Joaquín Muñoz: "Estamos siempre de buen rollo y eso hace equipo"
Entrevista con Joaquín Muñoz, jugador del Málaga CF
El extremo malagueño se sincera en Málaga Hoy y hace un repaso a su corta pero intensa carrera
Joaquín Muñoz Benavides (1999) te saca un rosario de anécdotas como para escribir un libro y aún no cuenta ni 22 años. Aunque él se imagina contándole aventuras a los hijos que aún no tiene. Hijo es él, pegado a unos padres que le llevaban a La Rosaleda cuando era un niño de Miraflores que alucinaba con el Málaga de Champions. Tiene cosas de su tocayo, el Joaquín que prácticamente le dobla la edad. Admira a Isco y espera cambiarle la camiseta. Las suyas están repartidas en masa entre su gente de siempre. Natural y divertido, pero con el punto de cocción que te da haber salido casi siendo un crío. En cada respuesta hay una risa, una reflexión o un agradecimiento. O todo a la vez.
–¿Cuándo fue la primera vez que soñó con jugar en el Málaga?
–Desde que tengo uso de razón. Iba con mi papá al estadio y veía a los grandes jugadores que había aquí y me quería parecer a ellos. Es verdad que yo también he vivido la época de la Champions, para mí era una pasada ir al estadio.
–¿Quién le llevó al campo por primera vez?
–Sinceramente, no sé decirle, pero creo que sí. He ido muchas veces, pero como mi familia es tan futbolera, de chiquito me llevaban. También con mi madre. Y cuando jugaba en el Puerto Malagueño nos daban entradas.
–¿Tuvo alguna camiseta?
–Del Málaga la única que compré fue la de Joaquín de la Champions.
–Por razones obvias.
–[Risas] La compré, la compré, porque me parece un grandísimo jugador, que juega en mi misma posición y tenerlo aquí para mí era… una pasada.
–Usted ha hablado alguna vez de que le comparaban con Jesús Navas, pero quizás está más cerca de su tocayo.
–A ver, yo no soy mucho de comparaciones porque al final cada persona es un mundo. Sí es cierto que me han dicho que tengo el estilo de juego de ese extremo de uno contra uno, por eso me ponen en banda derecha a jugar. También es verdad que a Joaquín lo he visto jugar menos. Me gusta mucho Joaquín y que además esté jugando en la mejor liga del mundo con 39 años dice mucho de él. Le recuerdo un jugadón con la selección… El tío a sus 39 palos todavía sigue metiendo goles, qué espectáculo de jugador. Me habría gustado verlo de más joven. De la época del Valencia me acuerdo, pero no todo lo que me gustaría.
–Él hizo vibrar a La Rosaleda cuando se podía ir, eso será lo que más esté echando en falta para redondear el sueño, que el estadio vibre con sus jugadas.
–Al final nosotros jugamos al fútbol, bueno, por lo menos yo, para llegar alcanzar ese sueño de jugar ante 25.000 personas, 90.000. He jugado poco en el mundo profesional y me ha tocado vivir las dos partes. Jugar en un estadio lleno y lo de ahora. Se extraña mucho, ya por la sensación de jugar en casa, ese aliento de la afición. No se puede explicar esa sensación. Yo juego al fútbol por eso, por lo que transmite la gente al ir al estadio. Es una pasada.
–También le leí que admira a Caye Quintana, ¿se lo ha dicho a él personalmente?
–Lo dije, es que pude verle jugando. Como conté entonces, donde más fue en el Recre. “Me cago en la leche el delantero este”, pensé, era puro espectáculo. Coincidí también contra Yanis Rahmani en una fase de ascenso en la que él acaba ascendiendo con el Mirandés. Yo estaba con el Atlético B. ¡Madre mía, Yanis, cómo vuela! Y Pablo Chavarría, que no lo conocía de nada, era al que menos, y buff, me parece un espectáculo de futbolista. Al igual que Jairo. Siempre nos reímos porque nos enseña cosas de cuando jugaba en Alemania, que un día se equivocó y marcó dos goles. Siempre estamos de muy buen rollo y eso al final es lo que hace equipo.
–Caye y Chavarría, más allá de los goles, tienen una gama muy amplia de recursos.
–En este Málaga tenemos muy buenos futbolistas. Estos dos arriba te dan unos soportes y unas salidas que no veas. Si me pongo jugador por jugador… Otro que me ha sorprendido, pero mucho, mucho, mucho, mucho, mucho, es Benkhemassa. Me parece un jugador muy top, para mi gusto. Es que este Málaga tienes jugadores muy top, con razón luego la gente quiere venir aquí. Por lo que es el club, por la ciudad, por todo.
–Si algo tiene Benkhemassa es que da igual que sea titular o entre en el 94’, está enchufado siempre.
–Siempre da el máximo rendimiento que puede dar y eso le honra, da igual que salga 90 minutos que uno.
–De los de la casa, ¿a quiénes se ha enfrentado?
–Conocía, de haberme enfrentado a ellos, a Juande y a Mini. Con ellos me enfrenté en categorías inferiores y es cierto que tuvimos más de un pique porque yo también soy caliente en el campo y no me callo una. Pero luego a Ismael, Ramón, Cristo, Juanito Cruz y compañía los conocía por el San Félix que llegó tan lejos. Estaban liderados por Ale Acejo, que me había entrenado ocho años en el Puerto Malagueño. Esa Copa del Rey juvenil la ganamos con el Atlético de Madrid y yo estaba frito por enfrentarme a ellos en la final. Fui a verlos en Madrid, que perdieron 6-1. Y nosotros en la ida ganamos 3-0 al Athletic. En la vuelta yo estaba en el banquillo porque estaba apercibido de tarjeta y no me querían poner. Y pregunté por el San Félix, que cómo iba, y me dijeron que iban ganando 4-0. Yo pensando que uno más y nos podíamos enfrentar a ellos en la final. Se quedaron ahí, ahí.
–Ale Acejo podría ser un nuevo Diego Martínez.
–Es un grandísimo entrenador, pero como persona es más grande todavía. Alguien que te enseña valores ganes o pierdas, yo estoy muy agradecido a él por lo que hizo conmigo en su día. Le tengo mucho aprecio y cariño. Hizo muchas cosas buenas por mí. Cuando me equivocaba, porque era un niño y también me tenía que equivocar, me decía lo que me tenía que decir. Él también me ha llevado al fútbol profesional. A día de hoy, cada semana hablamos dos o tres veces. Me gusta hablar con él, ya sea de mi vida, ya sea de fútbol.
–Quién sabe si algún día terminará coincidiendo en el Málaga.
–El fútbol da muchas vueltas y nunca se sabe. Yo siempre le digo: “A ver cuándo coges a un Primera y me llevas a mí”. Pero poco a poco. Lo está haciendo muy bien allí en Sevilla.
–¿Cómo fue su recorrido por el fútbol base malagueño?
–Tengo varias anécdotas. Mi hermano estaba en alevines del Málaga y como mi padre tenía que traerlo a entrenar, me apuntó a la escuela para que me divirtiera. Yo siempre iba con el balón bajo el brazo. Pero a mi hermano le dijeron que no contaban con él para la siguiente temporada y entonces me fui a La Unidad, donde estuve un par de temporadas en prebenjamín y benjamín. Y me marché al Puerto Malagueño porque mi hermano se fue allí. Estuve ocho años desde benjamín hasta cadete autonómico. Hubo algún momento en que pensé que no sabía si llegaría a jugar al fútbol profesional y tenía muchos amigos en el barrio y el colegio jugando al fútbol sala.
–Lo dejaba.
–El último año de cadete autonómico no quería seguir jugando al fútbol porque me empezaron a entrar muchas dudas y también quería disfrutar de estar con mis amigos. Fui a hacer unas pruebas por así decirlo sin que lo supiera la familia a un equipo de fútbol sala. Me llevó un amigo y nada más que me vio el entrenador me dijo que no servía, que era muy chiquito, que como ya había ido que entrenara pero que no buscaba jugadores y que lo sentía mucho. Cuando terminó el entrenamiento me dijo que cuando volvía a ir, que me hacían un hueco. Yo le respondí que no volvía, que me iba al fútbol once, que el fútbol sala lo dejaba más como para divertirme y echar unas pachangas con los amigos. Mucha gente me decía que siendo tan chiquito no iba a llegar. Al final se juega con la cabeza o los pies, no importa si eres alto o bajo.
–¿Fue duro dejar Málaga y comenzar a vivir una aventura solo?
–La primera noche no dormí. También tengo una anécdota, bua… La primera noche nos soltaron en la residencia y no conocía a nadie, me puse muy nervioso y no podía dormirme, con suerte eché dos horas de sueño. El primer día, yo con los ojos pegados de no haber descansado nada. Nos llevaron en un autobús y cuando nos soltaron me quedé atrás y mis compañeros de equipo se adelantaron. Para mí era todo nuevo, me quedé impresionado por la ciudad deportiva, mirando todo, yo no había visto tantos campos de fútbol juntos en mi vida. Y me crucé en las escaleras con los jugadores del primer equipo, a Filipe, a Godín y otros que no recuerdo. Me acuerdo de ellos dos porque me dijeron “chaval, espabila que vas tarde”, me tocaron la cabeza. Para mí era como: “Que me ha hablado un jugador de la primera plantilla, que me ha hablado Diego Godín”. Y al cabo de tres años y poco estaba con ellos compartiendo vestuario. Un sueño, la verdad.
–¿Quién le ayudó más en aquellos años?
–Tuve la oportunidad de coincidir con mi hermano mayor. Yo tenía muchas dudas por irme solo y entonces llegó una propuesta para que se fuera al B. Entonces tuve un apoyo familiar importante, cuando tenía algún problema lo llamaba y venía a buscarme.
–¿Quién está más contento de que haya vuelto a Málaga?
–Mi padre y mi madre sobre todo. Estaban como locos el día que dije que se podría hacer, que fue el último día del mercado. No paraban de llamarme. Estaba muy nervioso porque todos teníamos claro que quería venir aquí.
–¿Le llamó Manolo Gaspar directamente?
–Manolo estaba hablando con mis agentes. Ese fin de semana había otra opción, que todo el mundo conoce y tal, y yo lo entendía. Manolo me demostró que quería que yo viniese, aguantó mucho, pero también comprendía que si el Huesca no cedía, pues firmaran a otro. Al final me decidí a llamar yo a Manolo, eran las nueve y pico y ya no podía esperar más, pero le pedí que confiara en mí, que por favor me esperara que yo iba a salir de allí. Él me dijo: “Si es así, confío en tu palabra y no firmo a nadie”. Llegó el fichaje quedando 20 segundos.
–Tuvo que estar acongojado…
–Se pasa mal. Ese día, al final, me tiraba de los pelos. Pero me gusta recordar esta anécdota. De pequeño me marcó mucho cuando De Gea iba a ir al Real Madrid pero no se pudo por el papeleo, que no llegó a última hora y se tuvo que quedar en Manchester. Cuando niño pensaba que eso se podía arreglar más tarde, pero me vi en la misma situación y qué va. No puedes firmar a las doce menos diez porque no llega. Yo firmé a las 23:20 y llegó faltando 20 segundos porque es un jaleo. El Huesca me ayudó muchísimo y le estoy súper agradecido. Esa noche se queda para mí.
–Si con 21 años tiene anécdotas para llenar un libro, ¿qué va a dejar para cuando tenga 30?
–Pues no sé, me ha pasado ya de todo. Pero estoy feliz. Son cosas que se quedan para uno y cuando tenga mis niños contarles anécdotas graciosas.
–¿Cuándo habló con Manolo por última vez?
–Hace poco. Viene mucho a los entrenamientos. Hablamos mucho de cachondeo, nos gusta mucho. Como le dije hay un grupo muy gracioso y él siempre viene con unos looks muy atrevidos y le metemos un poquito de caña.
–¡Qué importante es el ambiente y esa cercanía!
–Tener un director deportivo así es una pasada.
–¿Y qué tal con Pellicer?
–Con Pelli muy bien, es un míster muy cercano. Nos da nuestros toques de atención pero al final es un entrenador que comprende mucho al futbolista y que sobre todo da oportunidades a los jóvenes. A veces estás en otros sitios y a lo mejor te dicen que todavía eres muy joven, que necesitas maduración, pero aquí te dan la oportunidad de demostrar que puedes jugar. Si lo haces mal en un partido y tienes un fallo, él te lo va a corregir, pero no te va a tener castigado o dejarte sin jugar más. Al final como se aprende es jugando. Él te da el toque de atención de que tienes que espabilar y tal pero luego te da otra oportunidad. Eso también me pasó en Miranda. Tuve algunos fallos con Andoni (Iraola) y es una persona a la que también le guardo aprecio porque me ayudó a entrar de profesional, me puso a jugar. Los entrenadores así, cercanos y que te intentan ayudar valen mucho, son oro.
–¿Cambia mucho la imagen que da el Málaga desde fuera a como es realmente por dentro?
–Sinceramente, cuando me enteré del interés del Málaga, me puse algún partido y daba la sensación de ser un equipo destruido. Era la pinta que tenía. Y cuando llegué aquí… es lo que comentábamos antes, se ve que el vestuario tiene esa chispa, otro color. Es un vestuario muy top y cada persona del club quiere aportar su grano de arena para sacar esto adelante.
–¿Es de los que piensa que tienen varios puntos menos de los que merecerían tener?
–Son cosas que pasan. Si los partidos que tienes amarrados no los terminas de cerrar, es muy jodido. Pienso que algún que otro punto más podríamos llevar, pero tampoco está mal la primera vuelta que hicimos. Hay que seguir en esta línea de trabajo. Si los futbolistas nos lo dejamos todo en el campo, no hay mucho que reprochar.
–Es más fácil dar la cara por el compañero cuando hay este buen rollo.
–Estamos en un bucle en el que vamos todos a una. Si hay que correr por el compañero, se corre. Mientras mejor armonía haya en el grupo, mejor nos irá.
–¿Con quién ha hecho mejores migas en el equipo?
–Me llevo genial con todos los compañeros. Es cierto que a veces me quedo después del entrenamiento en el gimnasio con Escassi, que es un tipo de puta madre, que es veterano y te da mucho arilleo. Trata muy bien a los jóvenes. Los veteranos nos están ayudando un montón a los jóvenes y eso se agradece muchísimo.
–Escassi ha dado muchas vueltas hasta llegar a jugar en el primer equipo del Málaga y cuando le ha tocado lo ha hecho como todo un capitán.
–Es díficil, en Málaga hay unos jugadores muy buenos y hubo una época en la que tenían a los mejores futbolistas a nivel de España. Muchos han tenido que emigrar a otros sitios para hacerse como jugadores como es el caso de Escassi o incluso el mío. Estar aquí en Segunda División es algo increíble.
–¿Hasta dónde podrán llegar?
–Techo no nos ponemos. Todo el mundo quiere llegar a ese punto de la salvación. Es lo primordial este año, salvar la categoría. A partir de ahí si se puede aspirar a algo más, iremos a por ello. No vamos a sumar 50 puntos y a decir: “Ala, ya se ha acabado la temporada”. Iremos a por esos puntos, que suelen ser la salvación y pelearemos a tope el resto de jornadas que queden. Tenemos grupo para soñar con algo bonito.
–Sería una pena que no tuviese continuidad esto que están construyendo. Aunque fueran dos o tres años.
–Es complicado, hay muchos cedidos y tal. Hacer un año así bonito y después tenerte que separar, pero es algo que tiene el fútbol y hay que respetar.
–¿Qué es más difícil, subir a Primera o encontrar aparcamiento en Miraflores?
–[Risas] Sin duda encontrar aparcamiento en Miraflores. Allí como no tengas un parking subterráneo estás muerto.
–Es muy de su barrio.
–Yo siempre he sido un chico de barrio. Donde yo aprendí a jugar al fútbol es en el barrio. Siempre me dijeron que llevaba algo innato dentro. Ese talento más la formación que te dan grandes clubes te hacen seguir avanzando.
–¿Conserva muchos amigos de la infancia?
–Sí, del colegio y todo. Ahora que estoy aquí aprovecho para verlos.
–¿Cuántas camisetas ha repartido?
–Exactamente no lo sé, pero sobre unas 60 ó 70 camisetas. ¡No veas, me está picando el bolsillo!
–Debe ser un gran orgullo ver a su gente con su dorsal y su nombre en la espalda.
–Para mí es algo grandísimo. Cada vez que puedo intento dar las camisetas. Es bonito verles con ellas, como se vuelven locos cuando se las das.
–¿Cuáles se ha guardado?
–Cada vez que debuto en algún sitio. Lo enseñé en redes sociales, enmarqué las del Atlético, Mirandés, Huesca, Málaga… Las tengo en la habitación que tengo en casa de mis padres. Para mí es algo grandioso. Con rivales he cambiado, uf, en estos tres años en el mundo profesional puedo tener unas 50 camisetas cambiadas.
–¿Cuáles son las más preciadas?
–Sin duda una de las que no se me va a olvidar en la vida es la de Mustafi del Arsenal. Se la pedí el día de mi debut y es algo que le agradezco. Debutas en Singapur y encima te traes un recuerdo así de bonito. También la de Portillo, del Getafe, un tío espectacular. No me lo pensé dos veces cuando nos enfrentamos a ellos. Con Francis, del Betis. Después tengo muchas cambiadas con amigos de las inferiores con los que me he enfrentado. Diego Conde, Manu Morlanes… gente que conoces desde chico.
–¿Cuál tiene pendiente que no haya podido conseguir?
–Nunca se ha negado nadie a cambiar una camiseta. A mí la que me gustaría, qué le voy a contar, la de Leo Messi. Y la de Isco Alarcón. Me cogí el dorsal 22 en el Huesca por él, porque lo llevó en el Málaga y luego en el Madrid. Cuando me lo ofrecieron en Huesca no me lo pensé dos veces. Para mí es un referente. No lo conozco personalmente, pero tiene pinta de ser una gran persona.
–Por cierto, ¿cómo le va a su hermano?
–Muy bien, está allí en la segunda b en Italia y está muy bien. Ya se adaptó con el idioma y todo. Disfrutando de una nueva cultura y un nuevo fútbol.
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