Un verano en Cornualles: Cornyard

El Jardín de los Monos

La mantequilla inglesa es excepcional, así como las mermeladas cuya nacencia es España aunque estén fabricadas allí

Un verano en Cornualles, una idea genial

Casa de Mr. Pearson.
Casa de Mr. Pearson. / M. H.

Nuestro primer día en el pueblo se redujo a tomar posesión de la casa, organizar la limpieza, un zafarrancho general para aligerar la roña que el tiempo había ido depositando, en muebles, estanterías, baño, cocina, menaje y ajuar vario, pues, al parecer, el lama y su esposa eran poco dados a la limpieza. Después nos fuimos los nueve a Penzance a comer y, de camino, abastecer la despensa en un supermercado de la cadena Morrison’s. Mónica, que ya conocía Penzance del año anterior, informó rápidamente a las demás de dónde se encontraba la discoteca del pueblo que funcionaba los sábados y domingos. Bueno, tan solo eran 24 los kilómetros, entre ida y vuelta, los que había que recorrer del pueblo a la disco. Esa tarde, tras una descansada siesta, fuimos a casa de Merche para conocer y saludar a su marido el escultor David Kemp, “Neizan” para los amigos, y pudimos conocer algunas de sus alucinantes obras escultóricas. Merche, malagueña de nacimiento, hija de un importante periodista, trabajaba de profesora de español en la Universidad de Truro, capital administrativa del condado de Cornualles, y su marido, cuya profesión inicial fue la de marino mercante, después de estudiar bellas artes, se había convertido en el escultor británico más famoso del último tercio del siglo XX. Su obra está basada en el reciclaje de residuos postindustriales. Abundantes, por otra parte, en esa época de reconversión industrial que llevó a cabo el gobierno de Margaret Thatcher. Quizá sea los “The Navigators”, una escultura cinética de más de 18 metros de altura, su obra más conocida ya que se encuentra en la gran galería comercial Hay’s Galleria, ubicada junto al Támesis muy cerca del London Bridge.

Merche nos puso al corriente de todos los usos y costumbres del condado, así como de los sucesos acaecidos o posibles de acaecer. Hablamos de la estrechas carreteritas. Estrechas y hundidas respecto a la cota del terreno. Su anchura era tal que, de tanto en tanto, había un pequeño ensanche para que se pudieran cruzar dos coches. Comentamos de la dificultad añadida de la conducción con el volante a la izquierda que hacía fundamental la colaboración del copiloto, especialmente en las abundantísimas rotondas, donde tenía que recordar continuamente que había que tomarlas a la derecha por la izquierda. Bueno, la verdad es que lo de la conducción ya lo conocíamos bastante bien Paco y yo, pues fue en 1979 cuando por primera vez le dimos la vuelta al United Kingdom en caravana.

También hablamos del pequeño pueblo en el que íbamos a vivir y pusimos atención a las recomendaciones y comentarios de Merche. Lo primero −nos dijo− dejad aviso en la lechería para que todas las mañanas, al hacer el reparto, os dejen las botellas de leche que le pidáis. Jamás olvidaré esos desayunos ingleses que hacíamos. La leche era exquisita, su sabor me recordaba al que tenía la leche que de niño tomaba, tras darle mi abuela tres hervores. Y la mantequilla. La mantequilla inglesa es excepcional, así como las mermeladas cuya nacencia es España aunque estén fabricadas allí. No faltaba en el desayuno un par de huevos fritos con bacon (o beicon que también vale) con sus correspondientes tostadas de pan. El desayuno en Inglaterra, por lo menos el que hacíamos en Cornualles, era todo un ritual que hacia comenzar el día con optimismo. Solo las jovencitas y Fran añadían a tan opíparo desayuno unos corn flakes (copos tostados de maíz de diferentes sabores). Cosa de las nuevas generaciones, aunque tampoco están malos.

Merche nos puso al corriente de ciertas peculiaridades de nuestro pueblecito. Por ejemplo, que no nos extrañásemos si nos tropezábamos por la calle con un señor vestido con túnica blanca y luengas barbas. Era el druida del pueblo. Nos ilustró sobre Cornualles recordándonos que aún mantenía la cultura celta de la época megalítica, algo que le aportaba al condado un aura de misterio muy peculiar del que hablaremos más adelante, y que existían vecinos que profesaban el culto al sol. Cornualles está plagado de círculos de menhires, que llaman en inglés stone circles, y otros tipos de megalitos procedentes de aquella cultura que se extendió por Europa en el Neolítico y la Edad del Bronce (3000 a 2000 a.C.). Junto a estos megalitos, la península estaba plagada de minas abandonadas, de las que nos puso en sobre aviso de la peligrosidad que tenía dejarse llevar por la curiosidad y adentrarse en ellas, ya que suelen tener más de 100 metros de profundidad. También nos comentó socarronamente que, entre sus habitantes, nos encontraríamos con muchas parejas en las que el hombre era bastante más viejo que la mujer. Solían ser jubilados, divorciados, que se habían retirado a vivir a Carnyorth, un verdadero remanso de paz, con parejas mucho más jóvenes. Y así, Merche nos fue detallando peculiaridades que nos ayudaron a adaptarnos más fácilmente a nuestro mes de agosto córnico (de Cornualles).

El núcleo central de Carnyorth estaba en torno al cruce de dos carreteras que eran las calles principales del pueblo. Una de ellas era sinuosa (con forma de una S) y otra recta la atravesaba por el centro, formándose así, visto sobre un plano, cuatro cuadrantes. En el cuadrante superior izquierdo, arriba, estaba la Lechería y en la parte de abajo, alineados con la carretera, había una serie de cuatro casas unifamiliares adosadas, la primera de las cuales era la que habíamos alquilado, la de Mr. Pearson y al final, una quinta casa separada, que era la del matrimonio Williams, con el que hicimos mucha amistad y del que más adelante hablaremos. En el cuadrante superior derecho, aparte de la Iglesia que estaba en el extremo, había una serie de casas adosadas, o aisladas, unifamiliares, todas de similar tipología y construcción. El cuadrante derecho inferior es similar en cuanto a las viviendas y, en el extremo, saliendo ya de Carnyorth hacia el pueblo de Botallack, vivían Merche y Neizan. Y, por último, el cuadrante inferior izquierdo estaba solo el Colegio. Una edificación, por cierto, bastante grande para el número de niños que parecía tener el pueblo. En el mismo cruce central estaba la cabina telefónica.

La casa que habíamos alquilado, estaba construida en un solar rectangular de unos 300 m2, vallado, de forma que dejaba un mínimo jardín a la entrada y un amplio patio trasero. La casa, también rectangular (casi cuadrada), estaba construida con un muro de carga, todo su perímetro, hecho de piedra, muy abundante en la zona con la cubierta a dos aguas de pizarra. Tenía dos plantas. La de arriba tenía cuatro dormitorios. Uno de ellos lo habían dejado cerrado con llave, supuestamente para contener cosas personales de los propietarios, y los otros tres los repartimos entre los dos matrimonios y las cuatro niñas. Al niño le tocó dormir en la “salita TV”. En la planta baja estaba la cocina, suficientemente amplia como para tener una mesa para comer; el único baño de la casa que disponía de un lavabo, un retrete y una bañera sin ducha y, esto es de resaltar, ni un solo enchufe; el salón, donde estaba el núcleo de escaleras y, enfrente, una sala donde se encontraba la televisión. Guardando la entrada a la casa, se había hecho un pequeño hall acristalado. Lo más curioso es que, exceptuando el muro de carga, todo era autoconstrucción, todo se había hecho de bricolage. Tanto era así que la planta superior ni se había hecho con un forjado, ni con vigas dimensionadas para aguantar cierto peso. Unas raquíticas vigas de madera sujetaban unos tablones de conglomerado como suelo, forrado por encima con moquetas. El peso y el uso habían combado alguno de los tablones dejando ver por las juntas la planta baja. Igualmente, en el salón se sabía si alguien andaba por los dormitorios por el balanceo de la lámpara.

No estuvo mal nuestra primera noche el Carnyorth, descubrimos dos pubs que se convirtieron en nuestros refugios nocturnos. Uno en el pueblo de St. Just, a 8,4 Km, y otro en el pueblo de Botallack, a unos 2 Km, lo que nos permitía ir andando. En este pueblecito anejo y en su pub (que fue nuestro preferido) se rodaron algunos capítulos de la famosa serie televisiva Poldark.

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