Cinturón verde
OPINIÓN | TERRITORIO COMANCHE
Qué trabajito cuesta que este tipo de proyectos vayan avanzando, ya saben que los bosques no se inauguran, y lo rápido que encuentran calado en los gestores los pelotazos urbanísticos
Un Centro sin vecinos
Cuestión de credibilidad
Málaga/QUE el territorio no es infinito es una cuestión que debemos tener bien asumida, y de ahí vienen toda una serie de tensiones derivadas de la pugna entre los diferentes usos del espacio. Nuestro entorno inmediato sí que es buen reflejo de esto. Equipamiento turístico, urbanizaciones, infraestructuras, agricultura de regadío, equipamiento energético, pugnan por hacerse hueco en el mismo territorio. Pero esta dinámica requiere de un orden, una planificación que evite riesgos, peligros y vulnerabilidades, que de lo contrario se producirían en el contexto de cambio climático en el que estamos. Es la ordenación del territorio la que debe ser garante de ese equilibrio entre población y recursos.
En este contexto es en el que se plantea como la crisis de viviendas en Málaga, derivada de la extraordinaria dinámica urbanística reciente, está generando una demanda potencial de viviendas en Málaga por encima de los 5.000 hogares, algo más de un millar por año, según señalan los redactores del Plan Municipal de Vivienda, que ya ha entrado en la fase de participación ciudadana, antes de su aprobación definitiva. La expansión ha de ser hacia las zonas del valle bajo del Guadalhorce en su mayor parte. Es decir, zonas llanas que disparan el riesgo de inundación.
De ahí la importancia que tiene el pequeño, cierto, pero nuevo avance en el denominado anillo verde de Málaga, que afectará a más de 7.600 hectáreas de suelo no urbanizable que rodea de este a oeste la orla montañosa de la ciudad, con tres ámbitos diferenciados, la zona este de la capital, con 2.024 hectáreas de superficie; la localizada al norte de la hiperronda, con 2.940 hectáreas, y la situada en la zona suroeste, integrada principalmente de suelos agrícolas, con otras 2.655 hectáreas. A modo de referencia, el Parque Natural de los Montes de Málaga posee una extensión de 4996 Has. Qué trabajito cuesta que este tipo de proyectos vayan avanzando, ya saben que los bosques no se inauguran, y lo rápido que encuentran calado en los gestores los pelotazos urbanísticos. Y no es por falta de justificación, porque el déficit de zonas forestales es una de las principales asignaturas pendientes en el entorno de Málaga.
En realidad, deberíamos hablar de zonas verdes, pero dada la configuración fisiográfica de la capital, solo basta echar una ojeada al entorno para ver una abrupta e intrincada orografía, lo que nos aleja de las opciones de jardinería y nos involucra directamente en lo forestal. Si los recursos forestales son necesarios es porque proveen una diversa fuente de bienes y servicios ecosistémicos de los que nos beneficiamos todos. De hecho, cuanto más complejo y biodiverso es el ecosistema forestal, más variados son los productos que brinda, partiendo del principio que muchos de estos bienes y servicios serían imposibles de obtener de manera artificial, y atienden a un denominador común, que favorecen la calidad de vida de su entorno, circunstancia de la que no parece que andemos muy sobrados.
Se trata de sumideros de dióxido de carbono y máximos purificadores del aire, hecho no baladí dado que el dióxido de carbono es uno de los gases de efecto invernadero implicados en el cambio climático. Con lo que la vegetación que conforma la masa forestal, mediante la fotosíntesis, toma el dióxido de carbono de la atmósfera y libera oxígeno. De este modo, los bosques contribuyen a mitigar los efectos del cambio climático y también a purificar el aire que respiramos. Además, las áreas forestales son sustento de la biodiversidad, una de las principales riquezas del ámbito mediterráneo, regulan los flujos de agua torrenciales, dado que la vegetación facilita la captación de vapor de agua, disminuye la escorrentía superficial y promueve la infiltración del agua, lo que es especialmente importante considerando que a pocos metros se encuentra una ciudad con más de 600.000 habitantes. Es decir, son los principales reguladores de los riesgos de inundación en nuestra capital. También son proveedores de alimentos, plantas medicinales, materiales de construcción y combustible y, por último, constituyen unos excelentes espacios de recreación, ocio, y por supuesto, para el turismo.
Por tanto, pocas dudas en relación con el papel de lo forestal vinculado al bienestar de la población, y ninguna con relación a que la necesidad de un cinturón verde en los Montes de Málaga ya se ha traducido en una medida de urgencia, básicamente porque no podemos construir sin proteger. De ahí que el mero hecho de que parezca que algo se empieza a mover posee un enorme simbolismo, puesto que no es la primera vez que se habla de esta necesidad, ni que el Observatorio de Medio Ambiente Urbano (OMAU) realiza informes en este sentido, con la idea de marcar un rumbo que después desde el consistorio se omite.
Evidentemente, se trata de un proyecto a largo plazo, y en realidad se ha fijado como horizonte temporal para el desarrollo pleno del mismo allá por mitad de siglo, pero conviene enfatizar el hecho de que se produzca una apuesta realmente sostenible y protectora, en mitad de una dinámica urbana en la que aparecen signos más que evidentes de haber perdido el norte y de ser cada día mas vulnerables. Así, aunque ya saben que los bosques no se inauguran, de ahí el poco entusiasmo con el que se informa de repoblaciones forestales, convendrán conmigo que, dada la dilatada trayectoria política de nuestro regidor municipal, si en los inicios de su trayectoria política, allá por 1971, hubiera iniciado una revegetación, ahora, podría haber inaugurado un más que frondoso bosque Mediterráneo. Lástima de tiempo perdido. Claro que estamos en año electoral, así que cualquier promesa es posible…
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