Será un doble o nada (0-2)

LaLiga Santander

El Málaga se ahoga en su inercia derrotista: sin jugar mal y ante un Atlético light, encajó una derrota fácil.

Los partidos ante Sporting, Granada y Deportivo parecen ser el último tren.

Oblak atrapa un balón. / Marilú Báez
José L. Malo

02 de abril 2017 - 08:11

Málaga/El Málaga se desangra, se desinfla. No es un equipo al que haya sido fácil golear, ni ha perpetrado ridículos espantosos. Pero basta repasar en el calendario cuántos partidos que debió ganar por méritos perdió y en cuantos otros una versión de andar por casa del rival le valió para hacerse con los tres puntos. Y ahí se encuentra el gran déficit de la temporada, el trampolín que empuja hacia un final muy problemático. A quién le va a ganar este Málaga ya no es una pregunta retórica, es una amenaza que asusta. Eso sí, aún queda el comodín de la temporada, ese doble o nada contra los tres de abajo. Sporting, Granada y Deportivo, esa es la Liga que queda, no hay más. Salvo que haya fortuna con algún décimo; la lotería toca en ocasiones.

El conjunto blanquiazul ha perdido jugando bien, jugando mal, jugando regular. Y ha olvidado lo que es ganar. Por eso cuesta un mundo convertir en gol una ocasión, por eso una oportunidad en contra es un atraco a mano armada. El Atlético de Madrid, además, es especialista en jugar sobre el fango. Ni bajas, ni cansancio por los internacionales, ni nada de nada. Si hay que jugar arremangado, ahí probablemente gane el Atlético ante casi cualquiera. Se paseó el conjunto de Simeone en versión beta. En marchas cortas. Que chutó dos veces y venció. Casi ni eso, porque más bien Koke y Filipe Luis empujaron un gol, a escasos metros de Kameni, con altas dosis de desacierto blanquiazul en defensa. De haber jugado sin gomina, los rojiblancos habrían mantenido el peinado.

La radiografía del equipo es de descenso, pero solventar los duelos vitales da impulso

Pueden estar los centrales a un alto nivel 80 minutos, o en un rendimiento decente, como ayer, que a la hora de la verdad llega el puyazo. Y arriba se agradeció la llegada de Sandro, pero hace falta mucho más. En la primera vuelta el canario arrastró muchas piedras él solo, pero para levantar la pirámide hace falta más colaboración. Blando atrás, ciego arriba; radiografía de equipo que pierde la categoría, fotografía demasiado parecida a la del último descenso.

En un barrido general del choque, se puede encontrar un Málaga correcto. Que asumió mucha posesión, aunque inofensiva. Que hizo más pases y combinaciones de lo habitual, pero en zonas sin peligro. Que no sufrió como en otras tardes, si bien bastaron dos llegadas al Atlético para empaquetar los puntos. Que se atrevió más de lo habitual y no demostró miedo a perder, sí incapacidad para ganar. Al Málaga, lo que más se le achaca, lo que evidenció ayer por enésima vez, es que se ha olvidado de ganar (un triunfo en los últimos 16 encuentros). Y como no gana, ha perdido fe en los caminos que utiliza para ello. La variante táctica de Míchel tampoco dio frutos. Tres centrales, con Rosales y Juan Carlos de carrileros, tres en el medio y Keko liberado para ser un delantero postizo junto a Sandro. El plan se cayó a los 15 minutos, cuando Savic chocó contra Miguel Torres. Esa es otra, la suerte. Sonaba a chanza, pero no: Juande Ramos se fue con la flor y ni Romero la supo regar ni Míchel la encuentra en sus bolsillos. La flor salva y desciende, da títulos y los quita. También es una consecuencia. Y desde luego la estrategia no parece que se la vaya a dar al Málaga. Hace un mes de competición que resulta más provechoso un saque de banda de Luis Hernández al área que un córner a favor. Casi nunca se rematan. Ayer, el único en franquía, lo remató fuera a Llorente, que a su calvario de estacazos puede sumar que remata con los ojos cerrados, porque no es normal la de testarazos que ha fallado ya este año -metió uno atropellado en la segunda jornada-.

El pesimismo es un enemigo entendible, el Málaga se ha encargado de alimentarlo desde hace varios meses. Pero esas tres balas siguen ahí y son las que pueden cambiarlo todo. La primera toca gastarla dentro de tres días. Una final real.

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