Los últimos hippies

La Asociación de Comerciantes y Artesanos vive su tercera etapa frente a Vialia pese a las 'bajas' Mantiene la esperanza de que las ventas suban

1. Imagen de varios puestos en su actual localización en la explanada de la estación María Zambrano. 2. Dos vendedores de la asociación de comerciantes en su primera etapa, detrás el edificio de Hacienda 3.  Dos tenderos muestran bolsos de cuero hechos a mano por ellos en su quiosco.
1. Imagen de varios puestos en su actual localización en la explanada de la estación María Zambrano. 2. Dos vendedores de la asociación de comerciantes en su primera etapa, detrás el edificio de Hacienda 3. Dos tenderos muestran bolsos de cuero hechos a mano por ellos en su quiosco.
Pablo Miralles Málaga

26 de agosto 2015 - 01:00

La andadura de los puestecillos de los hippies comenzó en el año 1979 cuando los padres de Rafael Sánchez consiguieron una licencia para vender sus productos artesanos en la fachada del edificio de Hacienda. "Al montar nosotros, varios artesanos tomaron la misma iniciativa, hasta que, pasados cinco años, llegamos a formar los 20 emblemáticos puestos de hacienda que formaron la ACA (Asociación de comerciantes y artesanos de la Costa del Sol)", recuerda Rafael. El nombre de hippies fue asignado por los malagueños por la particular forma de vender y de vestir que compartían estos comerciantes por aquellos tiempos.

Comenzaron entonces 22 años de ventas enfrente de Hacienda en los que los llegaron a convertirse en una estampa simbólica del centro de Málaga. "Allí pasamos años muy buenos, el negocio daba buen fruto y había mucho tránsito de clientes, hasta teníamos a varios empleados a nuestro cargo. Trabajando muy duro, eso sí, pues había que montar y desmontar los hierros cada día y pasábamos jornadas completas allí", añora Francisca Aguilar, la ex presidenta de la asociación. "A los hippies se nos reconoció localmente en el puente de Tetuán, donde nos convertimos en los promotores del movimiento artesano en la ciudad", añade Antonio Molina, otro comerciante.

A pesar de estos años de bonanza, los artesanos sabían que algún día el aAyuntamiento acabaría con su sueño ganado a base de sudor y horas, pues arrastraban muchas quejas por parte de Hacienda y del propio Consistorio para que fueran trasladados a otro sitio. "El Ayuntamiento nos quería quitar, pero entendía que pagábamos autónomos y el impuesto de ocupación de vía pública y que tenía que buscar solución", expresa Francisca.

En el año 2003, las obras del parking del Corte Inglés y la creación de nuevas paradas de autobús sirvieron como excusa y detonante para este traslado. Tras varias conversaciones con el concejal de comercio de entonces, José Luis Ramos, y el director de Área, se acordó como destino la Avenida de la Aurora, donde se iban a instalar, esta vez con casetas prefabricadas. Se acondicionó la zona y se iniciaron las obras, pero una protesta vecinal y un cambio en la Concejalía paralizaron este trámite. "Era un proyecto bonito, teníamos los nuevos quioscos ya pedidos, justo cuando la nueva concejala de comercio, Patricia Marín, le dio la razón a los vecinos y frenó las obras", dice Francisca.

Por tanto, el traslado se demoró un año, en el que "permanecimos en Hacienda pero pagando los préstamos que pedimos para pagar las casetas. Hasta que finalmente se nos ofreció como único destino la calle del Voluntariado malagueño, en un lateral de centro comercial Larios. Si no nos íbamos allí a comienzos de 2004, no nos renovaban las licencias de venta", asegura la ex presidenta.

Una vez, allí, permanecieron cerca de tres meses sin instalación eléctrica porque el Ayuntamiento no hacía las acometidas de luz.

En el nuevo destino, las ventas decrecieron hasta un 80%, afirman desde la asociación, de hecho, "cuatro compañeros tuvieron que cerrar el negocio porque no podían hacerse cargo y hubo que despedir a todo el personal, pasamos de estar en un sitio de mucho paso a un zulo donde nadie nos veía", expresa Antonio Molina.

Tras siete años de sequía vendedora en el lateral del Larios Centro, y tras las incansables quejas de los vendedores, el Ayuntamiento decidió buscar una solución. "En 2011 vieron que estábamos totalmente arruinados y se propusieron varios destinos nuevos. Finalmente se acordó la explanada situada enfrente de la estación María Zambrano como el mal menor de todas las propuestas de Teresa Porras, concejala de aquel distrito", confiesa Juan Antonio García, uno de los más veteranos. El traslado se efectuó en apenas dos días.

Sin embargo esta nueva ubicación no sirvió como bálsamo. Los comerciantes están tanto o más descontentos que hace tres años, pues coinciden en que allí están "encerrados en una isleta rodeada por carretera", de hecho, de los 16 supervivientes que quedaban, ahora quedan 13. "Estamos olvidados en un lugar donde hay movimiento pero no tránsito de personas, hay muy pocos accesos para llegar aquí y además, Limasa limpia lo mínimo la plaza, por no hablar de mendigos que hasta hace poco se posicionaban aquí", protesta Felipe Tro.

Flor lleva 30 años en la asociación y asegura estar viviendo una situación muy precaria, "ayer [por el lunes] hice cincuenta euros, pero hay días que nos quedamos a cero", confiesa. Rafael Sánchez por su parte comenta: "Nos cuesta mucho llegar a sacar un sueldo base al mes, de lo poco que vendemos hay que pagar muchos impuestos".

Antonio Molina trabaja en su taller propio de cuero desde las 7:00, donde siempre ha manufacturado sus productos por petición o encargo para venderlos después en el puesto, pero asegura que "si no hay paso de clientes, o ni siquiera saben donde estamos es imposible vender", y continúa hablando en nombre de todos sus compañeros, "desde que nos echaron del primer sitio no levantamos cabeza, estamos subsistiendo para criar a nuestros hijos, los impuestos nos acosan, no recibimos ningún tipo de fomento o ayuda, ¡nos tienen olvidados de la mano de Dios!", exclama muy contrariado y continúa con un mensaje esperanzador: "sin embargo y mientras nos lo permitan, seguiremos dando guerra. Bicho malo nunca muere", concluye.

No todo es negatividad. Desde la asociación tienen la esperanza de que la situación dé un vuelco. Ismael, el más joven del grupo se muestra con muchas fuerzas, "queremos hacer una comunidad entre algunos propietarios para promover iniciativas que nos publiciten y que traigan clientes", y añade, "necesitamos un incremento de la clientela joven porque tenemos productos buenísimos para ellos". En ese momento, una pareja de amigos entran en su tienda: "tenemos de aquí gorros, collares, riñoneras, de todo..., la gente tiene que venir más y conocer ésto", decían.

También con ganas se muestra Charo Sánchez, que a pesar de la situación, acaba de invertir en un puesto que se quedó vacío, "lo que no podremos nunca es ser los que fuimos en Hacienda, pero con ganas y esfuerzo la gente terminará por volver a los hippies", finaliza.

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