El Málaga crea el caldo de cultivo para el milagro

La salvación sigue siendo extremadamente difícil, pero se va creando una atmósfera tras los últimos partidos de que se está vivo y de que no se rinde

A ocho puntos de la permanencia

Rubén Castro, a dos goles de otro récord

Los jugadores del Málaga CF celebran el 2-0. / Marilú Báez

Si ese gol anulado "por milímetros", como decía el protagonista, a Rubén Castro ante el Levante por fuera de juego previo de Chavarría, el Málaga CF estaría a seis puntos de la salvación. Son castillos en el aire y no se puede vender humo. Ocho puntos son en realidad y es posible que algún punto extra de average. La permanencia en el fútbol profesional está extremadamente difícil para el club de Martiricos, pero hay un fondo de rebelión en estos últimos partidos contra un destino que parecía marcado por los errores cometidos en una temporada infame en la que sólo se han ganado seis partidos de 33 disputados. Quedan nueve partidos, 27 puntos, y hay que recuperar casi tres encuentros de distancia. Sólo es posible con un prodigioso sprint final y alguna caída de los que van por delante, pero la única manera es meter presión e ir ganando. 20 puntos y llegar a los 50 se firmaría con sangre en La Rosaleda. Esa puntuación ha dado la salvación el 80% de las ocasiones en la última década. 45, 47, 51, 47, 48, 50, 48, 45, 51 y 50. Han sido los guarismos que han dado la salvación al 18º clasificado en las 10 últimas temporadas. El vestuario debe ir partido a partido, pero para afuera quedan las cuentas de la lechera.

La teoría de los bloques de Pellicer preveía siete puntos de nueve en este tramo con Las Palmas, Levante y Leganés. Era duro, con dos candidatísimos al ascenso y otro equipo potente. No se ha perdido, en Las Palmas hubo un ejercicio de supervivencia con esa irrupción mariana de Álex Calvo y se fue mejor contra el Levante, pero ese gol anulado a Rubén Castro impidió firmar el siete de nueve que hubiera sido un mensaje potente. ¿Se ha construido algo para remendar la peor temporada en los últimos 25 años? Se verá en estos dos partidos a domicilio ante Andorra y Villarreal B antes de recibir al Cartagena, el siguiente bloque. Ese anhelado siete de nueve es el siguiente reto.

"Estamos jugando contra mucha historia, había un ruido increíble en el campo, supongo que el de las grandes ocasiones, eso ha condicionado en parte el partido, lógicamente", decía en la sala de prensa de La Rosaleda Imanol Idiákez, técnico del Leganés. Sus jugadores se hacían antes del partido fotos sobre el césped de La Rosaleda. El peso de un club grande como el Málaga es una mochila pesada para un grupo de jugadores que vino a otra cosa a la Costa del Sol, no a pelear una salvación casi imposible. Pero también es cierto que hay remolinos y dinámicas en las que se entra en combustión y suceden cosas que escapan a la lógica de una categoría traicionera como Segunda, en la que nadie gana fácil, el líder tropieza en casa contra un rival media hora con 10 o el penúltimo le gana a un rival de play off. Acumular rachas victoriosas es muy complicado, pero es el camino para albergar alguna opción.

Los problemas y las carencias del equipo están ahí, pero Pellicer parece haber encontrado su sistema de cabecera con tres centrales, moldeable como hizo en el descanso ante el Leganés tras el tramo final de la primera parte, que no fue bueno. También sus 14-15 jugadores de cámara, su guardia de corps. Mandaba un mensaje claro a Gallar, Ndiaye y Loren Zúñiga, los tres descartados por decisión técnica para vestirse ante el Leganés. Había un detalle que llamaba la atención. Los dos cambiados al descanso por sus tarjetas amarillas, Fran Villalba y Escassi, eran los dos primeros que saltaban al campo para celebrar el gol de Rubén Castro, un momento de júbilo. Igual ha cristalizado a tiempo una piña para poner fichas al milagro. Pellicer admitía que Ais Reig le había advertido de que había riesgo de expulsión. Vistos los precedentes de esta temporada del Málaga, no se podía caminar en el alambre. Los cambios le salieron bien al técnico. Chavarría, que falló dos goles que no se pueden fallar, alteró y provocó bullicio en el área rival antes de sentenciar con esa cabalgada eterna, como también dio vigor Luis Muñoz.

El caso es que un lunes por la noche había más de 20.000 personas en La Rosaleda. Y, tras el partido, igual que semanas atrás había un silencio que sobrecogía tras caer ante el Racing, las ascuas de la esperanza por una salvación al límite seguían encendidas con el "Sí, se puede". Una semana de ilusión antes de una Semana Santa de pasión.

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