La mayoría de los universitarios están trabajando a los cuatro años de acabar sus estudios

El camino hacia el mundo laboral es más corto para los estudiantes de carreras relacionadas con las TIC

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Edificio del Rectorado de la UMA
Edificio del Rectorado de la UMA / Javier Albiñana
María Ramos | Diego J. Géniz

20 de julio 2022 - 06:33

Málaga/Desde que existen más facilidades para acceder a la universidad, resulta más difícil encontrar un trabajo cuando se finalizan los estudios. En Andalucía, y por tanto, en Málaga, deben pasar cuatro años tras finalizar sus estudios para que más del 60% de los universitarios encuentren un puesto de trabajo. Aun así, la cifra varía según la rama de estudio cursada. Los universitarios graduados en carreras relacionadas con las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) suelen tener un recorrido más corto hacia el mundo laboral. A estas le siguen las que pertenecen al ámbito sanitario y después se encuentra un grupo conformado por algunas ingenierías. Como viene siendo habitual, el periodo se ralentiza más en los estudiantes de Humanidades.

Dichos datos los ha dado a conocer el Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía (IECA) –órgano perteneciente a la Consejería de Transformación Económica, Industria, Conocimiento y Universidades de la Junta– en su estudio sobre Inserción de los Egresados en Universidades Públicas de Andalucía. En él se analiza el salto de la educación universitaria al mercado laboral en una década: desde el curso 2011/12 al 2019/20. El ámbito temporal en el que se ha puesto la lupa ha sido desde el primer año tras culminar las enseñanzas superiores (ya sean de grado, máster o doctorado) hasta cuatro anualidades después.

Los resultados del informe son evidentes: la entrada de los universitarios malagueños en el mercado laboral no resulta inmediata para jóvenes cualificados, pero sí hay un aspecto positivo, pues la tendencia demuestra que esta espera se reduce paulatinamente. De hecho, según reflejan los datos aportados, esta inserción se optimiza para las promociones que han terminado sus estudios recientemente. La única excepción la protagonizan quienes los acabaron en el curso 2015/16, pues se vieron condicionados por los efectos de la pandemia del Covid.

De esta forma, los malagueños que salieron de la universidad en el primer curso analizado, 2011/12, tuvieron, al pasar cuatro años, un grado de inserción del 60,8%, es decir, poco más de la mitad, un porcentaje que admitía un amplio margen de mejora. Debe tenerse en cuenta aquí que estos jóvenes finalizaron sus estudios en una coyuntura bastante desfavorable, al estar lastrada por los efectos de la crisis económica desatada a finales de 2007, lo que mermó las posibilidades de encontrar trabajo. Fue una época marcada por “la fuga de cerebros” fuera de España, una tendencia que aún continúa.

Un curso más tarde el mercado laboral resultaba más ventajoso. La promoción de 2012/13 consiguió un 65% de inserción a los cuatro años, cuando ya la secuelas del desplome financiero se dejaban atrás. A partir de ahí la cifra seguiría subiendo, aunque no de forma tan vertiginosa: 2013/14, un 66,8% y 2014/15, con un 68,4%. Los universitarios titulados en 2015/16, como se dijo antes, se enfrentaron a los efectos de la crisis sanitaria, por lo que dicho índice sufrió una involución, al quedarse en el 66,6%. En la última analizada, la de 2016/2017 (los cuatro años se cumplieron en 2021), la inserción remontó de forma acentuada, hasta colocarse en el 69,6%, por lo que algo más de dos de cada tres universitarios han encontrado trabajo y están afiliados a la Seguridad Social.

Aunque ese tiempo de espera ha mejorado, aún sigue resultando insuficiente para miles de universitarios que tras concluir sus estudios se encuentran sin un trabajo cualificado, sin ser acorde con su preparación académica. También habría que analizar el tipo de empleo que se consigue tras esos cuatro años. En este sentido, el informe aporta también un dato positivo. Si el periodo analizado se reduce a un año después de la culminación de la enseñanza universitaria, las salidas laborales más importantes se registran entre los egresados del curso 2019/20, donde dicha inserción llegó al 52,8%, un dato nada despreciable si se tiene en cuenta que el pasado ejercicio coincidió con el momento en el que empezaban a superarse las secuelas económicas de la pandemia. La siguiente promoción con la mejor cifra un año después de acabar la titulación es, nuevamente, la de 2016/17, en la que se llegó al 51,9%.

Como se refirió antes, este dato generalizado debe ser concretado dentro de las distintos ámbitos del conocimiento, entre los que se detectan importantes diferencias. El informe del IECA los clasifica en diez grandes ramas para agrupar las titulaciones que oferta la Universidad de Málaga (UMA): Educación; Artes, Humanidades y Lenguas; Ciencias Sociales, Periodismo y Documentación; Negocios, Administración y Derecho; Ciencias Naturales, Química, Física y Matemáticas; Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), Mecánica, Electrónica, Industria y Construcción; Agricultura, Ganadería, Pesca, Silvicultura y Veterinaria; Salud y Servicios Sociales; y Servicios.

Si se toma como referencia la promoción que acabó los estudios en 2017 y los cuatro años transcurridos, el mejor nivel de empleabilidad lo presentan las enseñanzas relacionadas con las TIC, donde la inserción es del 87,4%. Entre las distintas disciplinas que conforman este área del saber, la de Desarrollo y Análisis de Aplicaciones y de Software presenta un porcentaje del 83,4%. La Universidad de Málaga oferta tres carreras relacionas con dichas enseñanzas. Por un lado, los grados simples de Ingeniería Informática e Ingeniería del Software. Y por otro, el Doble Grado en Ingeniería Informática y Matemáticas, cuya nota de corte es la más alta de la universidad malagueña. Con un 13,544 ha superado por primera vez a Medicina.

El siguiente ámbito con más posibilidades de encontrar empleo son las Ciencias de la Salud y Servicios Sociales, donde la inserción también resulta bastante alta, con un 85,1% para los universitarios que concluyeron sus estudios en 2017. Este dato aumenta exponencialmente en dos titulaciones, la de Medicina, donde el nivel de empleabilidad es del 92,4%, y en Enfermería, en la que llega al 91,6%.

A pesar de que Medicina no lidere este año el ranking de las notas de corte, la rama sanitaria sigue siendo muy demandada en la UMA. Así, de las ocho carreras de este ámbito, tres de ellas (Enfermería, Fisioterapia y Medicina) se encuentran por encima del 12,14 y el Grado en Enfermería en el centro Virgen de la Paz se ha saldado con una nota de corte de 11,58. Podología y Psicología rondan el 10,5; el Grado en Terapia Ocupacional exige un 9,55 y el acceso a Logopedia se fija en un 8.

El tercer grupo con mayor empleabilidad es el de las Ingenierías, aunque no todas. Aquí deben destacarse las relacionadas con la Mecánica, la Electrónica, la Industria y la Construcción, cuyo índice de inserción en el mercado de trabajo es del 79%. En este terreno se acrecienta la brecha de género, pues la presencia de mujeres estudiantes sigue siendo mínima.

En la UMA, las ingenierías que más nota de corte requieren están relacionadas con matemáticas y las TIC. Entre las que componen este grupo con el índice de inserción del 79%, la primera en el ranking es el Doble Grado en Ingeniería Mecánica e Ingeniería de Diseño Industrial y Desarrollo del Producto, con un 12,046. A esta le sigue el Grado en Ingeniería Electrónica, Robótica y Mecatrónica (11.77), la cual sumará cinco plazas para el próximo curso en su oferta. En un tercer grupo se situaría el Doble Grado en Ingeniería Eléctrica e Ingeniería Mecánica y el Grado simple en Ingeniería en Diseño Industrial y Desarrollo del Producto, cuya nota de corte ronda el 10.

En las carreras medioambientales, relacionadas con la Agricultura, Ganadería, Pesca, Silvicultura y Veterinaria, la inserción es del 78,8%.

En niveles intermedios de inserción laboral se encuentran Servicios (68,3%) y Ciencias Naturales, que engloba Químicas, Físicas y Matemáticas (67,4%). Debe destacarse la alta demanda registrada en la UMA los últimos cursos en la Facultad de Matemáticas, lo que ha obligado a la institución académica a ampliar su oferta de plazas para el próximo ejercicio académico, sumando 10 puestos más a los 75 actuales. La razón no es otra que las importantes salidas profesionales en este ámbito, que hasta hace bien poco estaba ceñido a la docencia. De hecho, tanto el Grado en Matemáticas, como los dobles grados que incluyen esta titulación tienen una elevada nota de corte. Para ingresar en Matemáticas se necesita un 12,266, para hacerlo en Ingeniería de Tecnologías de Telecomunicación y Matemáticas se exige un 12,525 y para acceder a Matemáticas e Ingeniería Informática un 13,554, como ya se ha mencionado anteriormente.

Por desgracia, el vagón de cola lo siguen conformando las Ciencias Sociales, Periodismo y Documentación (con un 63,1% de empleabilidad a los cuatro años) y Artes, Humanidades y Lenguas, con un 53,2%. Estas carreras de letras reducen aún más ese porcentaje si la entrada en el mercado de trabajo se analiza al año de acabar los estudios. En este caso, las TIC logran un 81,1%, mientras que las disciplinas de Humanidades se quedan en un 33,6%. Un claro –y alarmante– síntoma del perfil demandado por el tejido productivo. Muchos expertos han avisado del riesgo que supone priorizar el saber técnico sobre el humanístico en la búsqueda de profesionales, pues se aniquila el pensamiento crítico de las futuras generaciones. En la universidad malagueña, tanto la carrera de Periodismo como la de Turismo son dos de los cuatro grados en los que se reducirán las plazas de cara al curso que viene.

La mitad de los titulados están sobrecualificados

El estudio sobre Inserción de los Egresados en Universidades Públicas de Andalucía elaborado por el IECA no sólo aporta datos sobre los índices de inserción laboral, sino que también analiza la calidad del empleo logrado por los universitarios tanto de Málaga como de Andalucía. Uno de los puntos donde más incide el informe es el de la tasa de adecuación. Se trata de un parámetro que evidencia si una persona con titulación en la enseñanza superior trabaja con un contrato acorde a su cualificación académica. O lo que es lo mismo, si esos jóvenes presentan lo que se denomina sobrecualificación laboral, al desempeñar un empleo que está por debajo de sus expectativas y que, por tanto, tampoco presenta una remuneración salarial acorde a su formación.

Pues bien, el IECA ha calculado esta información partiendo de los titulados empadronados y que trabajan en Andalucía al año de salir de la universidad. En el caso de los egresados (sólo con la carrera) de la promoción 2019/20, la tasa de adecuación competencial al empleo que desarrollan es del 49,2%, es decir, que más de la mitad de los universitarios padecen sobrecualificación laboral. Queda un amplio margen de mejora, lo que también explica que cada vez sea mayor el número de jóvenes que se decantan por la Formación Profesional, unos estudios con los que logran una inserción más rápida y acorde. Pese a este crecimiento, el número de matriculados en FP dista bastante de otros países europeos, como Alemania, donde la tasa de paro juvenil es sólo del 10%.

También aquí se observan importantes vaciaciones según la titulación estudiada. En este caso, son las especialidades sanitarias las que mejor se posicionan, pues la tasa de adecuación competencial es de un 83,8% en Salud y Servicios Sociales, lo que también explica la fuerte demanda que registran dichos estudios. Por encima del 50% se encuentran las áreas de Agricultura, Ganadería, Pesca, Silvicultura y Veterinaria; seguidas de las TIC y Ciencias Naturales, Químicas, Físicas y Matemáticas. La adecuación más baja la sufren los egresados del ámbito de Negocios, Administración y Derecho.

Otro aspecto importante en el que ahonda el informe es el de la tipología de contrato, un ámbito que presenta, de igual modo, un amplio margen de mejora. De la promoción 2019/20, el 28,1% de los universitarios se encontraban trabajando a 30 de septiembre de 2021 con un contrato de carácter indefinido, esto es, ni un tercio, mientras que la temporalidad afectaba al 67,6%. Unas condiciones que –se supone– habrán de cambiar con las reformas introducidas por el Gobierno central.

La brecha de género acentúa esta precariedad. La inserción laboral de los universitarios al año de acabar el grado es del 56,7% en la promoción antes citada, mientras que en las universitarias se queda en el 52,5%, cuatro puntos por debajo. En cuanto al tipo de contrato, la temporalidad es del 70,6% en las mujeres y del 63,1% en los hombres. En ellos el paro se reduce al 10,7% y en sus compañeras sube al 14,1%.

Tampoco debe dejarse atrás otro dato importante al que apunta el informe: conforme mayor es el nivel académico de los estudios cursados, mayor también es la tasa de inserción laboral. Tomando de referencia la promoción 2019/20, al año siguiente, el 51% de los que sólo posen un grado como titulación logran un empleo, mientras que en los que han concluido un máster el índice llega al 56,3% y en los doctorados alcanza el 60,2%.

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