Pilar Cernuda
¿Llegará Sánchez al final de la legislatura?
Marie Curie se dejó la vida investigando: murió porque descubrió tarde cómo funcionaba la radioactividad y qué medidas de protección se debían tomar. Pero aquellas investigaciones hoy salvan vidas. Es la medicina nuclear, una especialidad que diagnostica y cura en base a isótopos, radiofármacos y sustancias ionizantes.
Aunque todo esto suene a chino, son muchos los pacientes que se benefician de esos avances. En el Servicio de Medicina Nuclear del Hospital Clínico, por ejemplo, se tratan a unos 5.000 enfermos al año. El área creció tanto que, a finales de 2006, tuvo que cerrarse para acometer una obra que permitiera ampliar el servicio.
Tras su reapertura, hace ya un año, se incorporó una gammacámara de última generación. Es el aparato estrella de Medicina Nuclear. A diferencia de una radiografía -en que la máquina dispara la radiación y el cuerpo la capta- con este equipo es el paciente el que emite la radiación y el aparato el que la registra. Para ello, a los enfermos previamente se les administra radiofármacos.
Sin el trabajo de este servicio, en la actualidad serían imposibles muchas pruebas y tratamientos de Cardiología, Oncología, Neurología o Endocrinología.
Por ejemplo, a los cardiólogos el Servicio de Medicina Nuclear les ayuda a saber cómo están las coronarias. De hecho, el 40 por ciento de la actividad del servicio que dirige José Manuel Jiménez son pruebas cardiológicas. Neurología también necesita del apoyo de Medicina Nuclear. Los estudios que se hacen en este servicio sirven -un ejemplo- para llegar a un diagnóstico certero del Parkinson. Hay temblores provocados por fármacos o por problemas vasculares. Las pruebas de Medicina Nuclear permiten al neurólogo descartar estas posibilidades.
El servicio lo forman 14 trabajadores. Por el lenguaje que utilizan, los técnicos parecen más físicos nucleares que sanitarios. Todos llevan en el bolsillo de la bata algo parecido a un kit-kat. Pero no es la merienda. Es un dosímetro, un aparato que mide el nivel de radiación que recibe ese trabajador. La finalidad es controlar los parámetros para garantizar que nunca se superen los límites establecidos.
La seguridad es clave en estas instalaciones. No sólo requieren una autorización inicial del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), sino que además deben pasar controles periódicos que aseguren que se siguen cumpliendo las exigencias legales. Cristales plomados o cubos de residuos blindados con una protección especial completan el escenario diario de trabajo de la plantilla. Jiménez, además, debe realizar cursos de reciclaje y exámenes periódicos ante el CSN: la seguridad no sólo se exige a las instalaciones, sino también a la plantilla.
Pero tanto esfuerzo compensa. El servicio no ha parado de crecer. A la ampliación acabada hace un año, se suma ahora la adquisición de un equipo de última generación (SPECT-TAC) que comenzará a funcionar en torno al verano.
Los profesionales también han asumido un nuevo reto científico: el hospital será el único de Andalucía que participará -junto a otros cinco centros españoles- en un ensayo clínico para tratar casos de cáncer de próstata con isótopos. Se aplicará a pacientes en los que ya hay metástasis en los huesos y que no responden a los tratamientos convencionales. En esta iniciativa puede apreciarse el trabajo conjunto que Medicina Nuclear desarrolla con otros servicios, ya que el ensayo clínico se hará en colaboración con el área de Oncología.
El trabajo coordinado entre ambas áreas no es nuevo. Desde 2001, por ejemplo, el hospital aplica una técnica menos agresiva en intervenciones de cáncer de mama, la del ganglio centinela. Es un ganglio que está en la axila y por el que pasan las células cancerosas al resto del cuerpo. Si está afectado por el tumor, hay que extirpar los ganglios de la axila. De lo contrario, se pueden conservar, lo que supone menos complicaciones para la paciente. Para hacer esta técnica es necesario que los profesionales de Oncología y Medicina Nuclear trabajen juntos. En el quirófano, el técnico nuclear identifica el ganglio centinela y el oncólogo lo extirpa para biopsiarlo. Y todo gracias a sustancias que -adecuadamente administradas- convierten al paciente en una especie de radiografía en movimiento. Algo que Marie Curie ni si quiera soñó.
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