Tribuna Económica
Carmen Pérez
El MUS cumple 10 años
El Málaga pierde otra vez, esta vez ante un Tenerife que no andaba muy allá, con todo lo malo casi que le puede pasar a un equipo. Con una justicia con camino de ida pero no de vuelta, con un montón de futbolistas extenuados y al límite de la salud física, con la confianza gastada hace varias paradas y una huida hacia delante que no conduce a ningún sitio.
Volver con los tres puntos no era negociable. Está el atenuante de que el Málaga pudo regresar con un punto que se habría merecido pese a sus pecados corrientes. El papelito de Caparrós Hernández, que pitaba por segunda vez a los blanquiazules y lleva una temporada y poco en el fútbol profesional, fue otro clavo más en el ataúd. Sin embargo, en el once contra once, una vez más, el cuadro de La Rosaleda fue incapaz de dejar la portería a cero ni de ser mejor que el rival.
Son horas difíciles y la noche va a ser larga. Con cinco derrotas en seis partidos y el equipo penúltimo, el club tiene que acometer algún cambio por doloroso que sea.
Debió gustarle mucho de lo que vio en Huesca a Pablo Guede, que casi calcó la alineación en el Heliodoro Rodríguez López. Se quedó en el banquillo el tocado Juande y regresó Bustinza. El resto fueron los mismos. En cuanto el esférico echó a rodar, sí se vio a Alfred N’Diaye incrustándose en el centro de la defensa y extremando la vigilancia sobre Enric Gallego.
No tenía forma ni dueño el partido cuando el Tenerife asestó otro mazazo a un Málaga terriblemente frágil en su balance defensivo, con lunares colectivos e individuales. Los blanquiazules habían dado un aviso gracias a una acción de Aleix Febas, rondando las fugas imposibles pero como casi siempre sin guinda final. Había más voluntad que determinación en el cuadro de Guede.
Una vez más fue incapaz de cuidar su pasto. Cualquier pérdida se traduce casi de facto en un conato de incendio. Con las piezas desubicadas, Waldo ganó un reto de velocidad a Bustinza y asistió a Enric Gallego, que entraba desde atrás completamente solo para sacar un potente disparo que tocó en Javi Jiménez antes de colarse en la meta de Manolo Reina.
Con más ganas que orden, el Málaga logró empujar al Tenerife, pendiente de las rendijas que en cualquier momento iba a encontrar en su contrincante. Todo parecía tosco y la posesión era inocua sin nadie que encendiese el candil. Desespera la falta de fluidez blanquiazul en no pocas situaciones, con algunos futbolistas con tendencia a gustarse y otros que emprenden guerras en solitario.
Cuando parecía que el 1-0 sería el resultado al descanso, el Málaga convirtió en oro una acción que nació con un grito desesperado a Juanfran, a quien terminó llegando la pelota antes de servir un centro al área. Tras dos timoratos intentos de despeje de los chicharreros, Gallar, que no estaba haciendo un buen partido, para empalmar el que sería el 1-1.
No hubo tiempo para mucho más, de hecho el colegiado cortó un ataque malaguista pocos segundos después del 45’, demasiado severo. Quedaba una segunda mitad en la que el Málaga debía ser más convincente y sólido. Desde luego tardó más que su rival en volver al campo. Los chicharreros escuchaban a su capitán, Aitor Sanz, en corro. Lo peor de la vuelta blanquiazul fue ver a N’Diaye con el muslo vendado.
Mantuvo las riendas cogidas el Málaga en los primeros cinco minutos, con sendos centros por la derecha de los que no se terminó de pescar nada. Ahí respondió el Tenerife, avisando de que estaban donde querían. Para colmo de males Bustinza vio una amarilla en la segunda falta malaguista del partido, por 13 de los locales. Tras un paréntesis en el que Manolo Reina salvó como pudo dos oportunidades (una tras un despeje defectuoso de N’Diaye), Bustinza coronó su desoladora actuación con una segunda amarilla entrada dura sobre Borja Garcés.
Guede no se lo pensó y realizó un cuádruple cambio dando entrada a Genaro, Juande, Loren y Chavarría para la última media hora. Se retiraron Gallar, Fran Sol, Villalba y Ruben Castro, sustituido por primera vez en el curso. N’Diaye se quedó con Escassi y Juande y pasó a jugar con carrileros.
Con uno menos y otro dibujo, el Málaga logró que la diferencia no se notase demasiado y hasta Loren probó fortuna con un buen disparo. Aguantar el punto ya iba a ser complicado, pero no contaba nadie con el árbitro. Penalti inexistente y que se podía corregir sin dificultad con las imágenes. Enric Gallego ejecutó.
Intentaron rebelarse ante lo inevitable Loren y Chavarría, que casi cocinan el 2-2 pero se encontraron con el incombustible Mellot. El ímpetu llevó a una contra en la que Appiah, a quien el Málaga había aspirado este verano, fusiló a Manolo Reina. El rechace cayó al extremo que se la cedió a Teto para el 3-1. El colegiado lo iba anular por un fuera de juego que nunca existió, pero para esto sí se utilizó el VAR. Claro.
El Málaga se queda tocadísimo y en el fondo de la clasificación, con la sensación de que hace falta tocar alguna tecla inmediatamente.
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