Opinión
Carlos Navarro Antolín
El Rey brilla al defender lo obvio
Sporting-Málaga CF
El Málaga tiene un sello, unas señas de identidad muy definidas y que gran parte de la afición compra porque la promesa de triunfo está implícita en el contrato vital con Muñiz. Se sacrifica cualquier atisbo de romanticismo para tirarse de cabeza en el pragmatismo más puro. No se persigue la excelencia ni se disfruta el trayecto más que cuando el casillero registra tres nuevos puntos. Por eso es inadmisible marcharse de Gijón con la sensación de haber perdido dos puntos y algo más.
Es verdad que era complicado plantarse en El Molinón después del duro varapalo de Pamplona, cuyos daños colaterales se dejaron notar también en Gijón. Sin embargo, en una carrera de fondo de 42 jornadas (y quién sabe si el extra del play off), la fiabilidad no es negociable. Tampoco el oficio. Y ahí no se puede achacar mucho al entrenador y sí a parte de los futbolistas.
El oficio es la base de todo. Olvidar de qué va la Segunda División merece una reprimenda seria. Lo dejó claro Muñiz, poco dado a salirse del guion en las ruedas de prensa, pero que después de la cita lanzó un aviso en este sentido. Su rostro, su gesto, su tono de voz... “Si nos sirve de aprendizaje, perfecto”, dijo resignado.
El penalti señalado a Koné con 0-1 a favor es un accidente. El árbitro se deja llevar por la presión y la sensación de que ha podido fallar (aunque no lo hizo) en el que pitó sobre Juanpi. De eso no está a salvo nadie. El de Carmona en el 94’ ya es otro asunto. Tras hacer lo más complicado dos veces, no puedes bajar la tensión hasta el pitido final.
Aparece en la foto Pau Torres, incapaz ante un Nefatlí que se fue con una facilidad pasmosa para asistir a un viejo zorro como Carmona, que sí sabe lo que es el oficio. Señalar sólo al zaguero, que poco antes sumó en ataque, sería injusto. Pero tiene que servirle de mili. A él y a otros a quienes se les debe exigir más, cada uno en su radio de acción.
Se comprime la zona alta, donde podía haber seguido caminando solo el Málaga, que ahora está fuera del ascenso directo tras ir dejándose fuera parte de lo que gana en La Rosaleda. Le falta una marcha más a domicilio. Pero no por las bajas. A veces con los N’Diaye, Luis Hernández, Adrián, Ricca y Ontiveros también ha salido aletargado.
Está probando la medicina de Segunda el Málaga y ahora está obligado a recomponer su aura de equipo intocable. Los rivales siguen demostrando que puede sangrar de diversas maneras y eso puede ser quizás lo más dañino. Tuvo ocasiones para matar el envite antes del fatídico desenlace, otro examen que, sobre todo, fuera de casa se está suspendiendo de manera sistemática. Ahora hay dos vías: aprender (como dice Muñiz) o perder el compás.
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