Málaga CF - Granada: Se trata de Rubén Castro y algo más (1-1)

Resistió el equipo blanquiazul y anduvo cerca de ganar a un rival fortísimo

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El Málaga CF celebra el gol al Granada / Pepe Gómez

No caben muchos reproches al Málaga, que evitó varias cornadas del Granada antes de presentar su candidatura al partido ante un equipo excelentemente armado en todas sus líneas. Rozó el naufragio y regresar a la casilla de salida, pero esquivó la depresión al mismo tiempo que Rubén Castro. Le faltan páginas al guion blanquiazul, que todavía debe mejorar en consistencia, sobre todo con el resultado a favor.

Si el canario está de vuelta, algo que dirán los próximo partidos, el Málaga tiene gran parte del texto resuelto porque el portero está manteniendo el nivel. A la columna le falta el punto físico que deben dar Burgos y N'Diaye principalmente y todos los demás en distinta escala de responsabilidad. Debe ser más rudo, imponer más por arriba y por abajo. Y no anda tan lejos como parece de ello. Ni tan cerca como para conformarse.

Anticipó Mel algo en la previa del encuentro, que dadas las circunstancias quería mantener la idea iniciada en el Ciutat de Valencia ante el Levante pero con un toque más de picante en los carrileros. Así que planteó un once calcado con Hervías e Issa Fomba por los costados y Genaro en lugar de Alfred N’Diaye.

Las cámaras recogieron las charlas de ambos entrenadores y hubo un término común: orden. El Málaga no lo logró, despegado y caótico, como prometía la primera acción defensiva que tuvo que ejecutar Fomba a los 50 segundos. El Granada estaba a gusto, yendo a provocar el fallo de verdad, como exigía más que otra cosa Paco López.

Presionó muy alto el cuadro nazarí y el Málaga tuvo serias complicaciones para sacar el balón. Con suerte, cuando la rifaba alejaba el peligro, pero forzó situaciones el Granada para matar con transiciones endiabladas y retar en varios momentos a Rubén Yáñez y sus protectores.

Mel, que se desgañitaba en la banda tratando de pulirlo todo, había decidido descolgar a Fomba siempre que fuera posible. El chico, en tareas mucho más comprometidas en ambos sentidos de la banda, se animó a tirar a puerta a los cinco minutos y a los 12 sacó amarilla a Ricard. Un buen botín antes de que los vecinos soltasen a los perros.

Resultó milagroso aguantar el cero en la portería. El pichichi Uzuni se chocó con Rubén Yáñez y su propia puntería. Sin embargo, tanto él como Jorge Molina se lo hicieron pasar francamente mal a toda La Rosaleda, porque la angustia por momentos fue absolutamente colectiva.

Media hora de resistencia, con un rictus que parecía avanzar lo de siempre, que el equipo veía que en cualquier instante se torcía el camino y de ahí al dejà vù de cada jornada. Y de pronto el Málaga se asentó, tapó algunas vías y se permitió estirarse con algo menos de complejo.

Y llegó a la fiesta Rubén Castro. Desconectado prácticamente todo el encuentro, viendo cómo casi todo lo que sucedía estaba lejos de su espectro, se vio con un balón en el área. Se le abalanzaron los defensas y pudo abrir a Villalba, solo y en una posición mejor para el disparo. La quería él, que tanto ardía por dentro en la sequía goleadora. Recortó hasta que pudo sacar un chut con pocas opciones de éxito.

Segundos después, una divina iluminación lo cambió todo. El canario recibió fuera del área, se apoyó en Fomba para perfilarse mejor y reescribió su destino. Un disparo magistral, a la escuadra, en el balconcito del área donde están los que se atreven y están los que directamente lo hacen. Después cabalgó en una contra que no terminó de leer. Pero el abrazo al descanso de Manolo Reina decía mucho.

Más aún dijo el entrenador madrileño con sus acciones. N’Diaye y Javi Jiménez entraron al ruedo por Luis Muñoz y Hervías. Eso envió a Ramalho a la derecha para formar algo más parecido al 4-4-2, más Mel.

Pese al prometedor arranque de la segunda parte con un cabezazo de Burgos que pudo ser el 2-0, el Málaga perdió hechuras y en lugar de jugar con la ventaja, el Granada se adueñó del partido, arrinconó a los blanquiazules y no paró hasta que logró el empate. Además con la misma fórmula la mayoría de veces, con Melendo trazando pases brillantes a la espalda de la zaga. Sufrió mucho Ramalho en especial como lateral diestro, destrozado por Callejón en el 1-1.

Al poco se lastimó y hasta un despeje suyo todavía en el césped se complicó hasta el punto de que Jorge Molina rozó el 1-2 pero Yáñez se lo negó. Abandonar la línea de tres centrales no sentó bien del todo. Pero el choque se estaba rompiendo y Mel a quien metió fue a Loren por el defensa.

Y el canterano aprovechó un balón perdido en el área propiciado por un brote de energía de Genaro para sacar un penalti que tras varios minutos y revisado por el VAR fue anulado (antes no había concedido a Callejón estilo al de Fran Sol ante el Levante).

Chavarría entró al campo por Rubén y generó una ocasión en la que disparó Dani Lorenzo ligeramente desviado. El chico había entrado por Fomba un buen rato antes y sigue demostrando por qué juega.

Tampoco renunció a ganar el Granada, que en el 90’ -tras una falta de N’Diaye- pudo llevarse todo el lote de puntos con un lanzamiento de Callejón que astilló el larguero. Replicó otra vez el Málaga, que forzó otro saque de esquina.

No dejó de intentarlo hasta el final el Málaga, con la cuenta pendiente de dejar su portería a cero, el primer mandamiento de Segunda División. Ahora le toca ir con el cuchillo a Ibiza, donde de verdad solo sirve ganar.

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