Málaga CF, una situación explosiva

Momento crítico del equipo en el instante trascendente de la temporada, con señales de que se ha perdido el control y de que la autoestima de la plantilla está por los suelos

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El gol salvador de Alfonso

Pellicer y Loren Juarros, en Bahía Sur.
Pellicer y Loren Juarros, en Bahía Sur. / Carlos Guerrero

En la dinámica actual es una quimera que el Málaga CF consiga volver al fútbol profesional en el mes de junio. En el momento candente de la temporada, lejísimos hace meses del ascenso directo, las sensaciones que transmite el equipo de Pellicer son terribles, con la gasolina justa, sin fútbol y con el hilillo, que no es poco, de ser un equipo competitivo y que recibe pocos goles. Pero es plano, inofensivo hasta el extremo. Y hay que ganar partidos en las eliminatorias en la clasificación actual para avanzar. El técnico toca teclas, cambia de sistema y de jugadores, pero es como si aporreara el teclado esperando acertar con la contraseña sin éxito.

Tras el empate en San Fernando, milagroso pero deprimente, Sergio Pellicer bramaba encolerizado por los pasillos de Bahía Sur camino de la sala de prensa, gritaba que le tocaba otra vez dar la cara por el club y que estaba vendido. Estaban de fondo Loren Juarros y Kike Pérez, director deportivo y director general, desplazados a La Isla. Había hablado días antes el técnico en La Rosaleda y decía que un respaldo público del club suele ser la antesala de una destitución. Segundos después, ya ante los medios, mutaba rápidamente e intentaba transmitir un mensaje conciliador y de defensa a ultranza de los jugadores y su compromiso. Es la complicada vida del entrenador, las caras que debe poner.

El innegable trabajo y profesionalidad del entrenador contrasta con la impresión de que ha perdido el control de la situación o que el grupo ha dejado de creer justo cuando hay la oportunidad de regresar al fútbol profesional, ese 25% al que aludía en Bahía Sur. Se quejaba en la sala de prensa de la crispación, pero no han ayudado mensajes suyos desde hace unos meses aludiendo a que él no será un problema para el Málaga, cuando ese debate ya no estaba (sí en verano, no después con la marcha del equipo) o que sabe que no seguirá si no sube (estaría por ver si lo consiguiera). Seguramente tenga razón en que es el chaleco antibalas del club porque es el único que da la cara con continuidad, pero también es el entrenador. Lo fue en momentos más angustiosos que el actual, la temporada de las 18 fichas. También la campaña anterior, cuando se le dio continuidad en este ejercicio pese a que no remendó el desastre deportivo anterior. Hasta la jornada 35, y de manera tímida y en un grupo reducido, no ha habido una crítica pública de la afición al entrenador.

¿Es la solución cambiar al entrenador a dos jornadas del final? No sería coherente con el mensaje que se vendió en verano pasado desde el club, que era construir un proyecto de bases sólidas antes que un ascenso inmediato. Algo que pudiera perdurar cuando se asalte el fútbol profesional, con potenciación de jóvenes de la casa, algo que Pellicer cumple a rajatabla. De hecho, confía en su gente. Es un discurso fácil de enunciar pero más difícil de sostener en una ciudad como Málaga. Las dudas con el entrenador existen, también dentro del club. Y se estará a cuatro partido, dos eliminatorias, de subir a Segunda a primeros de junio.

El equipo ha involucionado. La mejor versión se vio en septiembre-octubre, con un repunte en febrero-marzo. Pero desde entonces la tendencia es mortecina. Sólo seis goles en los últimos 10 partidos, una victoria en los últimos ocho, 9 de 24 puntos... A mediados de mayo la situación es explosiva. Lejos ya de esa media inglesa que le tendría ahora con 72 puntos, peleando con el Córdoba por la segunda plaza, el Málaga se enfrenta a una visita del Antequera que es un redoble de tambores. Un resultado adverso ante los vecinos de El Torcal puede abrir la caja de los truenos. La situación deportiva, no tanto la clasificatoria, del Málaga es mala a algo más de dos semanas de jugar el play off de ascenso, algo que en agosto muchos dentro y fuera del club hubieran firmado con sangre. “Échale huevos”, cantaba la afición malaguista desplazada a San Fernando cuando el equipo acudía a dar las gracias al final del partido por su apoyo. Esto es fútbol, las dinámicas cambian, por ejemplo con un gol del portero en el 94. Pero es un acto de fe confiar ahora mismo en el ascenso del Málaga Club de Fútbol.

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