Los últimos 'hippies' de Málaga que se mantienen en pie: "Podía ganar hasta 80.000 pesetas diarias en los 90"

Solo cinco puestos de los conocidos vendedores se mantienen en pie a día de hoy frente al Vialia

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Nerea Caro coloca una cartera en su puesto de venta.
Nerea Caro, una de las comerciantes, coloca una cartera en su puesto de venta. / JAVIER ALBIÑANA

Málaga/La historia de los hippies en Málaga comenzó en el año 1979. Por aquel entonces, los famosos puestecillos se ubicaban en la zona de El Corte Inglés, enfrente del edificio de Hacienda. Su popularidad no tardó en multiplicarse en la capital de la Costa del Sol. Se llegaron a juntar más de 20 puestos, todos ellos con una situación económica más que golosa. "Podía ganar 80.000 o 90.000 pesetas diarias (entre 480 y 540 euros al día), un dineral", afirma Francisco López, el único trabajador de aquella época que continúa en el mismo puesto. A día de hoy, esta idílica situación ha dado una vuelta de 180 grados. Tan solo han sobrevivido cinco puestos y uno de ellos va ser puesto en venta.

"Era el mejor sitio", manifiesta Francisco López al ser preguntado por la época de ventas en la zona de El Corte Inglés. No obstante, tras 22 años de trabajo, los hippies tuvieron que cambiar de localización. Se ubicaron detrás del Eroski, en el lateral del Centro Comercial Larios. Con música flamenca de fondo, Francisco López no duda en señalar la imagen prejuiciosa de los hippies como motivo por el que el Ayuntamiento modificó su lugar de estancia. En el año 2003, las obras del parking de El Corte Inglés y la construcción de nuevas paradas de autobús sirvieron como último empujón para obligar a un traslado que se terminó ejecutando a principios de 2004.

Plano general de los actuales puestos de vendedores.
Plano general de los actuales puestos de vendedores. / JAVIER ALBIÑANA

En esa nueva ubicación, la situación dio un vuelco completo. La etapa en el lateral del Centro Comercial Larios trajo siete años de sequía para los vendedores. Ante las decepcionantes cifras económicas que provocaron las ventas y las continuas quejas de los trabajadores, se produjo una nueva mudanza con rumbo a una calle enfrente del Vialia, lugar en la que los hippies todavía se mantienen a día de hoy. "Aquello (la antigua ubicación detrás del Eroski) estaba de espaldas, aquí había una fuente y mataron dos pájaros de un tiro", comenta Francisco López con respecto a este último cambio de lugar.

Actualmente, tan solo se mantienen cinco puestos en pie. Uno de ellos se va a poner en venta. Otros tres módulos están cerrados, otros compañeros se jubilaron o, directamente, dejaron el negocio, y, según Nerea Caro, otra de las propietarias de uno de los puestos, "afean" el lugar. Además, los vendedores se muestran "preocupados" al ser preguntados por su situación económica actual. "No llegamos al mínimo interprofesional, ahí lo dejo", afirma con notable firmeza Caro. Por su parte, tanto Francisco López como Rosalinda Aponte, dueña que compró un puesto en noviembre del pasado año, aseveran que ganan lo justo para alcanzar el salario mensual.

Rosalinda Aponte, una de las vendedoras, fabrica manualidades.
Rosalinda Aponte, una de las vendedoras, fabrica manualidades. / JAVIER ALBIÑANA

Los hippies no disponen tan siquiera de agua o algún baño portátil. "Cuando se montan mercadillos en cualquier sitio, a todos les ponen baños portátiles", reclama Nerea Caro. "Tenemos que pedir permiso a un bar o salir corriendo al Vialia para hacer nuestras necesidades o que nos llenen un cubo de agua", denuncia Caro. La vendedora también asegura que, por las noches, la iluminación del lugar deja que desear: "Las farolas tienen luces naranjas súper cálidas que no alumbran nada".

Los vendedores también han reclamado al Ayuntamiento "un paso de cebra" justo enfrente de la salida del Vialia. Los puestos se ubican en una especie de alargada isla rodeada por carretera, pero los pasos de peatones se encuentran en los extremos de la calle. Desde los cruces peatonales, la visibilidad de los puestos es bastante reducida y los módulos tan solo se aprecian a simple vista si alguien camina en línea recta desde la salida del centro comercial hasta el filo de la carretera. "De hecho, hay gente que cruza mal, ahí hace falta un paso de cebra", asegura Nerea Caro. La vendedora también comenta que se producen "algunos atropellos" debido a este motivo.

Dos clientes conversan junto a los puestos de venta.
Dos clientes conversan junto a los puestos de venta. / JAVIER ALBIÑANA

Desde hace varios años, los vendedores han mantenido una pugna con el Ayuntamiento para llevar a cabo un nuevo cambio de ubicación. Los hippies sueñan con mudarse a la Alameda Principal, pero no llegan a un acuerdo con el Ayuntamiento. "A día de hoy, la situación está encallada. Se intentó, pero la persona que estaba al cargo la mandaron a la Junta de Andalucía y ya se dejó", revela Francisco López. "Hemos tenido muchas negociaciones, pero no han llegado a fructificar porque hay muchos prejuicios contra los hippies, aunque no lo parezca", recalca López.

"El día a día es muy difícil, hay que estar entre 10 y 12 horas trabajando", manifiesta Nerea Caro. "Es una pena que vaya a desaparecer", declara Francisco López, que no prevé un buen futuro para estos negocios. En comparación con la veintena de puestos que vendían a finales del pasado siglo, tan solo cuatros puestos se van a mantener en el corto plazo. Para los hippies el agua al cuello sube niveles a la misma velocidad que el paso del tiempo.

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