"Los jóvenes de raza gitana ya saben que el deporte es un camino"
Entrevista con Antoñín y Basti
Málaga Hoy reúne a Basti y Antoñín, con mucho en común a pesar de la distancia generacional
De etnia calé, malagueños, malaguistas, canteranos, goleadores y con gran conciencia social
El fútbol es un espacio para construir puentes, unir culturas, dar normalidad a la mezcla. Contribuye a armonizar distintas razas y dejar atrás tabúes. En el Málaga este viaje se lleva realizando generaciones, como las que separan a Basti (1974) de Antoñín (2000). Goleadores, malagueños, malaguistas, canteranos. Y orgullosos de ser gitanos. Ambos destierran viejos tópicos y ayudan a borrar estigmas. Con la cabeza bien alta, ambos coinciden en que su experiencia y su ejemplo pueden y deben servir de guía para tantos otros.
No tarda Basti –la veteranía es un grado– en llevar el peso de la cita. Antoñín le observa, escucha, ríe. Menos descarado que en el campo pero rigurosamente respetuoso con la jerarquía. “Está bendecido y por muchos años”, anuncia el paleño, henchido de satisfacción por ver de nuevo que el gol en La Rosaleda también habla caló: “Me siento orgulloso de ser gitano y me encantó que un jugador de nuestra raza pueda llegar al primer equipo, como lo hice yo en su momento. Debutó en Albacete, ese día estuve yo allí. Es un sueño hecho realidad. Me llena de orgullo ver a Antonio en el primer equipo, ahora hay que seguir”.
No descuida la memoria a pesar de su juventud Antoñín. Sabe perfectamente que está delante del máximo goleador histórico del Málaga Club de Fútbol y que es de los pocos que vistió también la camiseta del Club Deportivo. “Basti es el máximo goleador de la historia del club, eso ya va a estar más complicado superarlo”, admite Antoñín, que ni había nacido cuando Basti ya había lucido ambas camisetas. Por fortuna, cuenta en casa con alguien que le guía: “Me han contado unas pocas historias de Basti. En mi familia me decían que había sido alguien muy importante para la historia del club y lo sigue siendo. Mi padre (unos años mayor que Basti) fue el primero que me habló de él. Le vio jugar mucho y decía que era un jugador excelente. Hay que seguir sus pasos, que ha sido un gran jugador y una gran persona”.
“Me gustaría, ya que somos gitanos de padre y madre 100 por 100, que siguiera mis pasos, que estuviera muchos años en el primer equipo. Yo tuve la oportunidad de estar diez años. Le auguro un futuro bueno, pero que tenga los pies en el suelo, porque ahora todo el mundo, por la calle, le va a aplaudir, abrazar y decirle que es el mejor. Pero Antoñín es un chico de la cantera, humilde y es precisamente eso, el trabajo, la humildad y el sacrificio, lo que le va a llevar a la gloria. Cuando metes un par de goles, uno inconscientemente se puede venir un poquito arriba, a mí me pasó también. Te ves en la prensa, las radios... no estás acostumbrado y sales, todo el mundo te va conociendo. Pero yo le conozco y también me han hablado bien de él. Tiene que seguir siendo como es, hacerle caso al míster, ayudar al grupo, darlo todo por el Málaga. Estoy seguro de que sus padres y su familia le van a ayudar”, desarrolla con su simpatía habitual el paleño.
Antoñín, atento, asiente con la cabeza. Bien amueblada, por cierto: “Tiene toda la razón. Es cierto que meter goles en La Rosaleda es mi sueño desde pequeño. Te dices: ‘Hostias, ¿dónde estoy?’. Estoy en una nube. Pero sí es verdad que hay que mantener los pies en el suelo, tener humildad y trabajar. Me ha costado mucho llegar hasta aquí, pero ahora lo difícil es mantenerse”. Ahí reaparece Basti para ahondar en esa idea: “Sabias palabras. ¿Cuántos jugadores han metido un gol, han debutado o han tenido ese mes donde se ha hablado de ellos algo más? Por diversas circunstancias no han tenido hecho historia en el club. Debe ser constante. Tiene garra, tiene ilusión, tiene velocidad, que me encanta, tiene desborde... Me gusta también mucho cuando se dirige a los árbitros. Va con sus manos atrás. Parece un poco antiguo pero muestra respeto hacia el árbitro. En nuestra raza se tiene respeto a una autoridad, a tus padres, a tus tíos, tus abuelos...”.
El carácter se lo guarda Antoñín para sus rivales, ante los que no se asusta jamás. Sonríe y cuenta. “Eso siempre, siempre. Es algo que tengo desde pequeño e intento mantener. El pivote del Oviedo, Lolo, me lo dijo el otro día: ‘Eh, eres un poco pesado, eres un tocapelotas’. Yo le dije: ‘Lolo, es mi manera de jugar. Si te molesto lo siento, pero es mi manera de jugar”. Basti se siente identificado: “Claro, es que somos los dos de barrios muy peculiares, pero de donde han salido muy buenos jugadores. Tanto del CD El Palo como del 26 de Febrero. Hay casta, hay raza. Es ADN de barrio. A lo mejor donde uno da por perdido un balón, nosotros vamos a por él, como en el gol contra el Oviedo. Otro igual se queda parado, pero él fue a por la pelota. Llegó, metió cuerpo... lo vi un gol que yo podría meter”.
Con su habitual guasa y entre risas, Basti matiza acerca de su rapidez en el césped: “Hombre, él un poco más rápido que yo. No, pero me refiero a la manera de utilizar el cuerpo. Hombre, un gol de chilena en La Rosaleda... igual no he metido. O un gol después de irme de tres, igual es raro. Me gusta cuando para y arranca”. También bromea sobre el paso de Antoñín por El Palo, la otra casa de Basti: “Yo creo que pasar por allí le ha ayudado, sobre todo para volver con fuerza al Atlético Malagueño. Marcó bastantes goles en El Palo”.
No son tantos los jugadores de raza gitana que se asoman a la élite del deporte profesional. De un tiempo a esta parte hay estamentos tratando de luchar contra el racismo y la xenofobia. Narran sus propias experiencias. “La etnia tiene que dar igual. En el grupo me he sentido muy arropado desde el primer día”, comienza Antoñín, a lo que Basti apunta: “Yo nunca lo he sentido en mis años de fútbol. A lo mejor en el equipo alguno sí me llamaba “Gitano” o Sandro, que me decía “Giti”. Pero en plan cariñoso. De fuera no se sufrido”. “Yo hasta ahora, lo poco que llevo, nada”, completa Antoñín.
“Sí que he visto casos contra algún jugador de raza negra, tirarle plátanos. También gestos y sonidos. El racismo no se puede permitir. El fútbol va dando pasos agigantados para que se vea con normalidad. Lo importante es que el futbolista juegue, lo dé todo y tenga unos valores en el deporte”, añade Basti, que hace un apunte muy atinado: “Sí me gustaría, y creo que Antonio estará de acuerdo, en que haya chicos que se puedan ver reflejados, que hay un camino a través del deporte [“Efectivamente”, encaja sobre la marcha Antoñín mientras Basti no pierde el hilo]. Animar al pueblo gitano, a esos chavales que tienen esta ilusión, que somos poquitos y nos gustaría que hubiera más Antoñines. Hay mucha calidad. Me gustaría que esos chavales que están en el fútbol base en Málaga y en toda España se puedan ver reflejados. Y que sepan que hay que sacrificarse, cuidarse, cuidar la alimentación... Está claro que Víctor es quien hace debutar a Antoñín y seguro que está muy agradecido. Pero también ha tenido un largo recorrido para llegar a donde ha llegado. Animamos a todos los chavales de la cantera y especialmente a los de raza gitana a que le tengan como referente”.
“Bueno, somos dos ya. También tenemos a José Rodríguez. Y por supuesto a Basti”, recuerda el canterano. “José es muy apañado”, remata el actual miembro de la Fundación. Cuenta una de sus mejores historias Basti, confesando que en las fiestas familiares pasa algo sistemáticamente: “Siempre me dan la cámara para que todo lo grabe yo. ¿Por qué? Porque soy arrítmico y mi hermano dice que rompo el compás”. A Antoñín prácticamente se le saltan las lágrimas de la risa. “A ver si le pongo vídeos de mis goles en algún viaje del equipo en el que coincidamos”, espeta.
A Antoñín se le planteó el escenario de celebrar un gol llevando debajo de su camiseta una de Basti. No lo descarta, pero el paleño le da otra idea: “Si no, que pegue una pataílla en el córner, como hacía yo”. “Sí, pero sin compás, sin mucho compás”, recoge la broma el canterano. “El vídeo del Leganés le voy a poner a Antoñín”. El buen malaguista recuerda esa especie de samba, por ponerle un nombre.
En plena efervescencia, es normal que Antoñín reparta prácticamente todas sus camisetas. Basti se pone en su pellejo: “Me pasó como a él, somos generosos. Yo ni tenía camisetas mías del Málaga. La única que tengo en casa de mi madre es la del debut. Un aficionado contactó conmigo y me regaló una camiseta mía”.
Antes de irse, el veterano le da un apunte al joven para que nunca se le olvide: “Me encantó verle en directo el día de su debut. Siempre sueña uno con debutar ganando, pero bueno, que a mí me metieron 0-5, tampoco pasa nada. Que siga como va que lo está haciendo muy bien. La afición le está cogiendo mucho cariño y ya corea su nombre. Puedes fallar más o menos, pero La Rosaleda agradece que uno luche y lo dé todo en el campo”.
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