Un verano en Cornualles VII: Explorando Penwith-I

El Jardín de los Monos

En la península de Penwith los altos acantilados graníticos, formados por rocas gigantescas, se alternan con maravillosas calas

Un verano en Cornualles, una idea genial

Iglesia de St. Buryan. / M. H.

ADAPTARSE a vivir en un lugar desconocido, aun siendo de la misma civilización, no es tan fácil como parece. Los usos y costumbres pueden ser significativamente distintos. Nos ocurrió que éramos nueve personas viviendo en una casa que estaba diseñada para dos, cuyas costumbres eran muy diferentes a las nuestras. De momento conocimos que los baños ingleses (en nuestro caso “el baño”) carecían de ducha. Sabido es que los ingleses no les tienen demasiada afición a los inventos franceses y, como la ducha la inventó, en el s. XIX, el galo Merry Delabost, médico de la prisión de Rouen, para mejorar la higiene de los presos, pasaron olímpicamente del invento. En consecuencia, cada mañana, teníamos que levantarnos muy temprano para aguardar a que el aseo se quedara libre y, además, volver a llenar la bañera pues no solemos los españoles usar el agua ya sucia. Diré que la afirmación anterior respecto de ingleses y franceses, puede ser generalizada con bastante acierto, ya que los anglos tampoco han adoptado el tan socorrido bidé, que, por si le pica la curiosidad a alguien, no fue como se cree un invento del aristócrata monsieur Bidet, sino que fue un aparato que se fabricaba para que los jinetes se refrescasen las posaderas y se aliviasen las hemorroides. En francés bidet significa caballito. 

Este día mi compadre, Paco, se propuso solucionar el problema. Nos fuimos a Penzance donde había visto que en un comercio vendían un aparato que era una “Y” de tubo de goma que tenía una alcachofa de ducha. Dado que otra costumbre inglesa era dotar de dos grifos (agua caliente y agua fría) a todo recipiente que necesitaba de agua corriente, Paco pensó que, enchufando los dos tubos del aparato de la alcachofa, a los grifos de la bañera, tendríamos una ducha y ¡problema resuelto! Pero como quiera que la longitud del aparato con alcachofa no superaba los 60 cm, ya que estaba pensado para lavarse el pelo en el lavabo, teníamos que ducharnos tumbados en la bañera y lavarnos las partes pudendas en cuclillas. Pero, para nuestra sorpresa, nos encontramos que, cuando te tumbabas y elevabas la alcachofa para ducharte, el agua salía helada y cuando la bajabas, para lavarte las pudendas, el agua salía hirviendo y se te escaldaban. Total, que el invento, bautizado como el “biduch (bidé-ducha)”, tan solo nos alivió en la rapidez con que todos entrábamos y salíamos del baño. 

Resueltos el pequeño problema doméstico y con las niñas en su colegio, nos fuimos a recorrer la península de Penwith. Paseamos por los bellos acantilados de Cap Cornwall y por la encantadora playa del pueblecito de Senen Cove que luce algunos preciosos cottages. Estas casas provienen de las antiguas cabañas de campesinos que usaban una técnica que se remonta a la Edad del Bronce, o sea, a unos cuatro mil años. Para estar perfectamente aislados del agua y la humedad, aquellos labriegos prehistóricos usaron los materiales que la naturaleza les ofrecía, plantas de tallo largo como el trigo y la paja, las ataban formando bardos que apilaban hasta formar un grueso techo que figuraba una gran boina sobre la cabaña. Estas casas, despreciadas hasta el siglo XVIII, tras la Revolución Industrial comenzaron a ser demandadas y ahora se pagan auténticas fortunas por ellas. Husmeamos por algunas poterys que son tiendas donde se venden objetos artesanos de cerámica. Todo muy turístico. Y, para no perder tiempo, comimos lo que suelen comer todos los turistas que andan escasos de libras: unos fish and schips, o sea pescado con patatas fritas servido en un cucurucho de papel. El pescado suele ir rebozado crujiente y son, normalmente, filetes de merluza o abadejo, (para mí que eran de fletán o de platija). Lo cierto es que, con hambre, está bueno y es baratito.

En todo el perímetro de la península de Penwith los altos acantilados graníticos, formados por rocas gigantescas que parecen una gran armadura, que protege el terreno del embate de las furiosas olas oceánicas, se alternan con maravillosas calas que lucen unas preciosas playas de dorada arena. La imaginación te lleva a pensar que esa armadura rocosa pudiese haber sido construida por los fabulosos gigantes moradores del Cornualles mitológico. Gozamos con la espectacular obra de la naturaleza conocida como la cala de Port-Gwarra. En ella la imaginación vuela para soñar con ser el caballero Tristán ante la bella Isolda cuando las “olas de brisas refrescantes comienzan a envolverla” y a ti te envuelven las notas del sublime Preludio de la ópera homónima de Wagner. ¡Ay! Sientes lo que es ese arrebatado amor, instintivo, arrollador y eterno que desafía todas las normas sociales y morales…, ese amor tan salvaje como la naturaleza de Cornualles, la patria de Tristán. 

Desde la costa nos fuimos hacia el interior de la península para visitar el pueblo de St. Buryan. Este pueblo de apenas 5.000 habitantes está cargado de historia, leyendas y misterios, además de tener una enorme riqueza de monumentos megalíticos. Según se cuenta, sus habitantes tienen fama de ser hoscos y un tanto raros. Tanto es así que, cuando en él se rodó la película Straw Dogs (Perros de paja) de Sam Peckinpah, protagonizada por Dustin Hoffman y Susan George, en la que participaron como extras todos los habitantes del pueblo, dado que el filme trata sobre la violencia humana, la gente de Cornualles se preguntaba si la película se rodó allí porque sus habitantes eran como la gente de la película o se volvieron así por haber participado en ella.

La iglesia de St. Buryan es el edificio más interesante del pueblo, data del siglo X y fue construida por el rey Athelstan “el Glorioso” (considerado como el primer rey de Inglaterra). La mandó construir, en agradecimiento por la conquista de Cornualles, donde estaba el oratorio de la santa Buriana construido en el siglo VI. La santa era irlandesa y se estableció como eremita en este lugar desde donde comenzó su labor evangelizadora. La torre de la iglesia data del siglo XVI y alberga actualmente seis campanas, entre las que se encuentran la campana de agudos y la de tenor más pesadas del mundo, lo que permite que la iglesia tenga el repique de seis campanas más fuerte conocido. En la plaza que hay frente a la puerta de la iglesia, se encuentra una cruz de piedra de origen celta, junto a la que, según cuentan, se suicidó a lo bonzo la nieta del filósofo y matemático Bertrand Russell en protesta por la guerra de Vietnam. De este hecho, que está en voz popular, no tengo certeza alguna, pues nada encontré al respecto en las indagaciones que hice. Me interesé mucho porque el libro de B. Russell, “Crímenes de guerra en Vietnam”, que leí siendo estudiante, me impactó tanto que dejó en mi una profunda huella.

El Neolítico de St. Buryan legó a la posteridad una extraordinaria muestra de monumentos megalíticos en sus alrededores. El más grande y visible es el denominado Merry Maidens que consta de 19 megalitos de granito, cada uno de 1,4 m de altura, formando un circulo de 29 m de diámetro. Lejos hay otros dos megalitos que nada parecen tener que ver con el circulo. Cuenta la leyenda que los diecinueve megalitos en circulo eran 19 doncellas que estaban danzando (sería una sardana) en domingo, o sea, en una fiesta de guardar, y fueron castigadas por ello convirtiéndolas en piedra. Los dos gaiteros que tocaban para ellas, al percatarse de que en unos minutos comenzaba el domingo, salieron corriendo, pero no les dio tiempo de alejarse lo suficiente y recibieron el mismo castigo; son los dos megalitos alejados. Este stone circle es conocido también con el nombre córnico de Dans Maen que, en inglés, es Stone Dance, o sea “danza de las piedras”.

De la Edad del Bronce y del Hierro encontramos una serie de túmulos que son cámaras funerarias, como la Cruk Tregyffian, circular de muros de piedra seca, algunas decoradas, o la Boleigh Fogou cuyo destino no está tan claro, lo que ha llevado a especular que estas cámaras se hicieran con el propósito de almacenar alimentos o de realizar ceremonias religiosas.

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