Si esto fuera una carta a los Reyes Magos

Calle Larios

Habría mucho que pedir para Málaga, para su definición presente y su futuro inmediato, pero habría que empezar por admitir que no todos vamos a desear lo mismo, y en eso consiste el juego

Málaga: dónde está el ambiente navideño

La sociedad civil es el principal instrumento político de cualquier territorio.
La sociedad civil es el principal instrumento político de cualquier territorio. / Javier Albiñana

Si esto fuera una carta a los Reyes Magos pediría el tren litoral, el Auditorio, el tercer hospital, el metro a El Palo y al PTA (y, ya puestos, a Fuente Olletas), el Bosque Urbano, la recuperación del Guadalmedina y otras muchas cosas. Pero no lo es, entre otros motivos porque ya llego tarde, pero también porque, a la hora de expresar deseos para la ciudad en que uno vive, lo primero que hay admitir es que no todo el mundo va a compartirlos, que los demás preferirían pedir otras novedades; y en eso, fundamentalmente, consiste el juego. Sería interesante establecer un debate ciudadano en torno a lo que consideraríamos un pacto de mínimos, es decir, concretar los elementos que todos los ciudadanos consideramos imprescindibles para Málaga. Y a lo mejor nos llevaríamos una sorpresa al comprobar que la coincidencia es superior a la divergencia. La cuestión es que el año pasado, que parece que queda ya lejísimos, se dieron algunos acontecimientos que han influido de manera notable tanto en la percepción de los distintos modelos de ciudad puestos sobre la mesa como en las decisiones políticas para su materialización. Y creo que sería interesante tenerlos en cuenta con vistas a la evolución inmediata del modelo vigente, que no es el que más nos gusta a algunos pero es el que hay. Insisto, esto no es una carta a los Reyes Magos, solo un intento de llegar a algunas conclusiones respecto a la ciudad que tenemos y la que podemos tener desde la premisa de que el otro, el que considera por ejemplo que lo que Málaga necesita es otro rascacielos descomunal en el dique de Levante, puede tener razón.

Manifestación por el derecho a la vivienda celebrada el pasado 29 de junio.
Manifestación por el derecho a la vivienda celebrada el pasado 29 de junio. / Carlos Guerrero

Si algo ha demostrado el año 2024 es que la sociedad civil malagueña, lejos de su tradicional e injusta fama de indolente y pasota, es capaz de organizarse y ponerse en marcha cuando distingue objetivos concretos, así como de dar pasos coherentes hacia su consecución. Cuando el alcalde, Francisco de la Torre, obtuvo una nueva mayoría absoluta en las últimas elecciones municipales, cundieron por todas partes mensajes que venían a enfriar cualquier perspectiva crítica respecto a las decisiones que el Gobierno municipal pudiera tomar a partir de entonces: para qué vas a empeñarte en señalar lo que tú consideras una actuación política desafortunada cuando la mayor parte de los vecinos han dado su bendición y su carta blanca a este alcalde y a estos concejales. Durante muchos meses este fue, de hecho, el argumento con el que buena parte de los ediles y portavoces afines al mismo Gobierno despachaban cualquier crítica: puede no gustarte lo que hacemos, pero a la mayoría sí, así que te aguantas. Pero tal razonamiento delata, en fondo y forma, un desconocimiento abultado de cómo funcionan no ya las instituciones democráticas, sino la sociedad civil representada en la ciudadanía. De entrada, igualar la mayoría absoluta con la mayoría social revela un entusiasmo que habría que poner en cuarentena. Por otra parte, aunque a la sociología política le cueste la vida trascender las etiquetas, resultaría no menos interesante distinguir cuántos de los votantes del actual Gobierno municipal consideran oportuna, por ejemplo, una mayor regulación de las viviendas turísticas, o cuántos echan de menos más zonas verdes. Uno querría confiar en que nuestros políticos entienden que un voto no es una carta blanca, sino la concesión de una responsabilidad que hay que revalidar cada día, aunque, la verdad, no hay en este sentido muchas razones para el optimismo. Por último, y como idea más importante, los calendarios electorales son una cosa y la sociedad civil es otra. La misma sociedad civil es el instrumento político más importante con el que cuentan los territorios. Debidamente organizada, puede plantear exigencias a sus representantes institucionales y obtener resultados, independientemente de los programas y su cumplimiento. Esta capacidad es, de hecho, el termómetro de calidad democrática más fiable en cualquier sociedad, mucho más que la participación y la transparencia en unos comicios.      

Movilizaciones vecinales en el Parque del Oeste.
Movilizaciones vecinales en el Parque del Oeste. / M. H.

Así, cuando parecía que no había más que hacer ni más que decir, resultó que la sociedad civil malagueña estaba ahí. Después de años (años) en los que hemos escuchado a distintos concejales afirmar, con la mayor rotundidad, que no había problemas con la vivienda en Málaga, para matizar después que si los había no tenían nada que ver con la proliferación de viviendas turísticas, dos manifestaciones multitudinarias han motivado no solo un cambio de discurso (ahora el alcalde sí sostiene que la actividad de las viviendas turísticas tiene un “efecto indeseable” en la imposibilidad por parte de los malagueños de hacerse con un alquiler), sino actuaciones dirigidas a limitar y corregir tal proliferación. Es verdad que pudo haberse hecho mucho antes, que el PGOU permitía implementar medidas que el Ayuntamiento se limitó a pasar por alto; como es verdad que los vecinos del Centro llevan aún más años denunciando situaciones insostenibles y problemas de convivencia sin que nadie, absolutamente nadie, se haya dado por aludido. No es menos verdad que la disposición mostrada por el Consistorio a rectificar resulta, hasta el momento, insuficiente; pero es innegable que el problema se asume ahora desde una perspectiva muy distinta, más favorable a una solución real, y que este cambio lo ha hecho posible la sociedad civil. Cuando el mismo Ayuntamiento, en una decisión incompresible y dolorosa, decidió reservar la mitad de la superficie del Parque del Oeste durante cinco meses para un espectáculo de gestión privada, al que solo se podía acceder mediante la compra de una entrada, acudieron a manifestarse cientos de vecinos semanalmente para recordar al Consistorio una idea fundamental: en una democracia, los espacios públicos no pueden convertirse en objeto de mercantilización. Parecía que las reclamaciones iban a caer en saco roto, pero el empeño dio sus frutos y el alcalde prometió que el espectáculo no volvería a celebrarse en el Parque del Oeste si los vecinos no lo querían, y que se sometería a votación ciudadana el futuro emplazamiento del evento. Por supuesto, habría sido mejor que los vecinos hubieran recuperado su parque desde el primer día. Pero las movilizaciones dieron su fruto y demostraron que la acción política no es algo que haya que dirimir cada cuatro años, sino que se juega cada jornada. Si añadimos los fondos que en el último año han recabado entre la ciudadanía las plataformas Bosque Urbano y Defendamos Nuestro Horizonte para defender judicialmente sus objetivos, no hay más remedio que admitir que la sociedad civil malagueña ha dado en 2024 muestras de una madurez y capacidad loables. Y es necesario entender que esto es saludable para todos, incluido el Gobierno municipal, que sin una respuesta social a la altura terminaría convirtiéndose en una parodia de sí mismo.

Es un deseo muy simple: que, cuando los concejales se refieran a la sociedad civil malagueña, lo hagan con más respeto del mostrado hasta ahora

Lo que vaya a deparar la articulación de esta misma sociedad civil en un futuro inmediato puede aventurarse, más o menos, pero no estamos aquí para hacer apuestas. Por mi parte, el reconocimiento de todo lo aquí expuesto hasta ahora sí me lleva a la formulación de un deseo. Si esto fuera una carta a los Reyes Magos, se lo pediría a ellos. Pero, como no lo es, lo hago a quienes desde el Gobierno municipal se dirigen a la ciudadanía para la que trabajan. Es un deseo muy simple: que, cuando los concejales y concejalas se refieran a la sociedad civil malagueña por cualquier motivo, lo hagan con más respeto del mostrado hasta ahora. Solo eso. En este último año hemos visto y escuchado a distintos ediles hablar sobre los manifestantes y organizadores sociales en un tono despectivo impropio de cualquier responsable político. Se ha tachado a quienes han salido a la calle para reclamar sus derechos de amargados, de turismófobos, de lacayos a sueldo de tal o cual lobby y de, lo que me parece especialmente grave, violentos. En el caso concreto del Parque del Oeste, desde el Ayuntamiento se acusó a los vecinos de actuar de manera violenta por usar un megáfono (que, para colmo, fue retirado por la policía). Son, que conste, esos mismos vecinos a los que se expuso una versión muy distinta de lo que iba a ser el espectáculo con tal de ganar su aprobación. Por más que se les explicó desde distintos cauces que no había ningún intento de menoscabar la actividad turística en Málaga, tan solo de ordenar lo relativo a las viviendas vacacionales, no pocos concejales siguieron acusando de turismofobia a una parte de la ciudadanía que solo quería hacer valer su derecho al acceso a una vivienda y que entendía, como bien admitió el alcalde, que la barra libre concedida al sector menoscababa ese derecho. Pero, que yo sepa, lo más feo a lo que se ha tenido que enfrentar un turista en Málaga era una pegatina en la que se le invitaba a marcharse a casa, sanción por otra parte ridícula y estúpida, tanto quizá como la afirmación de que tampoco es tan grave irse a vivir a Villanueva del Rosario si no hay viviendas disponibles en Málaga. Es verdad que en las manifestaciones se han lanzado mensajes injustos con los que muchos manifestantes (yo entre ellos) no estaban de acuerdo. Pero que los mensajes que emanan de las protestas no siempre nos gusten nunca puede entenderse por parte de los representantes institucionales como una excusa para faltar al respeto a la sociedad civil. Cuando la gente se siente engañada o víctima de una mala acción política, las reacciones gruesas son esperables y hasta cierto punto comprensibles. Su digestión por parte de los políticos va implícita en su cargo. En todo caso, prestar toda la atención a los excesos con tal de pasar por alto los motivos reales por los que la sociedad civil se moviliza es una estrategia indigna de cualquier representante público. Mucho más si lleva implícita la falta de respeto a quienes alzan su voz con la mayor legitimidad. 

Voluntarios de la plataforma Bosque Urbano en la parcela de Repsol.
Voluntarios de la plataforma Bosque Urbano en la parcela de Repsol. / EP

Insisto: la ciudadanía malagueña ha mostrado madurez, capacidad de organización y buen criterio a la hora de presentar sus reivindicaciones. Muchos vecinos consideran que Málaga no necesita más rascacielos, sino más espacios públicos, de mayor calidad y más respetados. Muchos entienden, igualmente, que el acceso a la vivienda debería constituir una prioridad en la agenda política que no se da en ninguna administración, por servidumbres asumidas ante fondos de inversión a los que se está vendiendo la ciudad a pedazos. Hay quienes reclaman más zonas verdes, mejores servicios públicos, más participación, más oportunidades para todos, más equipamientos culturales y deportivos. Y otros muchos piensan todo lo contrario: que el modelo funciona a la perfección, que la prosperidad depende de la altura de las torres y que es inversamente proporcional al bienestar de los ciudadanos. Bien, para eso está la opinión pública, para entenderse y desentenderse como considere. Pero no hay para cualquier ciudad peor carta de presentación que una clase política capaz de faltar al respeto a sus ciudadanos. De manera que, ilustrísimos, ilustrísimas, ya tienen mi deseo para el año nuevo. Que esto no es una carta a los Reyes Magos. Si lo fuera, otro gallo cantaría.

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