Opinión
Carlos Navarro Antolín
El Rey brilla al defender lo obvio
Nunca fue tan legítimo soñar con la permanencia. 500 locos que se cruzaron España en interminables horas de autobús lo gritaron antes, durante y después, cuando tuvo verdaderamente todo el sentido. Los jugadores lo agradecieron tras el partido. Distintos esfuerzos, un destino común. Desde la comunión se puede crecer. Y eso llega con tangibles. El Málaga ganó en Lugo y encadenó su tercera victoria. Sigue siendo una empresa compleja, sigue sin tener apenas margen de error. Pero cada vez hace mejores cosas, es más constante, lo merece más. Ahora a por el siguiente escalón, también indispensable. En la próxima cita La Rosaleda va a reventar y gritará de nuevo que "Sí se puede".
El Málaga siguió galopando sobre el mismo once que inició los dos triunfos anteriores. Mismo dibujo, mismas piezas. Sergio Pellicer no quiere tocar lo que funciona y lo que funciona está siendo, qué ironía, jugar con carrileros, sin extremos y con dos puntas. Lo está logrando el de Nules.
El equipo empezó a desbordar confianza tras unos primeros minutos de tanteo y poca precisión. El Lugo, virtualmente descendido, presentaba una apuesta similar. Pero cuando el Málaga consiguió el balón, fue capaz de someter a los lucenses, que lo fiaron todo al error y a la espalda de los centrales.
Las apariciones del Málaga en el área rival fueron convirtiéndose en más frecuentes, con Chavarría y Villalba haciendo daño y desarmando el puzle gallego. El argentino, muy activo y con chispa, rondó el gol tras un balón de Febas en el pico del área y tras una dura pugna con Castrín en una contra que leyó a la perfección durante un error de Andoni en la entrega.
Se le resistió el tanto pero regaló uno de mucha categoría. Aunque casi siempre apareció por la izquierda, como ante el Cartagena, Chavarría centró como los ángeles al área desde la derecha, un balón que flotó hasta la cabeza de Rubén Castro, que orbitó entre los dos centrales para cabecear académicamente. El canario celebró la diana con una camiseta que anuncia que hay nuevo goleador histórico en Segunda División tras dejar atrás a Nino.
Casi de inmediato, con el Lugo en la lona, llegó el 0-2. Febas presionó lo justo en el extremo izquierdo como para que el rechace volase muerto al área. Ahí Rubén Castro volvió a ser el más listo de todos. La pescó y se la dejó de cara a Villalba, que tiró de borde interno para materializar un gol que ansiaba en lo personal. La ejecución, de primeras, fue una delicia.
Se le fastidió el plan al Málaga por una inoportuna lesión de Ramón, que además tardó varios minutos en abandonar el campo al sentirse un tanto mareado. Pellicer repescó a Jozabed, que había desaparecido de la rotación. Hubo cinco de añadido por el tiempo malgastado, pero no sucedió gran cosa. Un disparo de Febas y un balón que cortó Escassi. Un aviso necesario.
Íñigo Vélez dio entrada a Manu Barreiro, un jugador que suele poner endificultades al Málaga. Y lo cierto es que en los diez primeros minutos se vio al mejor Lugo, que apretó y metió durante un buen rato al rival en la cueva. Le estaba costando sin Ramón ser más fluido, pero aun así encontró jugo en ambas bandas con Cristian y Delmás.
Rubén Castro tuvo el tercero tras un buen servicio de Villalba, pero intentó rizar el rizo. El Lugo no paró de buscar meterse en el partido y todos los cambios iban orientado a ello. Pellicer movió sus piezas poco a poco mientras el tiempo consumía a los gallegos, equipo de Primera RFEF.
Los tres puntos estaban en el saco, con un Málaga concentrado en sus labores de intendencia, creciendo también en oficio pero con algunos avisos de que en Segunda hasta el final hay que mantener la concentración. Lo imposible hoy lo es un poquito menos.
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