Reyes del manicomio (4-3)

Crónica Málaga C. F. - Deportivo

Ontiveros desata la locura en el minuto 92 con un golazo salvador.

Otra vez hubo que remontar dos veces en un choque con doblete de Santos y un tanto memorable de Sandro

Las imágenes del Málaga C. F. - Deportivo de la Coruña
Las imágenes del Málaga C. F. - Deportivo de la Coruña / Marilú Báez
José L. Malo Málaga

26 de noviembre 2016 - 15:15

Málaga/Los latidos del Málaga desprenden pura vida. Y en La Rosaleda se están jugando partidos de altas pulsaciones, de taquicardia futbolera. La pasión articula encuentros preciosos, intercambios que rompen las pizarras de los entrenadores y dejan el resultado entre interrogaciones hasta el final. La suerte para el aficionado blanquiazul es que su equipo sabe navegar entre el caos, se ha acostumbrado al funambulismo. Cuando el fútbol se vuelve loco, el Málaga saca la vara de mando. No es el mejor método, ni un camino solvente, pero por el momento da rédito. Martiricos es un manicomio gobernado por un equipo que encuentra su cordura en los peores escenarios.

El fénix blanquiazul, tener que perder para que el alma se vacíe hasta la última gota. Un gol del rival a los cuatro minutos, como el de ayer, ya no es una lápida, sino un trampolín. No es voluntad de los jugadores, sí una fuga continua, pero tanto tiene que corregir Juande Ramos atrás como aplaudir arriba. Si existiera un termómetro para los arrestos, el Málaga rompería moldes en la Liga. No es sólo corazón, es también clase. Son remontadas viscerales y bellas. Y el colmo de los ingredientes: lo autóctono. Ya reinó En-Nesyri con un golazo que revirtió el triunfo del Eibar. El guión de ayer, muy similar aunque con más escorzos todavía -del 0-1 al 3-1 y del 3-1 al 3-3-, puso a Ontiveros en cabeza de los créditos. Reversionó el chaval la chilena de Baptista al Getafe, aquella que acostó líder al Málaga hace casi tres años. La factura de su gol tampoco tiene que envidiar la del brasileño. Y da igual que fuera el descuento, que el Deportivo acabara de igualar un 3-1; el marbellí usó su torno como siempre, como si fuera otro entrenamiento más o cualquier campo de Tercera, y se puso a modelar una jugada genial. Y tan genial que le quedó. Un amago, otro, y de pronto un hueco para conectar un obús a puerta. Con el cuerpo bien metido atrás, en un golpeo técnicamente perfecto, por eso fue a donde fue, imposible para Tyton. Remontada en el penúltimo minuto de descuento de puño y letra de un canterano, no podía haber un epílogo mejor para un mediodía que invitaba a estar en casa y dejó un partido en mayúsculas.

Lo bueno, y lo malo, de estos partidos, es que el cenit del encuentro se queda atrás a medida que transcurren los minutos. Cada latido es más fuerte que el anterior. Si Borges transformó un penalti a los cuatro minutos, 17 después Michael Santos se fabricó uno para enseñarle a la gente de Málaga su denominación de origen desde los once metros. Lo anotó con pasmosa facilidad, tal y como hacía en Uruguay antes de venir. Un gol en su primera titularidad para rebrotar las preguntas de por qué tanto tiempo ausente.

Nadie se acordaría del uruguayo cuando Sandro anotó uno de los goles del campeonato. Con el suelo resbaladizo, su falta tan cerca del área invitaba a un tiro fuerte y raso para ponérselo difícil a Tyton. Pero para qué buscar lo difícil cuando tu estado de gracia te permite afrontar lo imposible. El canario, que está cien por cien liberado, dibujó el camino de su mente a la escuadra con un golpeo teledirigido, que amagaba con irse arriba y cayó grácil a gol. Primero dando en la madera y luego borrando las telarañas; los goles son más espectaculares cuando antes golpean en el palo.

Luego se lesionó Sandro, una pena, pero no hubo tiempo para lamentos. Michael Santos, el inefable Pelo, selló su doblete casi en el segundo tiro. Muy cómodo en el marcador, el Málaga quiso gustarse para hacer el cuarto y el quinto. El Deportivo, ya sin nada que perder, le dio las llaves a Carles Gil, y este cambió el decorado. 3-2, 3-3 y el 3-4 que asomaba en el miedo de la grada. Ontiveros, que solo le teme al banquillo, recordó que en este manicomio manda el Málaga.

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