A toda vela

La mar de historias

Este barco, que está en el Libro Guinness Récords, realizaba una ruta de 12 días entre Cannes y Lisboa

Dos ferris, en los boxes del puerto de Málaga

‘Royal Clipper’ mostrando la mayor parte de sus velas desplegadas. / J. C. Cilveti

EL 12 de octubre de 2000, el puerto malagueño recibía por primera vez al Royal Clipper. Atracado en el muelle número dos donde efectuó una corta estancia de algo menos de cuatro horas, este buque llegaba con la singularidad de ser el velero crucerista en activo más grande del mundo.

Cumplimentada aquella visita pocos meses después de ser entregado por los astilleros polacos de Gdansk a la compañía Star Clippers, este buque, desde entonces ha frecuentado de una forma habitual las aguas malacitanas, realizando hace tan solo unos días su trigésima escala.

Y aunque sus 133 metros de eslora, sus cinco mástiles, sus 42 velas que suman una superficie total de 5.202 metros cuadrados o su presencia en Libro Guinness Récords darían para escribir muchas cosas, hoy, quiero comentarles algo que pudo verse a la salida de este buque hace algo menos de una semana. Tras efectuar una escala de nueve horas atracado junto al Palmeral de las Sorpresas, este barco que realizaba una ruta de 12 días entre Cannes y Lisboa, al ir acercándose a la bocana malagueña comenzó a desplegar sus velas. Ya en aguas abiertas y con rumbo este, el Royal Clipper navegó mostrando 36 de sus 42 velas al viento; una imagen que no suele verse de una forma habitual cuando este tipo de barcos están tan cercanos a la costa.

Reseñado este momento que en algunas ocasiones se ha visto en otros veleros, aunque quizás la salida de hace unos días del Royal Clipper haya sido una de las más espectaculares de los últimos años, la pregunta que muchos de ustedes se están haciendo con toda seguridad que es: ¿Realmente estos veleros cruceristas navegan a vela?

Siendo estrictos con lo que significa navegar a vela; es decir, propulsarse en la mar únicamente con la fuerza del viento, les diré que estos barcos lo hacen en contadas ocasiones. Manteniendo todas o parte de sus velas desplegadas, las singladuras de estos vistosos buques que tienen una ruta que cumplir con unos horarios necesitan de la propulsión de motores que les posibiliten la navegación; una circunstancia que no quita para nada el encanto que supone viajar en un velero similar a aquellos barcos que sólo se movían impulsados por la fuerza del viento.

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