Divorciados de la Copa (1-1)

Copa del Rey · málaga cf-numancia

Por tercera campaña seguida, el equipo cae a la primera de cambio ante un equipo de Segunda

El equipo se pudo ir con la eliminatoria sentenciada al descanso y acabó perpetrando otro fracaso sin excusas

Rolón pierde el equilibrio ante la entrada de un jugador del Numancia. / Fotos: Javier Albiñana Y Efe
José L. Malo

29 de noviembre 2017 - 07:07

La cuestión va más allá del enésimo disgusto de la temporada. Sucede que se trata del tercer año consecutivo en que el Málaga cae en la primera ronda de Copa del Rey ante un club de Segunda. El Numancia, como el Córdoba y el Mirandés, también se llevó a casa la cabeza blanquiazul para ponerla en el salón. Para convertir el ridículo en algo habitual. En la última década siempre hubo ilusiones con soñar en esta competición. Lo de ayer confirma la única certeza: el divorcio del Málaga de un torneo del que ya solo queda el K.O.

Lo de ayer solo era una batalla, la guerra está en la permanencia. Pero todo suma. Aunque en el caso blanquiazul cabe especificar que todo resta. El empate con sabor a derrota rompe la tendencia alcista de las últimas semanas. No por el resultado, sino por el mar de impotencia en el que quedó ahogado el equipo. No le faltaron ocasiones, la última increíble de Borja Bastón en los minutos finales, pero no está de más recordar que Arrasate apostó por un núcleo de suplentes para defender su renta. Como todos los rivales esta temporada, se encontró la puerta abierta, un cabezazo de Elgezabal en el que se vio toda la bisoñez de Ían Soler, y eso le bastó para encajar el descuento de la ida.

El Málaga acabó desesperando por la involución propia dentro del partido. Ontiveros y Jony pasaron de ser Garrincha y Rivelino a una pantomima de una mitad a otra. Tantos grandes centros llovieron antes del descanso como se echaron en falta después. Míchel se desesperó con los cambios y el equipo acabó con los bolsillos por fuera cuando al descanso pudo haberse ido con la eliminatoria resuelta.

De hecho, la inestabilidad futbolística de este equipo, a veces suplida por su amor propio, es lo que más amenaza los sueños de remontada. Sucedió frente al Deportivo también, un partido que acabó como un cara o cruz con final feliz, si bien no es el mejor camino para afrontar los partidos vitales de aquí a que acabe 2017.

Adrián sigue siendo de los pocos guadianescos. Rolón, por desgracia, continuó en la misma línea, pero de invisibilidad. Era un buen día para rearmarse de moral, pero no hay manera. Poco se puede censurar de los jóvenes, Ían Soler y Álex Robles, no son ellos los que deben figurar en la diana del partido, por más que hubiera alguna desatención lógica de la falta de costumbre en estas exigencias.

Los aficionados habrán perdonado el mal rato de ayer si el viernes, en la verdad, se conquistan los tres puntos contra el Levante. No faltará razón a los que opinen que la Copa del Rey es ahora mismo una anécdota al lado de la empresa de la salvación. Pero el Málaga no puede permitirse el lujo de desperdiciar endorfinas. Lo hizo en la ida, cuando el partido iba para primer triunfo del curso y se emborronó todo en el descuento con una remontada inverosímil; lo hizo ayer, con ocasiones clarísimas marradas antes y después de que el Numancia obrara el 1-1. Las capitalizó Juanpi, que llegó bien pero ayer no tenía el punto de mira limpio. Dos remates a bocajarro, uno de cabeza y otro ante Munir, podrían haber cambiado su estrella. El viernes hay repesca, así que la paciencia ofrece 48 horas de tregua. Pero la Copa no olvida, la Copa y el Málaga no están hechos para caminar de la mano.

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