Seis tatuadores imprescindibles en Málaga: arte a flor de piel
El tattoo como forma de expresión artística y no sólo como excusa para darle un disgustazo a nuestras madres
Málaga/En la novela Clara y la penumbra, el escritor José Carlos Somoza imagina una realidad donde los cuerpos se convierten en lienzos haciendo de los seres humanos obras de arte literalmente vivas. Algo que no está muy lejos del mundo de hoy: sólo hay que pasear con mirada furtiva por la calle para ver hermosos dibujos adornando la piel de los demás transeúntes: el acto de tatuarse nunca ha estado tan vivo.
Y quizá algunos de esos tatuajes que se pueden entrever hayan sido pergeñados por uno de los seis tatuadores imprescindibles en Málaga que presentamos a continuación.
Lejos quedan los tiempos en los que esta forma artística era patrimonio casi exclusivo de legionarios y de patio de presidio. En la actualidad es de uso común: tu tía abuela Rosalía, a sus 76 castañas, se acaba de hacer el tercero.
Tatuar siempre ha sido un arte ligado a tradiciones profundas. Numerosas culturas como la japonesa o la maorí cuentan con un antiquísimo folclore enraizado al arte del tattoo. También ha estado muy relacionado con los bajos fondos y a organizaciones delictivas como las tríadas chinas o la mafia rusa.
Cada época ha contemplado el acto de tatuarse de un modo distinto: hoy por hoy es algo totalmente normalizado. Tanto que incluso podríamos decir que casi obligatorio: de hecho, cuenta la leyenda que en Málaga nadie sin tatuajes puede trabajar de camarero.
Sea este rumor real o no, lo cierto es que a los siguientes tatuadores no les va a faltar el trabajo en mucho tiempo:
La tatuadora Laura Ortiz
Laura Ortiz no tenía claro qué quería ser de mayor. Lo que sí sabía era que le gustaba dibujar, lo que ha hecho durante toda su vida y lo que la llevó estudiar Bellas Artes en la Universidad de Málaga donde un chico que tatuaba le introdujo en este mundo.
Al principio Laura no se sintió muy atraída por los tatuajes, "principalmente por la responsabilidad que supone tatuar a una persona y porque estaba cómoda entre lápides y pinceles", asegura.
Sin embargo, tras terminar la carrera, tratar de vivir un año de su arte y marcharse a Barcelona para estudiar un máster en Artes y Educación con la intención de convertirse en profesora, regresó a Málaga sin un plan B en la recámara. Fue entonces cuando la bombilla se encendió y Laura pensó que "lo de tatuar no sería tan mala idea".
Y, como todo lo que ha emprendido esta artista en su vida, se metió de lleno: estudiaba a diario los materiales, la piel como lienzo, las técnicas, las curas... Lo hizo así porque la responsabilidad de tatuar es para ella enorme: "no puedes hacer desparecer un tatuaje si el resultado no te convence".
Un fuerte aprendizaje, un lanzarse a la piscina, y Laura lleva ya dos años y medio metiendo tinta entre la piel de sus clientes.
¿Y sus lienzos con patas están contentos?, ¿les convencen los resultados? Pues parece que sí porque Laura tiene a día de hoy cerrada su agenda, un año de lista de espera y este mes de septiembre abre su propio estudio.
Y sigue aprendiendo e inspirándose con el trabajo de numerosos artistas, tanto del mundo del tatuaje (Kindamo, Coreh López, Alex Sorsa...) como de las artes plásticas (Dirk Dzimirsky, Diego Fazio, Gabriel Moren...).
Lo que es la vida: a pesar de no haberse imaginado algo así de niña, actualmente el mundo de los tatuajes ocupa el día a día de Laura. Y ella y sus clientes no podrían estar más felices.
Pifa Alarcón aka Pifanida
Pifa Alarcón, aka Pifanida, nació en Tetuán y actualmente vive en Vancouver, pero lleva a Málaga bajo la piel desde que su familia se mudara a la ciudad cuando ella tenía 3 años. En la capital creció y estudió Bellas Artes.
Aunque parezca increíble, aguardó a terminar la carrera para hacerse su primer tatuaje: ay, cosas de las familias y, sobre todo, cosas de las madres: las madres, digan lo que digan (y algunas no dejan espacio para dudar), siempre odiarán los tatuajes de sus hijos.
Pifa siempre ha tenido una vida ligada al arte y desde joven ya pintaba sobre la piel de sus primos y hermanos, pero no fue hasta que se hizo ella misma un tatuaje que pensara en dedicarse profesionalmente a este sector.
Sin embargo, "hace una década era más complicado formarse para ser tatuador", por lo que Pifa se marchó a Irlanda para después dar el salto a Canadá, donde se hizo un tatuaje handpoke (sin máquina) con un artista de Montreal llamado Charlie Horse y la experiencia la cautivó.
Así que decidió aprender sola y unirse a la nueva ola que estaba arrasando en el mundo del tattoo, marcada por la presencia de más ilustradores, de más aprendizaje autodidacta, de un mayor intercambio con otros artistas y con una comunidad más cercana, con un mayor respeto por este arte.
El aprendizaje de Pifa empezó por ella misma: "comencé a tatuar mi cuerpo, y luego a amigos que demostraban ser muy amigos".
Pifa se dio cuenta que dibujaba más tatuando que trabajando en un estudio de diseño, y que eso la hacía más feliz, por lo que en 2017 dejó su trabajo y montó un pequeño estudio de tattoo en su propia casa. En tan sólo tres meses era la única labor remunerada que tenía que desempeñar para ganarse la vida.
Hoy en día trabaja en un estudio privado, Home Body Tattoo, donde comparte espacio con otros tres artistas y donde se dedica a los tatuajes handpoke con notable éxito.
Pifa no deja de aprender cada día más y más y es un caso claro de fuga de cerebro y manos.
Ana Fernández aka Anitafer Tattoo
A sus 33 años, Ana Fernández, más conocida como Anitafer, lleva más de cinco tatuando en su ciudad natal, Málaga.
Licenciada en Bellas Artes, llegó a este mundillo cuando buscaba una salida profesional relacionada con el arte y que le diera para algo más que para comer. Y sin pensarlo mucho, acabaría por descubrir que el tatuaje es su pasión.
Hasta ese momento había trabajado como diseñadora gráfica y, principalmente, como dibujante de retratos por encargo, pero la remuneración apenas le alcanzaba para pagar las facturas.
"Tuve la suerte de contar con la ayuda de Rubén Ruiz, un muy buen tatuador malagueño, que confió en mi trabajo y me acompañó en mis primeros pasos; siempre le estaré agradecida", comenta Ana, rememorando sus primeros pinitos.
A partir de ahí, lo difícil: practicar, practicar y practicar para ir mejorando cada día, encontrar su propio estilo y llegar a tener lista de espera de meses entre sus clientes.
El tipo de tatuaje en el que se ha especializado está artista se basa en el realismo en negro y grises, dedicándose especialmente a los retratos.
Comenzó a tatuar a amigos y conocidos desde una habitación en su propia casa, pero pronto se le quedó pequeña y alquiló una pequeña sala en una peluquería.
Sin haber transcurrido si quiera un año, montó su propio estudio por Cristo de la Epidemia, Espacio CAT, junto a su amiga Pertierra. Hasta que hace un par de años decidieron crecer por separado y el estudio pasó a ser en exclusiva de ella bajo el nombre de Anitafer_tattoo Studio.
En el estudio trabajan, además de Ana, Anthoony tattoo y Cáliz Piercing stetic. Sin contar a los tatuadores invitados, a los que trae durante unos días para ofrecer a sus clientes otros estilos de este arte.
Como curiosidad, todo el estudio está decorado con gatos, "todo el que me conoce sabe que los adoro", explica Anita; por lo que no descarta en un futuro cercano cambiarle el nombre al negocio y ponerle alguno acorde con esta felina temática.
Tatuador Pedro Sañudo aka 'Pedro or die'
Pedro Sañudo aka 'Pedro or die' es un malagueño de adopción que se inició en el mundo del tatuaje hace ocho años justo al terminar sus estudios como ingeniero en Diseño Industrial.
El arte surge de las manos de Pedro desde hace ya bastante tiempo: con 14 años comenzó a pintar graffitis y desde entonces se ha sentido atraído por otros tipos de arte.
Se arrancó haciendo tatuajes en estilo new school por su semejanza con el graffiti y con el tiempo empezó a especializarse en neotradicional, un estilo que mezcla detalles del realismo con el tatuaje tradicional.
Para ello, "he trabajado todo este tiempo en un estudio de la provincia en el que entré como aprendiz, hasta hace pocos meses que decidí abrir mi propio estudio, Marengo Tattoo, en pleno barrio de El Perchel".
La especialidad de este tatuador son los tatuajes de animales y mujeres con un fuerte componente salvaje, pero es capaz de unir a su estilo marcado cualquier idea, porque como él mismo dice: "me encantan los retos".
Tatuador Sergio Fernández
A pesar de lo que hemos dicho antes, la afirmación de que las madres odian los tatuajes pierde toda la validez con Sergio Fernández. Como si las madres no dieran ya poco, la piel de su progenitora fue el lienzo sobre el que a los 19 años este malagueño trazó su primera creación. "Desde mis inicios siempre me ha apoyado", recuerda echando la vista atrás.
Su salto al tatuaje, como en el caso de otros artistas del gremio, fue desde el dibujo: "yo solía dibujar a carboncillo como hobbie, haciendo retratos de personas, hasta que me compré mi primera máquina y empecé a tatuar".
Así, mirando vídeos en Youtube (no sabemos si narrados con acento sudamericano), fue como aprendió a poner a punto la máquina, ya que el mantenimiento de las herramientas era algo más complicado hace algunos años.
Poco a poco, con su propia vivienda como estudio, fue compaginando el que entonces era su trabajo con el de tatuador. Aparte de su propia madre, amigos y vecinos fueron prestando su piel a Fernández para mejorar su técnica, hasta que llegó a especializarse en el realismo en blanco y negro; "mi estilo por excelencia", reconoce.
Tres años después, comenzó a trabajar en un estudio local de reconocido prestigio y de ahí pasó a otros con la idea de seguir formándose y mejorar su pericia, lo que le ha llevado incluso a colaborar con otros estudios de España y también de Canadá.
En 2014 abrió un estudio propio y hace un año se embarcó en un nuevo local más grande, con la idea de formar un equipo. Y así fue como surgió Seven Tattoo, que actualmente lo conforman cinco profesionales que dan servicio desde el barrio de Ciudad Jardín de la capital.
Sergio Fernández cuenta en su proyecto con Jose Miguel Duque -especializado en retratos-, Rubén Pascual -realismo y microrrealismo-, Samuel López -grandes proyectos de mangas y piernas completas- y Marina Domínguez -mánager y técnica de láser, es la encargada de aclarar los tatuajes antiguos para nuevas creaciones-.
Tatuador Toni García
Ha pasado más de una década desde que Toni García se iniciara en el arte del tatuaje en su Córdoba natal.
Y después de pasar por diferentes puntos de Europa en busca de la perfección de técnica y estilo, se ha establecido en la Costa del Sol, desde donde su éxito está siendo más que evidente.
Su pasión por las artes gráficas se despertó gracias a su madre, una profesora que colmó su infancia de pinturas, brochas, pinceles, cinceles para esculpir, y miles de soportes diferentes para la creación.
"Siempre estuvimos los dos solos, en un hogar escaso de videoconsolas y action mans, pero con un rincón donde fomentar mi creatividad y mis capacidades gráfico-plásticas; siempre fue una de sus metas", explica sobre sus primeros contactos con las bellas artes.
Ya durante el Bachillerato se decantó por la especialidad artística, e incluso se marchó al extranjero durante 4 años, siempre con el objetivo se seguir formándose.
Ahora, con la experiencia que dan los años, se muestra aún más convencido de que para ser parte de lo que él denomina "el gremio de los artesanos del tatuaje" el tiempo de aprendizaje es esencial.
Porque "el tatuador no es una impresora, sino un artesano que brinda sus capacidades al pueblo, tanto artísticas como personales".
Después de viajar por Europa en busca de referencias artísticas, con 23 años empezó a trabajar en Córdoba, en Inkviati Tatoo Studio, donde junto a sus dos compañeros de equipo, Zipo y D. Herrera, conformaron una pequeña familia que asistía a convenciones y diferentes eventos relacionados con el mundo del tatuaje.
"Terminé de construirme como artista a base de años y mucha constancia, salí encauzado y agradecido por todo lo vivido, y por las mil ideas compartidas en el día a día sobre cómo mejorar y convertirnos en artistas polivalentes", asegura.
Hoy, ya con 31 años, García ha decidido trasladarse a la costa junto a su mujer Alejandra, "donde estamos viviendo el sueño de seguir haciendo lo que nos gusta, añadiendo un flujo de diferentes culturas y viajeros de muy diversos países, los cuales no dejan de aportar ideas nuevas a mi trabajo y la opción de poder seguir creando obras de impacto", concluye.
Temas relacionados
2 Comentarios