Las supervivientes de la UMA: "Creo que lo mejor es quedarnos en Galápagos, juntas"
Las cuatro estudiantes de la Universidad de Málaga víctimas de un naufragio cuentan que finalizarán sus proyectos de cooperación internacional
Cuatro malagueñas sobreviven a un naufragio que deja cuatro muertos en Islas Galápagos
Hace una semana que Ana, Estefanía, Yaiza y Marina, cuatro universitarias malagueñas, vivieron la experiencia más traumática de su vida. Un naufragio en mitad de las Islas Galápagos las ha dejado "desconcertadas" y "abrumadas". A pesar de ello, se encuentran "arropadas" y "muy afortunadas" de haber sobrevivido, pues al menos seis personas no corrieron la misma suerte -cuatro fallecieron y dos se encuentran aún en paradero desconocido-.
Hace un mes que las cuatro estudiantes de la Universidad de Málaga viajaron a este archipiélago situado en Ecuador para participar en proyectos de cooperación internacional, cuyo objetivo es identificar mediante técnicas moleculares las especies invasoras que suponen un riesgo para la alimentación, flora y fauna autóctonas de las islas.
Todo marchaba viento en popa. Hasta que el pasado domingo, 25 de septiembre, las jóvenes se embarcaron en una lancha de cabotaje para desplazarse desde Isla Isabela hasta Santa Cruz, donde se encuentran las casas de voluntarios en las que se hospedan.
Con el cielo ya encapotado, mala mar y frío, la lancha comenzó a inundarse. "Fue todo muy rápido, pero nos miramos todas y yo creo que reaccionamos súper bien porque dijimos «para adelante»", cuenta Marina a este periódico. Estefanía -la mayor del grupo- cogió el mando de la situación e iba dando indicaciones a sus compañeras de lo que debían hacer en cada momento. "Las demás nos limitábamos a cumplir sus órdenes". A su juicio y, a pesar de los nervios, supieron "bastante bien controlar los nervios". "Gracias a eso seguimos hoy con vida", reconoce, junto con Yaiza, la benjamina del grupo.
La embarcación, que partió una hora y media más tarde de lo previsto problemas con el motor, se quedó sin gasolina y quedó a la deriva frente a las costas de Tortuga Bay. Hasta allí se acercó otro barca para suministrarles combustible y siguió navegando media hora más hasta que el motor volvió a fallar.
En seguida, el agua comenzó a tragarse la lancha -que transportaba a 37 pasajeros-. Las jóvenes, que se encontraban en la parte superior de la barca, corrieron hacia la proa, desde donde saltaron al mar para alcanzar la barca que anteriormente les había suministrado gasolina. También ayudaron a que parte de la tripulación se salvase.
Aunque no viajaban más españoles en la lancha y apenas habían entablado conversaciones, las jóvenes aseguran recordar con nitidez cada una de las caras de los pasajeros. "Había familias, entre ellas unos abuelos que viajaban con sus nietos", manifiesta Marina. Un recuerdo que no olvidarán en su vida.
Aunque el suceso les marcará de por vida y ha supuesto "un punto de inflexión" en su recorrido, el dolor también les ha hecho olvidar. "Yo tengo muchas lagunas. Perdí la noción del tiempo y tampoco sé lo que le dije a la Policía una vez llegamos al puerto", asegura Marina.
A veces lloran para sanar y, otras, ríen para sobrellevar la experiencia. Las cuatro malagueñas se encuentran en proceso de olvidar. Momentos de "bajón" en los que confiesan que solo quieren estar solas, a pesar de estar todo el día juntas. "Es un proceso que tenemos que pasar, a veces hablamos, nos contamos e intentamos recordar entre nosotras ", confesaba Ana. "El cerebro decide omitir ciertas partes que a veces no comprendes".
Aun temblaban cuando la embarcación llegó al puerto. Todos los supervivientes del naufragio fueron atendidos con mantas y comida. También recibieron ayuda psicológica, que siguen manteniendo hoy. Les insistieron para que regresaran a España, pero ellas decidieron no cejar en el empeño e ilusión que pusieron en el proyecto y continuar, juntas. Querían terminar lo que tanto les había costado conseguir.
La respuesta fue totalmente unánime. "Las cuatro dijimos que no, ninguna dudamos, creemos que es mejor pasar todo este proceso juntas y aquí en Galápagos", explica Ana. "Nos gustaría dejar todo cerrado y no irnos con mal sabor de boca a casa", añade.
¿Un antes y un después?
La bajada al puerto fue lo más impactante. El estado de shock esperó hasta la hora de la cena, que ya rompieron a llorar. "Cuando ya nos duchamos y nos sentamos a cenar esa noche, nos miramos las cuatro y empezamos a llorar desconsoladamente", relata Ana. Tenían ropa, gente abrazándole consolándoles, tenían todas las comodidades y eso "es gracias a la propia humanidad de las personas".
"No sabemos lo que realmente vale la vida, hasta que te ocurre algo así", confiesan. Para cada una de ellas está siendo un proceso de aprendizaje. Una experiencia que, aseguran, volverían a repetir, pese a los contratiempos. Ahora, denuncian que existan unos protocolos dignos de emergencias en las islas-. "Todo lo que nos está pasando nos está haciendo ver lo que de verdad importa. Hemos sentido humanidad entre todos nosotros y que lo único que hace falta en esta vida es ayudarnos y encontrarse bien de salud", aseguraba Ana.
Son muchos los que se encuentran en el voluntariado. Como una piña, avanzan hasta el fin de su experiencia. Cuentan como no se han sentido en ningún momento fuera de casa, "lo hemos suplido todo con el cariño de la gente que hemos conocido, de nuestro compañeros", concluía.
Como si hubiesen renacido, Ana, Marina y Estefanía aseguran que no "volverán a ser las mismas". Si tuviesen que describir como se sientes pasado cuatro días en una palabra: "afortunadas". "Nos sentimos realmente afortunadas de poder estar bien, estar vivas y de seguir las cuatro juntas". En dos semanas ya pondrán rumbo a casa con un sentimiento común que compartirán para toda la vida.
Investigación de lo ocurrido
La Fiscalía de Ecuador ha abierto diligencias para investigar lo ocurrido, ya que la lancha de cabotaje había tenido problemas en un motor en el puerto y aun así el capitán decidió zarpar. Pese a que sufrió varias averías durante el viaje, que ya tardaba una hora más de lo habitual, decidió continuar, hasta el punto de que se quedó sin combustible.
Además, la embarcación transportaba a 37 pasajeros de Isabela a Puerto Ayora, cuando al parecer su capacidad máxima era de 25 personas. Y, al parecer, lo hacía sin chalecos salvavidas.
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