Málaga CF - Atlético de Madrid: Te amo como a un gol en el descuento (2-1)
Un cabezazo de Einar Galilea en el minuto 93 provoca el júbilo en La Rosaleda para conseguir el primer triunfo en Primera RFEF, que se complicó ante un correoso filial rojiblanco
Así te contamos el partido
El último partido oficial en La Rosaleda había sido un aquelarre. El primero en Primera RFEF un sufrimiento con final feliz. El fútbol ejerce la fascinación del olvido rápido. “Te amo como a un gol en el descuento”, decía una pintada que se hizo famosa en Italia. Y sí, después de un mercado que no se cerró con el empujón que se esperaba, de las constantes noticias de los juzgados, de evidentes desavenencias entre distintas partes del club, de otro ERE... El verde es siempre lo que manda. Y Martiricos tronó en el minuto 93 del primer partido en la categoría de bronce tras un cabezazo de Einar Galilea que se envenenó tras un bote y que Iturbe no supo detener. Hacía tiempo que no se cantaba un gol igual. En Primera División o Primera RFEF, a la afición le gusta ver ganar. Esto no tapa que hay carencias, que se ganó sufriendo a un Atlético de Madrid B que jugó el tramo final con uno menos. Pero hubo más buenas noticias que malas. El balón es el único bálsamo que pueda sanar la fractura que hay. Enorme La Rosaleda, alentando 90 minutos y creyendo hasta el final. Hará falta paciencia.
Pellicer apostó por un once descarado y jugón, con mucha juventud, y con los cuatro retornados tras la mili (Lorenzo, Larrubia, Kevin y Roberto) como titulares poblando el frente de ataque más Dioni. Es una apuesta refrescante, pero con un evidente riesgo en una categoría perra. Quizá que hubiera un filial enfrente animó al de Nules a ser más osado. Aunque siempre ha dejado claro que el equipo sólo puede ser dominante en La Rosaleda. El inicio fue bastante efervescente. Un cabezazo de Genaro que salió rozando el larguero en un córner, un par de carreras de Kevin y un gol antes del minuto 10. Robo malaguista, contra llevada por Larrubia, conducción y pase fino al centro del área, donde Roberto definía bien de primeras, abajo y al lado izquierdo del portero. Un internacional sub 21, por cierto, Iturbe. Rugía La Rosaleda (18.885 espectadores), su estreno en Primera RFEF, cuando el cordobés se dirigía a ella pidiendo energía tras el gol.
El Málaga se disponía en un 4-4-2 que parecía mutar en un 4-2-3-1 en algún momento. Genaro, al que La Rosaleda, de momento, ha indultado y ha hecho tabla rasa, cortaba balones y durante 25 minutos se jugó en el campo del Atlético de Madrid B. Pero en un filial, sobre todo de un grande, siempre habrá calidad. Poco a poco, el partido fue volcándose hacia el otro lado. Algún mal pase en la línea de tres cuartos había evitado alguna ocasión clara de los colchoneros. Un mal rechace dejó descolocada a la zaga y Gabilondo no fue contundente en un balón dividido con Ndiaye cuando era el último jugador. La bola viva le llegó a Diego Bri. El ilicitano condujo y Alfonso Herrero le paró la primera, pero el rechace le cayó y marcó a placer con el meta en el suelo.
Jarro de agua fría que había que gestionar. El Málaga empezó a ver más de lejos la meta de Iturbe y fue perdiendo claridad hasta llegar al descanso, que no llegó en mal momento para reubicar ideas y coger aire para la segunda mitad.
Tras el descanso, el partido se endureció. Cuatro tarjetas amarillas en 15 minutos por ninguna antes. El Atlético apretaba y el Málaga tenía menos ideas. Una patada a Kevin le sacaba del partido. Tiene que aprender a sufrir el de La Trinidad en una categoría en la que no hay VAR y habrá palos constantes. Larrubia y Lorenzo parecían los más clarividentes en el Málaga, conducían y buscaban pases. Pellicer movía el banquillo. Juan Hernández primero, más tarde Loren y Sangalli, al final Dani Sánchez y el canterano Cordero. A falta de 15 minutos, el Atleti se quedaba con 10 por una agresión (aunque sólo vio segunda amarilla) de Ndiaye, un joven que rasca como un veterano.
Los siete minutos de descuento que dio Campos Salinas fueron celebrados. El Málaga apretó, se volcó. Y un córner botado por Juan Hernández fue cabeceado por Einar Galilea. No parecía muy peligroso, pero un par de jugadores malaguistas que fueron a por él hicieron dudar a Iturbe, al que el bote de la bola acabó de matar. Y el balón se coló mansamente por la escuadra. La Rosaleda encendida, júbilo, 20 jugadores celebrando sobre el césped el gol. Al final es el fútbol, una emoción inigualable, en la categoría que sea. Y cómo sabe un gol en el descuento.
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