Coitus interruptus
eibar | málaga cf
El Málaga de José González mejora en sensaciones y se acerca al triunfo con el mismo once que Míchel puso en Getafe
El equipo sigue teniendo carencias en ambas áreas
Miras a los ojos al destino, lo agarras por la pechera y lo zarandeas. Le dices que no, que no tiene nada que hacer aquí, que las cosas han cambiado. Parece que te cree, porque tu pose y tu actitud tienen algo distinto, hay furia en tus ojos y hambre atrasada. El jaque está a pocos movimientos de convertirse en mate. Te sabes vencedor porque sientes que es ya casi una cuestión de justicia poética. Pero el destino se levanta, hace un gesto con su mano como si se quitase el polvo de la chaqueta, se ríe y su diente de oro brilla como el de Pedro Navaja. No, tampoco es el día de celebrar el triunfo. Te concede el empate y das las gracias.
Coitus interruptus del Málaga, del malaguismo, que estuvo agarrado al 0-1 como quien se aferra a una promesa. No por el resultado en sí, fue más bien por la puesta en escena. Con el mismo traje que Míchel usó en Getafe, José González consiguió dar la sensación de que no está tan muerto como parece el colista de Primera División, que se tuvo que conformar con el botín menor. Sabe a poco porque la necesidad te pide tres puntos por cita y porque el equipo fue merecedor durante mucho tiempo de algo más. Pero el fútbol entiende de tangibles, no de méritos.
Que hay un trabajo detrás es algo evidente. El Málaga de José, con cuatro retoques a un mismo once, enseñó que hay mimbres para algo más que para ser un equipo que se despeña por la Primera División. Si el cambio de técnico hubiese llegado antes, ahora mismo se estaría hablando de otra cosa. Sucede, sin embargo, que el entrenador gaditano no tiene mucho margen para el error. Su segunda vuelta es la única vuelta que existe, que la primera ya pasó y trajo olor a cadáver. El planteamiento fue de diez, porque era justo lo que necesitaba el Málaga, pero su lectura del partido (A.K.A. los cambios) hicieron a la escuadra malacitana más accesible para un Eibar que no terminaba de encontrar ningún bolsillo abierto. Los tres recambios del duelo hicieron peor al Málaga.
En la primera mitad debió irse con más goles de ventaja, pero es que ahí no tiene mucho que hacer. El poder de fuego que tiene es el que se vio. Diez ocasiones o más por cada tanto que sube. Faltó precisión en En-Nesyri y Adrián, que fueron de los mejores pero si tienen que ser los delanteros del Málaga, lo más sensato es aceptar el segundazo. Ahí tiene que hacer algo el club, que mientras se juega la vida tiene a un presidente pirómano diciendo sandeces por las redes sociales. Qué pena más grande y, por qué no decirlo, qué vergüenza. Propia y ajena.
José ya ha demostrado que tiene un plan, pero si luego Rosales y Luis Hernández siguen en un universo paralelo o Kuzmanovic es el hombre que tiene que cerrar el partido (buscando amarrar un empate que veremos a ver para qué sirve, quizás para cuestiones emocionales), será más complicado de lo que ya es. Y lo que ya es, precisamente, es un milagro.
Sí, había más jugo del que se vio en 21 partidos oficiales. Pero es todavía insuficiente. Y en el trasfondo, un poco más de lo que había antes. Porque es cierto que pudieron marcar En-Nesyri, Adrián, Chory Castro, Keko, Mula y hasta Iturra, pero no lo es menos que Rosales casi se hace un autogol y que Roberto tuvo que curar las heridas que en la defensa que provocaron Charles y Kike.
Queda un mundo por hacer en este Málaga al que se le agota el tiempo para sostener el sueño. José dice que el punto está bien pero que lo que cuenta es la imagen. Ve algo que le empuja a ser optimista. Sus jugadores, eso no se puede negar, acabaron extenuados. Eso es lo que debería ser siempre. Se echaba de menos por estos lares. Ahora tiene una cita el sábado contra el Girona en casa para confirmar que su primera actuación es el inicio de una línea que terminará en un fuerte orgasmo colectivo.
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