Trasplantados de riñón en Málaga en 2024: los rostros detrás del hito del Hospital Regional
Cuatro pacientes de los 242 que el año pasado recibieron este órgano dan su testimonio en agradecimiento a los donantes y para concienciar a favor de la donación
El Regional de Málaga incrementa un 20% los trasplantes de órganos, vuelve a batir su récord y es el primero de España en renales

Agradecimiento y emoción; agradecimiento y lágrimas; agradecimiento y kleenex… Estas son las palabras y la secuencia que mejor describen lo que ocurre en la modesta sede de la Asociación para la Lucha Contra las Enfermedades Renales (ALCER) donde se reúnen cuatro trasplantados de riñón en 2024 para contar sus vivencias. Sus testimonios sirven para poner rostro a los enfermos que se benefician con estas operaciones. Apenas son cuatro historias. Pero el Regional hizo el año pasado 242 trasplantes de renales, un hito que lo colocó como el primer hospital de España en estas intervenciones y con el que ha alcanzado la cifra anual más alta registrada por un centro sanitario en este país desde que comenzaran hace ya más de cuatro décadas.
Cuando a Manuel Torralbo se le pregunta qué le diría a a su donante, nada más empezar a hablar se le quiebra la voz. Los ojos se le llenan de lágrimas. Alguien, que por experiencia propia ya sabe que afloran estos sentimientos, rápidamente le acerca un pañuelo. “Le daría las gracias, tanto a mi donante como a sus familiares. No hay palabras para agradecer lo que han hecho por mí. Ha tenido que morir una persona para que yo viva”, afirma. Por respeto a ellos y para cuidar su trasplante lleva una vida sana a rajatabla; no fuma ni bebe.
Manolo, de 63 años, tiene poliquistosis, una patología hereditaria que le obligó a empezar con los controles en torno a sus 50. Aunque se cuidaba, al cumplir los 62 entró en diálisis peritoneal. “Yo temía la diálisis porque conocía el tratamiento por mis familiares”, explica. Su madre y tías padecen también la enfermedad. El año pasado, en junio recibió el trasplante. Es uno de esos 242 de un balance que, dicho así, suena frío. Pero detrás de cada uno de esos números hay dos familias que han sufrido; una por la pérdida de un ser querido y otra por la esperanza de que llegara ese órgano que necesitaba su familiar para seguir viviendo. Por eso es importante el testimonio de los trasplantados, para que los familiares de los donantes sepan que su aceptación a la donación ha salvado muchas vidas.
Laura Sánchez también les agradece esa decisión.“Gracias a eso, he recuperado la salud”, destaca. “La vida, la vida. Gracias a la donación recuperan la vida”, tercia la presidenta de ALCER, Josefa Gómez. Recuerda que la mayoría de los pacientes renales en diálisis no pueden disfrutar de algo tan básico como beber agua u orinar. “O viajar”, apunta Manuel. Porque recuerda que cuando dependía de ese tratamiento para sobrevivir, no iba a ver a su hija a Barcelona para no incordiar con la parafernalia de la diálisis peritoneal.
Laura tiene 46 años. Con 26, de repente, sus riñones colapsaron. Tuvo que entrar en diálisis. Llegó su primer trasplante. “Era de un niño que había fallecido”, cuenta. Esta vez es a ella a la que se le rompe la voz y el alma, pensando en aquel crío. Le brotan las lágrimas, así que saca un kleenex de su bolso. Alguien le acerca otro. Respira hondo. Cuenta que a los cuatro días rechazó aquel trasplante. Así que tuvo que volver a diálisis. Era joven y tiempo después se quedó embarazada. Seguía dializándose.
Pero con su hijo –que ahora tiene 16 años– mejoró su función renal. Milagrosamente y cuidándose mucho, sus riñones volvieron a trabajar. Así que salió de diálisis. Durante unos años... Porque después volvieron los problemas y otra vez tuvo que retomar este duro tratamiento. Finalmente, en septiembre del año pasado, llegó su segundo trasplante. Y, de momento, todo marcha bien. No hay más que verle la cara. Rezuma salud.
“Vemos que está bien, feliz y nosotros también somos felices”, cuenta Dolores Luque, su madre. Este vez es ella la que rebusca un kleenex para enjugarse unas lágrimas incipientes. Se emociona al ver tan bien a su hija y al recordar a esa madre que perdió al suyo, el que regaló vida a Laura. “Debe tener mucha pena porque su hijo se fue, pero ha salvado a muchas personas”, reflexiona.
El agradecimiento de los trasplantados y sus familias se hace extensivo a los profesionales del Hospital Regional. “Un diez como se han portado con mi hija”, dice Dolores. Trasplantados y familiares citan muchos nombres, entre otros, los de las nefrólogas Blanca Ramos y Verónica López.
López es la jefa de Nefrología del Regional. “Que el hospital haya hecho el año pasado 242 trasplantes renales es todo un hito, nunca antes un centro sanitario había alcanzado una cifra tan elevada. Además, el Regional ha sido el primer hospital en trasplantes renales de toda España. Y eso ha sido gracias a la solidaridad de tantos donantes y familiares y al trabajo coordinado de muchísimos profesionales”, resalta.
Celeste Rico forma parte de ese balance-hito de 242 trasplantados de 2024. Ahora tiene 44 años. Cuando era veinteañera se fue a Portugal a trabajar. Allí, en una analítica de rutina le detectaron que su función renal no estaba bien. Entonces empezó su peregrinaje por hospitales, de allí y de aquí. No obstante, con dieta y cuidándose mucho mantuvo el problema a raya. Cuando su situación clínica comenzó a empeorar, sus dos hermanos se ofrecieron para donarle un riñón. Ambos fueron descartados por no ser compatibles. Su marido también mostró su disposición a hacerlo. Imposible; no tenía su mismo grupo sanguíneo. El tiempo corría y jugaba en su contra. Durante la pandemia, empeoró. Y llegó lo que temía: le dijeron que tenía que entrar en diálisis. Entonces, ella y su nefróloga decidieron hacer otro intento de encontrar un donante vivo. Su madre, Celeste Martín, siempre se había ofrecido. Les hicieron las pruebas y resultaron compatibles. El trasplante salió adelante. “Mi madre me ha vuelto a parir”, se ríe. “Mi hija me ha costado un riñón”, bromea la madre. Así que cuando se formula la pregunta a los presentes en la reunión de “¿qué le dirías a tu donante?”, ambas se funden en un sentido abrazo, lloran una chispa y sacan los pañuelos.
Gracias a su madre-donante, Celeste no entró en diálisis. Cuenta su progenitora que pese a que ahora sólo tiene un riñón, está perfecta. Antes tenía hipertensión, pero desde poco después de la donación se le ha quitado. “A lo mejor mi hipertensión tenía un componente emocional y por eso, al ver a mi hija bien, se me ha quitado”, dice.
María Victoria Postigo es otra de esos 242 trasplantados de riñón de 2024. No acude a la reunión porque aún está convaleciente y prefiere no tener mucho contacto social para evitar contagios. Tiene 65 años. A los 42 comenzaron sus problemas renales. Entró en diálisis. Su primer trasplante le duró dos años.
Pero tuvo que volver a la máquina. En noviembre del año pasado volvieron a trasplantarla. “Estoy bastante bien, cada día mejorando y con más fuerza. Tengo ganas de comer, de salir. Agradezco al donante y a sus familiares infinitamente porque sin ellos no podría pasar todo esto. Y también doy las gracias a los profesionales, que son magníficos. A todo el personal de la cuarta planta [donde está Nefrología] porque me he sentido muy arropada”, afirma.
“El equipo de Nefro es como de nuestra familia”, comenta Josefa Gómez, el alma mater de ALCER. Pepi se mantiene en segundo plano. Prefiere que sean Celeste, María Victoria, Laura y Manuel los que desgranen sus historias y se lleven el protagonismo. Ella sabe muy bien de los temores, las esperanzas y las emociones que afloran. Porque con 14 años tuvo que entrar en diálisis y ya lleva tres trasplantes. “Vivíamos en Comares y mis padres se tuvieron que venir a Málaga por mi enfermedad, para estar cerca del hospital”, recuerda. Cuando era adolescente entró de voluntaria en ALCER y desde hace muchos años es su puntal.
Esta organización tiene más de 3.000 socios en la provincia. Cuenta con psicólogo, nutricionista, trabajador social y fisioterapeuta para ayudar a los pacientes a sobrellevar la enfermedad renal crónica, “que es para toda la vida”. Este domingo, a las 12:00, ALCER organiza una verbena con lo típico –comida, actuaciones y rifas–. Es en la caseta Manolo Moreno (Managua, 10), de la barriada Los Prados. El objetivo es recaudar fondos para la asociación. Es una ocasión para apoyar una buena causa, compartir un rato de esparcimiento y conocer más historias como la de los cuatro trasplantados de este reportaje. Es conveniente llevar kleenex.
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