de La Luz desde el año 73. Todavía no ha dado una pincelada de su flexibilidad pero la agilidad con la que se levanta y se sienta en el sillón de la entrada resulta tan llamativo como admirable. Tiene una sonrisa infinita y el brillo en los ojos de las personas extraordinarias.

Lo es tanto que se resta valor y mérito. Ya ha empezado la entrevista, pero otra de sus compañeras la ve y se detiene a saludarla porque allí es poco menos que una celebridad. “Aquí haciendo un reportaje, aunque yo no merezco tanta cosa”, sostiene. No es lo mismo ser coqueta que engreída. Sara ha rechazado propuestas televisivas porque relativiza su mérito. “El otro día me hicieron una fiesta con regalos y todo, pero no merezco tanto”, insiste.

¿Cómo no lo va a merecer? 102 años y una absoluta independencia vital. Porque no es simplemente su estado físico o sus cualidades motoras, esa fluidez y agilidad mental están fuera de catálogo, el men sana in corpore sano llevado al extremo. Lamenta que ya no se puede tirar al suelo con la esterilla: “Ya no me puedo levantar como antes con la agilidad que yo tenía. Ya me canso también, es normal”. No, no lo es. Ver en acción la flexibilidad que posee, tocarse la punta de los pies, mantener posturas de taichí... “Si uno no se mueve, se atrofia”. Qué gran verdad.

“Todo el mundo se asombra de mi edad, que cómo es posible. Pregunto que cuántos me echan y me dicen que 80 años. Anda… 22 más que tengo. No sé si los represento o no. Pero tengo 102. ¿Que se sorprende la gente de la edad que tengo y cómo estoy? Pues digo que el mérito lo tiene el Señor y yo me dejo llevar. Que eso es lo que tenemos que hacer todos porque él sabe lo que nos conviene y necesitamos, claro que sí”, cuenta con alguna risilla por el camino.

No siempre fue fácil para Sara Bullón, que perdió a su marido en 1985 por un accidente de tráfico. Quedó muy marcada: “Fue inesperado, me dejó rota y desgarrada”. Superó lo que ella denomina “un pequeño cáncer” (de mama). También llegó a perder la movilidad, quién lo diría. “Mi hija me obligó a pintar y a ir al gimnasio para que saliera un poquito”. Así que no sólo está dos veces por semana en manos de José Manuel Ruiz, que realiza una estupenda labor con Sara y sus compañeras desde hace un par de décadas, además crea sus propias obras. “Tengo mi casa llena de cuadros pintados por mí”. “Y ahora no pagamos, pero antes sí. En la pintura y la gimnasia siempre he tenido que pagar, nunca me ha salido gratis”, bromea con risilla pícara. 

Una orgullosa bisabuela con una rutina marcada: “Me levanto sobre las 7 porque tengo que estar aquí a las 8:45. Lo primero que hago es desayunar pero luego tengo que hacer oración, no me gusta salir de casa sin hacerlo. Los laudes, los evangelios y todas mis lecturas. Luego a arreglarme para venir a la gimnasia”. Y de ahí a la iglesia. “Yo me hago mi compra y mi comida. Si hace falta bajo al Mercadona. Gracias a Dios, lo puedo hacer todo yo sola, que va para 39 años que se fue mi marido, aunque nunca me encuentro realmente sola. Y nunca me ha importado la soledad”.

Sara, que con 102 años, independiente, ágil, locuaz y adorable, piensa que su historia no es para tanto posee un corazón solidario. Fiel creyente, ha ayudado a mucha gente como voluntaria a través de San Vicente de Paúl primero y Cáritas más tarde. Se hizo de la Pastoral de la Salud, visitó enfermos y muchas cosas más. “Siempre me he movido mucho. Y ayudando a la gente, que es algo muy bueno y satisfactorio. Te da mucha paz”, revela Sara, que sí que da paz y llena el corazón de quien la conoce.

stats