Darío Silva cuenta inconfesables secretos
Amplio repaso a su carrera y situación en el programa "Los Otros" de Movistar del ex delantero charrúa, que cuenta cómo se arruinó y cómo trabaja en la Pizzeria Frascati
Darío Silva daba mucho que hablar cuando era futbolista. Era un imán para titulares, por lo que hacía en el césped y lo por lo que decía ante los micrófonos. No dejaba indiferente y sigue sin dejar. En el programa "Los Otros: Arruinados" que ofrece Movistar, el que fuera delantero charrúa habla largo y tendido sobre su vida actual, su pasado. Comparte protagonismo con Óscar Téllez, ex internacional español, y Andreas Brehme, ex campeón del mundo con Alemania, que también pasaron dificultades económicas tras su retirada.
"No, la felicidad no te la da el dinero. Jamás. A lo mejor me gusta vivir así. ¿Por qué tengo que estar muerto yo si no tengo nada?", se pregunta Darío al principio y al final del reportaje. Calcula que ganó unos cinco millones de euros en sus siete años en España, repartidos entre Espanyol, Málaga y Sevilla. Ahora echa un cable en el día a día a su amigo Antonello Della Rata, propietario de la Pizzería Frascati, en Guadalmar. "Soy el que vivo más cerca y tengo los llaves. Abro las persianas, friego, enciendo el horno, limpio.... A mí no me hace nada barrer o limpiar un baño. Me gusta este desafío. Vengo aquí desde que veníamos concentrados a Guadalmar. Veía la pizzería y en vez de tomarme el café en el hotel, salía a caminar, me fumaba mi cigarrito y venía aquí a tomar café. Tengo una amistad grande de muchos años".
"Tomaba una coca Cola y spaghetti a la boloñesa. Siempre pedía eso", dice Antonello, que tiene contratado a Darío Silva: "Hicimos un contrato de trabajo para poder trabajar tranquilo, para poder hacer las cosas bien en la pizzeria. No puede trabajar muchas horas, 2-3. Si el repartidor no está. Si necesita hacer algo, llevar la pizza...".
"Hay gente que se enoja si yo estoy de pizzero o de mozo. Yo no entiendo cuál es el problema de que trabaje. Igual quieren que sea ministro del interior, presidente...", bromea Darío, que cuenta cómo se le fue gran parte del dinero amasado durante su carrera: "Con el gobierno uruguayo había hecho un negocio, me habían dicho que sí. Tenía que comprar en China una máquina de caucho para hacer las carreteras, me reuní con el presidente, mandé el dinero a China y hasta hoy jamás apareció la máquina y perdí el dinero. Perdí una casa que puse en garantía y que se quedó el gobierno, que valía 300.000 euros y lo que pagué por la máquina, 450.000".
"En el barrio jugábamos por el vino y el asado. Eran unas botellas de tres y cinco litros, de hasta 10 litros. Y la excusa era esa, beber y, aparte, yo peleaba con los defensas. 'Me voy a tomar los dos litros de vino que me corresponden. Vamos a comer el asado'", relata Darío sobre sus inicios en el fútbol en su pueblo, Treintaytres: "Cuando estuve en al selección mayor se discutía mucho por dinero, discutían por dinero, que tenemos que ganar esto, lo otro. Yo era un chaval y no sabía lo que era el dinero. Jugaba mejor en los juveniles, no hablábamos de dinero, nos conocíamos todos, éramos todos amigos. Como que no me interesaba el dinero".
Su primera experiencia en Europa le llegó a Darío Silva en Italia, tras descollar en el Peñarol. Cuanta una anécdota curiosa. "Cuando llegué a Cagliari me compré un Lamborghini Diablo de color violeta. Lo usé siete meses porque era muy llamativo, una isla, sabían donde andaba y cambié de coche para pasar desapercibido entre la gente común. No quería que me tuvieran localizado...", aseguraba Darío, cuya fama de amante de la noche no desmiente: "Todo el mundo dice que yo iba a las discotecas. Era algo obvio. Si yo no salgo, yo no puedo hacer lo que vos me pides, que te haga un gol mañana o pasado mañana, no puedo. Tenía que recargar las batería".
También invirtió Darío Silva en una discoteca en la Costa del Sol, que tampoco salió bien. "Se llamaba Coyote Banús. Realmente tuvo gente adentro de la jet set, gente de mucho glamour. Yo no me encargaba nunca el día a día, yo sólo contactaba a la gente importante. Un año después me cansé y quise más glamour. Son negocios que se pierden. se pierde el negocio, no la vida", reflexiona sobre aquel fracaso.
Gonzalo de los Santos, ex compañero en aquella época, compatriota y ahora afincado en Málaga de nuevo, interviene en el reportaje, recordando que "Joaquín Peiró lo sabía llevar, era el entrenador que le entendía". "A mí nunca me decía nada. Me decía 'Yo quiero ganar, vos haz lo que quieras, yo quiero ganar'. Y se reía", apostilla Darío.
"Nosotros jugábamos al póker por la noche y hablábamos mucho de fútbol con Dely, Fernando Sanz, con Koke Contreras. Le decía a Koke 'Mirá, que este le pega bien a las faltas, yo lo vi, tira por allá...' Jugábamos al póker y hablábamos hasta tarde de fútbol. Seguíamos jugando y hablando de fútbol. Seguíamos hasta los tres y cuatro de la mañana", explicaba la convivencia de aquella época Darío, que se tomaba licencias y recuerda una sonada antes de un partido ante el Sevilla: "Iba a ser suplente ese día y me dije 'Voy a tener que salir a dar una vuelta'. Fuimos cerca a tomar una copa. Regresé temprano porque estaba el sol, era las siete de la mañana (risas). Voy a subir, pongo la llave y veo al doctor. Sigo abriendo, miro y veo a Dely, mi compañero de habitación, con una venda a la cabeza. '¿Qué te pasó?' 'Estuve toda la noche con fiebre. Vos no estabas, vino el mister...'. 'No me puede pasar esto', me decía. Veía que el mister me iba a llamar y meter para dentro. Entonces, intenté ocultarme. Salimos al paseo marítimo. 'No te vas a escapar, vas a jugar vos. Esto es un clásico', me decía el mister. 'Usted sabe que yo salí anoche', le dije. Pero le encajé dos goles y le ganamos al Sevilla, lo dejamos fuera de la UEFA y la gente estaba loca".
Darío consideraba acabada su etapa en Málaga, ya en la treintena y le buscaron salida. "A los 12 días me llama mi empresario y me dice: 'Tengo el equipo, pero no sé si tenés los cojones de jugar en este equipo: El Sevilla'. '¿Cómo?', le dije. Pero allá fui", recuerda Darío, al que le unía una gran relación con Sergio Ramos, que empezaba a destacar entonces: "Él era joven, yo salía de noche, yo no quería que él empezara de esa manera. La noche, el alcohol, las mujeres... 'Yo no puedo salir', le decía. Lo tenía que llevar a casa, no tenía carné. El me controlaba, entraba a mi casa y en la rotonda y cuando las luces de su casa se encendían yo salía en mi coche. 'Qué peste a alcohol', me decía a la semana siguiente. Siempre le fui haciendo trampas. Un buen pibe, el Niño".
El uruguayo perdió la parte inferior de su pierna derecha en un accidente grave de coche en Uruguay. "Me iba para casa desde una discoteca, se me cayó la carta del coche, cuando se me va para los pedales, bajo y en ese momento muevo el volante y es cuando la camioneta se me va. Le dimos a una columna. Me rompo el oído, la columna se me cae encima de la pierna. Yo estaba supuestamente muerto. Me moví algo y el médico dijo "Está vivo". Me levanto, abro los ojos en el hospital y vi la situación. Me voy a bajar de la cama y me quiero poner el otro zapato y me faltaba la pierna. Prendí la tele y en seguida estaba en todos los canales de televisión y me di cuenta de la situación", recuerda con frialdad Darío sobre ese drama.
También gastó dinero Darío con la cría de caballos. "Vi la película 'Océano de fuego' y me gustó el caballo Ahijatal. Son caballos caros, árabes. He tenido caballos de un millón, millón y medio de dólares", asegura Darío, que también señala a sus antiguos representantes: "Me deben dinero y uno me robó. Pablo Boselli nos robó las acciones, mandó robar, de una empresa que teníamos. Y Bruno Santin era mi abogado y se quedó con un millón de dólaroes. Desde 2009 peleo con la justicia. Me hicieron daño económico, moral no me hicieron. Pero quiero que vayan presos".
"Yo estaba predestinado a hacer eso esos años y ya está después. Era algo lógico. Me molesta que la gente diga que a lo mejor me gusta vivir así. A mí me gustaría ser el psicólogo de los deportistas. No lo voy a hacer por dinero, lo haría bien, con el corazón", concluía Darío, respondiendo así a la pregunta de si cambiaría algo de su pasado: "No, de la misma manera. A mí nadie me va a quitar de la mente lo que hice y lo que dejé de hacer".
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